Bajo el amparo de Santa Bárbara, virgen y mártir, Patrona de Casablanca, promovemos la Tradición Católica. Dilexísti justítiam, et odísti iniquitátem. (Ps. 44,8).
lunes, 31 de mayo de 2010
Fiesta de la Santísima Trinidad en Viña del Mar.
domingo, 30 de mayo de 2010
Fiesta de la Santísima Trinidad.
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sábado, 29 de mayo de 2010
Los vasos sagrados.
Es el vaso en que se consagra la Sangre del Señor. Su forma es muy variada, así como su simbolismo ornamental.
En un comienzo fueron los cálices de madera, vidrio o de diversos metales. Actualmente la copa ha de ser de oro o plata dorada. Hasta el siglo XIII, se usaron, además de los cálices para la comunión del celebrante y clero, los cálices ministeriales destinados a la comunión de los fieles y los cálices ofertorios que servían para recoger las ofrendas de vino de los fieles.
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El Portaviátivo es una cajita para llevar la comunión a los enfermos. Estos dos vasos sólo son bendecidos: pueden ser de oro, plata u otro metal fino.
Los copones antiguos o ciborios tenían forma de caja, de torre o de paloma. Estos copones o ciborios solían estar suspendidos del ciborio y siempre cubiertos con rica tela.
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Los simples fieles no pueden tocar directamente los vasos sagrados, a no ser que haya una causa razonable.
viernes, 28 de mayo de 2010
Las sagradas imágenes.
La imaginería religiosa no sólo se exhibe ya en cuadros y retablos, sino que llena el interior y el exterior de nuestros templos. Puertas, arcos, capiteles, sillas corales, paredes interiores y exteriores del coro, vidrieras, pináculos, nos ofrecen en todas las formas de manifestación artística, no sólo un completo santoral, sino pasajes históricos de los dos Testamentos, de la vida de Jesús, de la Virgen, de los Santos, hasta el punto que puede decirse que con la imaginería sagrada podría recomponerse nuestro historia religiosa (…) Sólo la Catedral de Chartres, tiene 4.200 estatuas. Las imágenes de culto, suelen llevar nimbos o aurelolas.
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Es el órgano el instrumento que, por la variedad, riqueza y majestad de sus sonidos, interpreta los sentimientos religiosos del pueblo cristiano. Ignórase su origen; quedo introducido en las iglesias por el Papa Vitaliano, por los años 600, dice Bona. Su forma suele estar en armonía con el estilo de la iglesia.
“El instrumento propio de la Iglesia, y a ella legado por nuestros mayores es el órgano, el cual por su admirable grandiosidad y majestad ha sido considerado digno de juntarse a los ritos litúrgicos, ora acompañando al canto, ora sonando armonías dulcísimas, cuando el coro debe callar en algunos casos” (Bula Divini Cultus Sanctitatem de S.S. Pío XI).
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jueves, 27 de mayo de 2010
Mobiliario litúrgico.
Generalmente está colocada en el Baptisterio, dentro o fuera de la Iglesia. Allí están las aguas regeneradoras del bautismo, consagradas con extraordinaria pompa: “OH Dios Todopoderoso, enviad vuestro soplo divino, dice el sacerdote al consagrar el agua de la pila bautismal, bendecid con el hálito de vuestra boca, estas puras aguas, a fin de que a más de la natural virtud que tienen de lavar los cuerpos, tengan también eficacia para lavar las almas. Que la fuerza del Espíritu Santo descienda sobre la plenitud de esta fuente; que ella fecunde esta agua con el efecto de su regeneración”.
A las aguas purificadoras del bautismo se refería el Señor al decir a Nicodemo: “Si no renaciere el hombre del agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar en el Reino de Dios”.
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Los bancos y las sillas se han emplazado en las iglesias para comodidad de los que escuchan la palabra de Dios.
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miércoles, 26 de mayo de 2010
Sacras, atril y credencia.
La credencia es una mesita, colocada cerca del altar, al lado de la Epístola, en la que se colocan los objetos necesarios al servicio del altar.
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Desde el siglo IX comenzaron a exponerse los relicarios en el altar. Los relicarios son ostensorios en que se exponen las reliquias de los santos a la veneración de los fieles. Actualmente se suelen colocar en las grandes fiestas, como adorno. Cuando se inciensa el altar, también se inciensan las reliquias de los Santos. Durante la Exposición del Santísimo han de ser retirados del altar, o por lo menos cubiertos con un velo.
