Misterio inefable del Dios vivo en tres personas: Padre creador, Hijo redentor, Espíritu santificador de la Iglesia.
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(I clase, blanco) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Para la aspersión de la agua bendita antes de la Misa mayor se cante el Asperges me.
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El dogma fundamental al que todo se reduce en la religión cristiana es el de la Santísima Trinidad, en cuyo nombre se bautizan los fieles.
La fiesta de la Santísima Trinidad pide se le comprenda y celebre en la prolongación de los misterios de Cristo, como la expresión solemne de nuestra fe en la vida trinitaria de las personas divinas, en que nos han introducido el bautismo y la redención de Cristo. Solamente en el cielo hemos de comprender cómo podremos nosotros tener por Cristo una verdadera participación de hijos en la misma vida de Dios.
Aunque introducida en el siglo IX, la fiesta de la Santísima Trinidad no se extendió a la Iglesia universal hasta el siglo XIV. No obstante, el culto de la Santísima Trinidad aflora por doquier en toda la liturgia.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo comenzamos y terminamos la misa y el oficio divino y se confieren todos los sacramentos. Todos los salmos terminan con el Gloria Patri; los himnos, con una doxología, y las oraciones, con una conclusión en honor de las tres divinas personas. Continuamente, pues, nos hace alabar y adorar la Iglesia al Dios tres veces santo, que tanta misericordia ha tenido de nosotros, pues nos ha dado el participar de su propia vida.
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Benedícta sit sancta Trínitas,
atque indivísa únitas:
confitébimur ei, quia fecit
nobíscum misericórdiam suam.
Ps. Dómine Dóminus noster,
quam admirábile est nomen
tuum in univérsa terra! V/
Glória Patri.
(Introito, Tobías 12.6; Salmo 8.2)
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