Estos adornos deben retirarse del altar en los oficios fúnebres, durante el Adviento y la Cuaresma, excepto el tercer domingo de Adviento, el cuarto de Cuaresma, en las Misas del Jueves y Sábado Santos y en las fiestas dobles celebradas durante este tiempo.
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martes, 25 de mayo de 2010
El Crucifijo, los candeleros y la lámpara del Santísimo.
Los candeleros con velas de cera, que en los primeros siglos se colocaban en el suelo a ambos lados del altar, tienen actualmente su colocación en el altar mismo, a la derecha e izquierda del Crucifijo; generalmente su número es de seis.
Está prescrito que durante la celebración de la Santa Misa estén encendidos por lo menos dos cirios, que representan el Antiguo y el Nuevo Testamento. Cuando un simple presbítero celebra la Misa rezada sólo pueden encenderse dos cirios, excepto en la Misa de comunidad de las fiestas principales en que pueden encenderse cuatro. Si es un Obispo el celebrante pueden encenderse asimismo cuatro cirios.
En las Misas solemnes se encienden seis cirios, y si el Obispo diocesano celebra la Misa Pontifical, se enciende un séptimo cirio, que se coloca detrás del Crucifijo.
El uso de los cirios en la Santa Misa remonta a los orígenes de la Iglesia. En el siglo XI un autor explica su uso así: “No es para disipar las tinieblas de la noche, porque celebramos la Misa en el día, sino para honrar a Nuestro Señor Jesucristo, cuyo sacramento se realiza en el altar y sin el que estaríamos en las tinieblas de la noche”.
Constantemente, noche y día, ha de arder una lámpara delante del Santísimo Sacramento. Su uso data del siglo XIII: con motivo de que los herejes negaban la presencia real del Señor en la Santa Eucaristía, desde el siglo XVI se prescribió como obligatoria.
La lámpara del Santísimo debe cebarse con rico aceite de oliva; pero por razones justas, el Ordinario puede permitir el uso de otros aceites vegetales, de parafina y aún una ampolleta de luz eléctrica.
La lámpara del Santísimo, con su luz suave, misteriosa y viva, nos anuncia la presencia del Señor y nos invita a conservar nuestra fe viva y a consumirnos en el servicio y amor del Señor.
“Su llama, brillante, nos dice que Cristo brilla, triunfante, a la diestra del Padre; trémula e inquieta, nos hace pensar en esta palabra: “Yo vine a poner fuego a la tierra, y ¿qué quiero si no que arda?”
lunes, 24 de mayo de 2010
Accesorios y adornos del Altar.
El altar debe estar cubierto por tres manteles de lino, para evitar los inconvenientes de una efusión accidental de la Preciosa Sangre. El mantel superior debe caer por los lados hasta tocar el pavimento. Los tres manteles, que recuerdan los tres días en que el cuerpo del Señor permaneció en el sepulcro y los lienzos con que fue amortajado, han sido prescritos por la Iglesia, además de la razón dada, porque el altar es la Mesa del Señor, sobre la que se colocan los alimentos más preciosos. Fuera de las funciones litúrgicas en que se ocupa el altar, debe recubrírsele con un tapiz.
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El tabernáculo o sagrario, es una caja de madera, mármol o metal, destinada a guardar el Santísimo Sacramento. Su nombre recuerda el Tabernáculo de Moisés, que guardaba el Arca de la Alianza. El tabernáculo debe tener una puertecita cerrada con llave, y ha de estar tapizado interiormente con seda blanca, y ha de haber un corporal, sobre el que se dejan los copones. Cuando el Santísimo está reservado se coloca ante su puerta una cortina de color blanco, o del color litúrgico del día; las cortinas no pueden ser negras.
El tabernáculo está ubicado al medio del altar y forma un solo todo con el retablo; su origen se remonta sólo al siglo XVI.
Desde los primeros tiempos se reservaba la Santa Eucaristía, principalmente para los enfermos. Los primeros tabernáculos para la reserva fueron la paloma eucarística, la torrecilla, la píxide, la copa y el ciborio. Estos vasos se suspendían del baldoquino, o se guardaban en un nicho del ábside o en la sacristía; cuando cayó en desuso el baldoquino, la paloma o cofre se colgó de la encorvadura de un báculo, sujeto al altar.
El arte cristiano ha estampado en el Sagrario expresivos símbolos: el pelícano que se desentraña por sus hijos y el Buen Pastor que lleva a la oveja sobre sus hombros, la Cruz, signo de la Redención, el Cordero Inmaculado, el Cáliz con la Sagrada Hostia, etc.
domingo, 23 de mayo de 2010
Domingo de Pentecostés.

sábado, 22 de mayo de 2010
Vigilia de Pentecostés
viernes, 21 de mayo de 2010
Altar fijo y altar portátil.
El altar fijo pierde la consagración, cuando se le cambia de lugar, o cuando se separa la mesa del sostén con el que había sido consagrada.
Toda iglesia consagrada tiene, a lo menos, un altar fijo, que ordinariamente es el Mayor.
El altar portátil, llamado ordinariamente piedra de ara, es una pequeña piedra o mármol de forma rectangular, consagrada por el Obispo, sobre la que se colocan durante el Santo Sacrificio, la Hostia y el Cáliz. Puede colocarse sobre la mesa de un altar de madera, piedra o metal que no ha sido consagrado: el altar propiamente dicho es la piedra de ara; la mesa sobre la que se coloca sólo es un sostén y una prolongación de ella.
Los altares fijos y portátiles deben tener el sepulcro con reliquias de Mártires y tres granos de incienso. El sepulcro es un pequeño forado hecho en el medio de la piedra del altar y cubierto, en seguida, con cemento.
La Santa Iglesia ha prescrito que los altares encierren reliquias de Santos Mártires, porque en los primeros siglos se celebraba, en las Catacumbas, la Santa Misa sobre las tumbas de los mártires; para significar la unión de la Iglesia militante con la triunfante, y porque el origen y fuente de toda santidad es Jesucristo, Víctima y Altar del Sacrificio Eucarístico.
Ambos altares pierden la consagración: 1º si se quiebran notablemente, sea en razón de la extensión, sea en razón del lugar de la unción; 2º si se retiran las reliquias, o se quiebran o se retira la tapa del sepulcro, a no ser que el mismo Obispo o su delegado descubra el sepulcro para afirmarlo, cambiarlo, o para visitar las reliquias.
Los altares, fijos y portátiles, tiene grabadas cinco cruces en memoria y representación de las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo, que son ungidas por el Obispo en las ceremonias de la consagración.
Altar privilegiado.
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Cuando se dio libertad a la Iglesia, y los cristianos pudieron confesar públicamente su fe, continuó la costumbre de construir los altares sobre las tumbas de los Mártires: son estos los altares de la Confesión. De aquí proviene la forma de sarcófago que tienen algunos altares. Como no siempre era posible tener el cuerpo entero de un mártir se introdujo la costumbre de colocar algunas reliquias solamente, en un pequeño sepulcro sobre la mesa del altar.
jueves, 20 de mayo de 2010
El altar eucarístico.
El altar en que ofrecemos el sacrificio es el símbolo del sacerdocio eterno de Jesucristo, por quien las oraciones de los fieles son presentadas a Dios Padre, dice el Pontifical Romano en la instrucción que precede a la ordenación de un subdiácono. De él suben al Altísimo los votos, ofrendas, oraciones, las adoraciones de los fieles, el homenaje universal del mundo entero, unido al de Nuestro Señor Jesucristo, ennoblecido, santificado por su virtud divina.
“El altar de la Iglesia, dice el Pontifical Romano, es el mismo Cristo, según el testimonio de San Juan quien, en su Apocalipsis, dice haber visto, delante del trono del Altísimo, el altar de oro sobre el que y por el que son consagradas las ofrendas de los fieles a Dios Padre”. (Bayard, en Liturgia).
El altar, símbolo, figura y representante de Jesucristo, es el centro de toda la liturgia, y en cierta medida participa de los honores que la sagrada liturgia rinde a Dios.
El altar es el alma del templo. “Un templo sin altar es un cuerpo sin alma… en los templos todo converge al altar; él es la cabeza y el corazón de nuestras iglesias” (Gomá). “Toda la arquitectura de esta grande obra, dice un autor, extiende y cruza sus líneas, dispone sus armonías alrededor del altar; todo en la iglesia está ordenado en relación al altar, las ventanas que le iluminan, las capillas que le circundan, los arcos que le demuestran, las altas torres que le señalan, los ministros que le sirven, el incienso que le envuelve”.
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La primera mención del altar aparece en la carta de San Pablo a los hebreos: “Tenemos un altar del que no pueden comer los que sirven al tabernáculo”.
miércoles, 19 de mayo de 2010
Una joyita bibliográfica litúrgica.

En el prólogo los autores de este verdadero vademécum litúrgico sostienen que en sus sencillas páginas se apreciará el simbolismo y la grandiosidad del templo cristiano, la sublimidad de su Altar, la magnificencia que la Santa Iglesia despliega en la celebración de su Sacrificio y en la administración de sus Sacramentos, la inspiración de sus oraciones, el arte y belleza de su canto tan simple y variado, la dignidad sobrenatural de la sagrada jerarquía que actúa; agregan que en el librito se aprenderá a recibir las lecciones y enseñanzas que día a día la Iglesia da a los fieles en el desenvolvimiento del ciclo litúrgico; a interiorizarse en el desarrollo de las ceremonias, a comprender su espíritu, a tomar parte activa en el culto divino, a unirse con los Ministros de Dios que, en nombre la Iglesia, ofician en el Altar; el manual litúrgico hará abrir los ojos de la fe y a transportar a los fieles a la excelsa Liturgia de los Cielos donde veremos al Pontífice Eterno, sentado a la diestra del Padre, intercediendo sin cesar por el mundo y oficiando en el Altar de los cielos, mientras los ejércitos angélicos cantan las eternas melodías y queman los perfumes e inciensos ante la tremenda majestad de la Unidad Trina.
Seguidamente, argumentan en el prólogo que el Papa Pío XI expone con claridad luminosa en la Bula Divini Cultus Sanctitamen, la importancia que tiene la Liturgia en la vida cristiana: “La Liturgia es cosa sagrada, pues por medio de ella nos levantamos hasta Dios, y nos unimos a El, atestiguamos nuestra fe y nos rendimos a El, con obligación gravísima por los beneficios y protección que del mismo tenemos recibidos y de que necesitamos continuamente. De aquí dimana cierta íntima dependencia entre el dogma y la liturgia, no menos que entre el culto cristiano y la santificación del pueblo”.
La liturgia es la pedagogía divina que nos enseña conocer y amar a Jesucristo Nuestro Señor. “Los ritos sagrados, dice el Papa Sixto V, las ceremonias que, instituidas en virtud de las tradiciones apostólicas, usa la Iglesia en la administración de los Sacramentos, en los oficios divinos y en el culto en general, envuelven una enseñanza excelente para el pueblo cristiano, y una profesión de la verdadera fe, llevan a las almas hacia la meditación de las cosas más sublimes, y encienden en ella el fuego de la verdadera devoción”.
Ciertamente este librito debió formar a muchas generaciones en una piedad sólida, verdadera y sobrenatural. Por eso que hemos querido compartir su contenido con nuestros lectores.
martes, 18 de mayo de 2010
Los primeros templos cristianos.
En tiempos de persecución celebraban los oficios en las catacumbas. La arquitectura cristiana no comenzó sino con la libertad de la Iglesia por el edicto de Milán. Comenzaron a levantar templos sobre los lugares más sagrados, sobre la tierra regada por la sangre de los mártires.
Protegido el arte cristiano por el Emperador Constantino, desplegó toda su inspiración en la construcción y ornamentación del templo cristiano.
Levantáronse entonces las basílicas de San Pedro en el Vaticano; de San Pablo en la vía Ostiense; de San Lorenzo, de Santa Inés, de los santos Pedro y Marcelino, y la de la Santa Cruz de Jerusalén.
Fuera de Roma se construyeron iglesias, principalmente en Palestina, en recuerdo de los principales misterios de la vida del Señor. La actual basílica de Belén es de origen constantiniano.
La basílica más célebre fue la de Letrán, la iglesia madre, la iglesia del Obispo de Roma, en la que celebraba el Papa los oficios litúrgicos, consagrada a Cristo Salvador, dedicada en el siglo X a san Juan Evangelista.
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La antigua basílica cristiana se componía del peristilo, atrio, naves, coro, santuario, ábside y dependencias.
a) El peristilo (del griego peri=alrededor y stylos=columna) era una galería exterior que conducía al atrio.
b) El atrio era un patio cuadrado, descubierto, rodeado de galerías o pórticos sostenidos por columnas. En medio del atrio había una fuente para las purificaciones de los fieles antes de la oración. En las galerías podían estar los mendigos y los penitentes llamados plorantes y los excomulgados.
Al fondo del atrio había un gran pórtico, el pronaos (del griego pro=delante y naos=templo) en el que estaban los oyentes, penitentes también, y los catecúmenos.
c) Tres puertas separaban el atrio de la nave. Cerca de estas puertas se colocaban los prosternados, tercera clase de penitentes. Dos hileras de columnas dividían la nave en tres partes. La parte de la derecha (Evangelio) estaba reservada a los hombres, y la de la izquierda a las mujeres. Allí podía asistir al Santo Sacrificio los consistentes, cuarta clase de penitentes.
d) Al final de la nave del medio estaba el coro para los cantores y clérigos inferiores: estaba rodeado de una balaustrada y separado de la nave por dos ambones, pequeñas tribunas para la lectura pública del Evangelio y de la Epístola. La nave terminaba en el arco triunfal.
e) Antes del ábside se encontraba el santuario; en medio del santuario, se levantaba el altar de la confesión sobre el sepulcro de un mártir, confesor de la fe. A veces se levantaba el altar sobre le sepulcro mismo, otras veces, el sepulcro estaba en una cripta debajo del altar: esta era la confesión superior, porque en la cripta misma, a la que se bajaba por una escala, estaba la confesión inferior.
El altar estaba cubierto con el ciborio, sostenido por columnas, con cortinas que se corrían para cubrir el altar durante el Canon.
f) Al fondo del ábside estaba el presbiterio, con la cátedra episcopal, rodeada, en forma de semicírculo, por sillas para los presbíteros. Las dependencias eran: el vestiarium en el que los ministros se revestían; el oblationarium, para depositar las ofrendas que no se consagraban; el diaconium, en el que se guardaban los ornamentos y vasos sagrados; el secretarium, sala en la que se reunía el Obispo con su consejo para tratar los asuntos eclesiásticos y el baptisterio, donde se administraba el bautismo por inmersión.
lunes, 17 de mayo de 2010
Los orígenes del Templo.
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En la antigua Ley el pueblo escogido tuvo un templo en el que se sacrificaban las víctimas inmoladas por el pueblo, y las oraciones del pueblo, mezcladas con los suavísimos perfumes quemados en el altar, subían a los cielos. Grandioso sobre toda ponderación fue este templo; pero cuando la muerte del Señor marcó el término de la antigua Alianza, rasgóse su riquísimo velo purpurino, termináronse oficialmente sus sacrificios y comenzó a ofrecerse la Hostia pura e inmaculada que exige también un templo, una iglesia.
El Templo de Jerusalén.
Dios ordenó a Moisés la construcción del Tabernáculo para colocar el Arca de la Alianza. El mismo Dios dispuso su forma y quiso habitar allí de un modo especialísimo: “En este lugar manifestaré mi voluntad a los hijos de Israel, y habitaré en medio de ellos, y seré su Dios” (II Paralip. 7, 16)
El santo Rey David quiso levantar un templo al Señor: aceptó Dios la idea, pero no quiso que ese templo de paz fuera construido por el Rey guerrero: reservó esta gloria al pacífico y sabio Rey Salomón. Terminada esta obra grandiosa, se celebró con pompa única la dedicación. Miles y miles de animales fueron sacrificados en honor del Dios de Israel. Manifestóse el Señor a Salomón y le dijo: “He escuchado tu oración, y he elegido este lugar como mío, como casa mía. Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración de todos los que me invocarán en este lugar; pues, he elegido y santificado este lugar, a fin de que él lleve eternamente mi nombre, y mis ojos y mi corazón estén sobre él en todo tiempo” (II Paralip. 7, 12. 15. 16.).
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La constitución misma de la Iglesia, sociedad jerárquica, cuyo fin es tributar a Dios un culto social, santificar a sus miembros por medio de los Santos Sacramentos pide la existencia del templo, lugar sagrado del que de un modo especial emanan torrentes de la gracia sobrenatural.
El Cenáculo fue el primer templo cristiano: allí en la víspera de su pasión, consagró el Señor su propio cuerpo y su sangre; allí se reunieron los Apóstoles con la Santísima Virgen a esperar el Espíritu Santo. Desgraciadamente esta reliquia veneranda está hoy entregada al culto del Islam.
Fuente: Liturgia, Santiago de Chile, F.C.C.F., 1935.
domingo, 16 de mayo de 2010
Domingo en la Ascensión del Señor.
sábado, 15 de mayo de 2010
viernes, 14 de mayo de 2010
Fatimae
jueves, 13 de mayo de 2010
En la Ascensión de Fray Luis de Léon.
Tu grey en este valle hondo, escuro,
Con soledad y llanto;
Y tú, rompiendo el puro
Aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados,
Y los ahora tristes y afligidos,
A tus pechos criados,
De Ti desposeídos,
¿ a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
Que vieron de tu rostro la hermosura,
Que no les sea enojos?
Quién oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
Al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube, envidïosa
Aun deste breve gozo. ¿Qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!
miércoles, 12 de mayo de 2010
Vísperas de la Ascensión del Señor.
La bienaventuranza eterna es comparada a un banquete que Dios prepara para todos los hombres, en el quedarán saciadas todas las ansias de felicidad que lleva en el corazón el ser humano.
Los Apóstoles nos hablan frecuentemente de esa felicidad que esperamos. San Pablo enseña que ahora vemos a Dios como en un espejo y bajo imágenes oscuras; pero entonces le veremos cara a cara, y que la alegría y la felicidad allí son indescriptibles.
Además del inmenso gozo de contemplar a Dios, de ver y estar con Jesucristo glorificado, existe una bienaventuranza accidental, por la que gozaremos de los bienes creados que responden a nuestras aspiraciones. La compañía de las personas justas que más hemos querido en este mundo: familia, amigos; y también la gloria de nuestros cuerpos resucitados, porque nuestro cuerpo resucitado será numérica y específicamente idéntico al terreno: es preciso –indica San Pablo- que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Este, el nuestro, no otro semejante o muy parecido… San Agustín afirma con toda claridad: “Resucitará esta carne, la misma que muere y es sepultada… La carne que ahora enferma y padece dolores, esa misma ha de resucitar”.
El recuerdo del Cielo, en las vísperas de la Ascensión del Señor, nos impulsa a buscar sobre todos los bienes que perduran y a no desear a toda costa los consuelos que acaban.
martes, 11 de mayo de 2010
SS. Felipe y Santiago, Apóstoles.
Santiago nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y era pariente del Señor. No nos narra el Evangelio el momento en que Jesús le llamó. La Sagrada Escritura pone de relieve que Santiago ocupaba un puesto preeminente en la Iglesia de Jerusalén. Santiago tuvo el privilegio de que el Señor se le apareciese a él personalmente.
Felipe era natural de Betsaida, la patria de Pedro y de Andrés… Muy probablemente Felipe era ya amigo de estos dos hermanos. Un día, en la rivera del Jordán, Felipe encontró a Jesús que, en compañía de sus primeros discípulos, se encaminaba hacia Galilea. El Maestro le dijo: Sígueme… Felipe lo siguió enseguida.
En el Evangelio leemos cómo Jesús enseña a sus discípulos, durante la Última Cena, que en el Cielo tienen un lugar preparado para ellos, para que estén por toda la eternidad con El y que ya conocen el camino… La conversación se prolonga con preguntas de los discípulos y respuestas del Maestro. Es entonces cuando interviene Felipe, con una petición que a todos podría parecer insólita: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta. Y Jesús con un reproche cariñoso, le contesta: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¡Cuántas veces, quizá, tendría que hacernos Jesús el mismo reproche que a Felipe! Y nos podría enumerar el Señor una ocasión y otra, circunstancias difíciles en las que quizá nos encontramos solos y no estuvimos serenos porque nos faltó el sentido de nuestra filiación divina, la cercanía de Dios. ¡Cuánto bien nos hace hoy la respuesta de Jesús a este Apóstol!, porque en él estamos representados también nosotros.
Jesús revela al Padre; la Humanidad Santísima de Cristo es el camino para conocer y tratar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Es la contemplación de Jesús el camino ordinario para llegar a la Trinidad Beatísima. En Cristo tenemos la suprema revelación de Dios a los hombres. “El, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su Muerte y gloriosa Resurrección, con el envío del Espíritu de la Verdad, lleva a plenitud toda la Revelación y la confirma con testimonio divino, a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte, y para hacernos resucitar a una vida eterna”. El llena por completo nuestra vida. “El es suficiente para ti –afirma San Agustín-; fuera de El, ninguna cosa lo es. Bien lo sabía Felipe cuando le decía: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¿Vivimos nosotros con esta convicción?
Hoy, Felipe y Santiago son nuestros intercesores ante Jesús. Les encomendamos especialmente el apostolado que estamos llevando a cabo con nuestros amigos y pariente.
(Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo VI. Madrid. Ediciones Palabra. 1992).
lunes, 10 de mayo de 2010
domingo, 9 de mayo de 2010
Quinto Domingo después de Pascua.
En estos cuarenta días que median entre la Pascua y la Ascensión del Señor, la Iglesia nos invita a tener los ojos puestos en el Cielo, nuestra Patria definitiva, a la que el Señor nos llama. Esta invitación se hace más apremiante cuando se acerca el día en que Jesús sube a la derecha del Padre.
El Señor había prometido a sus discípulos que después de un poco de tiempo estaría con ellos para siempre. Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis… El Señor ha cumplido su promesa en estos días en que permanece junto a los suyos, pero esta presencia no se terminará cuando suba con su Cuerpo glorioso al Padre, pues con su Pasión y Muerte nos ha preparado un lugar en la cas del Padre, donde hay muchas moradas. De nuevo vendré –les dice- y os llevaré junto a mí para que donde yo estoy estéis también vosotros.
Los apóstoles, que habían quedado entristecidos por la predicación de las negaciones de Pedro, son confortados con la esperanza del Cielo. La vuelta a la que hace referencia Jesús incluye su segunda venida al fin del mundo y el encuentro con cada alma cuando se separe del cuerpo. Nuestra muerte será eso: el encuentro con Cristo, a quien hemos procurado servir a lo largo de nuestra vida. El nos llevará a la plenitud de la gloria, al encuentro con su Padre celestial, que es también Padre nuestro. Allí, en el Cielo, donde tenemos preparado un lugar, nos espera Jesucristo, a quien tenemos presente y hablamos en nuestra oración, con el que hemos dialogado tantas veces.
Del trato habitual con Jesucristo nace el deseo de encontrarnos con El. La fe lima muchas asperezas de la muerte. El amor al Señor cambia por completo el sentido de ese momento final que llegará para todos. (…) “Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo. Vultum tuum, Domine, requiram, buscaré Señor tu rostro”.
El pensamiento del Cielo nos ayudará a vivir el desprendimiento de los bienes materiales y a superar las circunstancias difíciles. Es muy agradable a Dios que fomentemos esta esperanza teologal, que está unida a la fe y al amor, y en muchas ocasiones tendremos especial necesidad de ella (…) La meditación sobre el Cielo, hacia donde nos encaminamos, debe espolearnos para ser más generosos en nuestra lucha diaria, “porque la esperanza del premio conforta el alma para realizar las buenas obras”. El pensamiento de ese definitivo encuentro de amor, al que somos llamados, nos ayudará a estar vigilantes en las cosas grandes y en las pequeñas, haciéndolas acabadamente, como si fueran las últimas antes de irnos al Padre.
No existen palabras para expresar, ni de lejos, lo que será nuestra vida en el Cielo que Dios ha prometido a sus hijos. Sabemos que “estaremos con Cristo y veremos a Dios”; promesa y misterio admirables en los que consiste esencialmente nuestra esperanza. Será una realidad dichosísima lo que ahora entrevemos por la revelación y que apenas podemos imaginar en nuestro ser actual. En el AT se describe la felicidad del Cielo evocando la tierra prometida después de tan largo y duro caminar por el desierto. Allí, en la nueva y definitiva patria, se encuentran todos los bienes, allí se terminaran las fatigas de tan largo y difícil peregrinaje.
El Señor nos habló de muchas maneras de la incomparable felicidad de quienes en este mundo amen con obras a Dios. La eterna bienaventuranza es una de las verdades que con más insistencia predicó nuestro Señor… La bienaventuranza eterna es comparada a un banquete que Dios prepara para todos los hombres, en el que quedaran saciadas todas las ansias de felicidad que lleva en el corazón el ser humano.
La felicidad de la vida eterna consistirá ante todo en la visión directa e inmediata de de Dios. Esta visión no es sólo un perfectísimo conocimiento intelectual, sino también comunión de vida con Dios, Uno y Trino. Ver a Dios es encontrarse con El, ser felices en El.
El recuerdo del Cielo, próxima ya la fiesta de la Ascensión del Señor, nos debe llevar a una lucha decisiva y alegre por quitar los obstáculos que se interpongan entre nosotros y Cristo, nos impulsa a buscar sobre todo los bienes que perduran y a no desear a toda costa los consuelos que acaban.
Pensar en el Cielo de una gran serenidad. Nada aquí es irreparable, nada es definitivo, todos los errores pueden ser reparados. El único fracaso definitivo sería no acertar con la puerta que lleva a la Vida. Allí nos espera también la Santísima Virgen María.
Que así sea.
sábado, 8 de mayo de 2010
Ntra. Sra. de Luján.

En la Argentina, en el Uruguay y en el Paraguay, el más famoso es el de Nuestra Señora de Luján, venerado aquí desde hace más de 300 años. Su sagrada imagen quiso quedarse en Luján por modo milagroso, para ser madre del pueblo argentino y la “Perla del Plata”, y atraer desde allí los corazones de todos los buenos cristianos.
El primer modesto santuario, erigido de 1754 a 1763 y que medía 48,50 mts. de largo por 8,25 mts. de ancho, cedió su lugar a la actual magnífica Basílica gótica, de 115 mts. de largo por 20 mts. de ancho y 30 mts. de alto, más de 70 mts. de crucero, coronada de esbeltas torres, cuyas dos flechas principales se levantan a 110 mts. de altura. Es, por cierto, un monumento digno de María y de la fe de los argentinos, y bajo sus bóvedas resuenan año tras año cánticos y plegarias en todas las lenguas de la tierra, ya que peregrinos de toda raza y nación van a postrarse ante la querida imagen en demanda de su protección.
Dicha imagen fue solemnemente coronada el 18 de mayo de 1887, coronación que se rememora en la fiesta de hoy.
viernes, 7 de mayo de 2010
jueves, 6 de mayo de 2010
Calendario Litúrgico Mes de Mayo
Se añaden dos aleluyas al Introito de todas las misas.
Se dice siempre “Gloria in excelsis Deo”
No se dice Gradual ni Tracto, sino el aleluya pascual, también en las fiestas de los santos.
Se añade a la Ant. del Ofertorio y de la Comunión un aleluya.
Se dice siempre el prefacio pascual - in hoc potissimum-, excepto que lo tenga propio.
En todas las ferias de IV clase, se permite celebrar misa votiva del algún santo o cotidiana de difuntos.
miércoles, 5 de mayo de 2010
San Pío V, Papa y Confesor.

martes, 4 de mayo de 2010
Cardenal Luigi Poggi (R.I.P.)

Santa Mónica.
¡Oh Dios!, consolador de los afligidos y salvación de los que en ti esperan, que acogiste misericordioso las piadosas lágrimas de santa Mónica por la conversión de su hijo Agustín; concédenos, por la intercesión de entreambos, que lloremos nuestros pecados y hallemos el perdón de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
lunes, 3 de mayo de 2010
Vigilantes de la Noche.

domingo, 2 de mayo de 2010
Cuarto Domingo después de Pascua.
Al acercarse la Ascensión y Pentecostés nos advierten los evangelios que Jesús está preparando a sus discípulos para su partida definitiva, con el anuncio del envío del Espíritu Santo. El será para ellos luz, fuerza y apoyo. Esta enseñanza sobre la misión del Espíritu Santo vale tanto para nosotros como para los apóstoles. A él se ha confiado la dirección de la Iglesia de la que es inspirador y guía así como es también para todo fiel "bautizado en el agua y en el Espíritu" la fuente misma de la vida cristiana. Por su papel permanente en la Iglesia prolonga el Espíritu Santo la obra de Cristo y da testimonio de él. A un mismo tiempo convence al mundo de error y de pecado por no haber aceptado al Salvador.
Propio de la Sancta Missa.
*
Jubiláte Deo, univérsa terra,
psalmun dícite nómini ejus:
veníte, et audíte, et narrábo
vobis, omnes qui timétis
Deum, quanta fecit Dóminus
ánimae meae, allelúia.
sábado, 1 de mayo de 2010
San José Obrero.

Glorioso San José, modelo de todos aquellos que se