martes, 15 de junio de 2010

Los elemento naturales en la liturgia (II).

El aire es símbolo del Espíritu Santo. Cuando Nuestro Señor Jesucristo resucitado se apareció a sus discípulos en el Cenáculo, sopló sobre ellos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”. La Iglesia imitando este gesto del Divino Maestro, introdujo en la liturgia el soplo: el Obispo en la consagración de los Santos Oleos sobre el ánfora del Santo Crisma; sopla el oficiante tres veces sobre el agua que consagra para la administración del Santo Bautismo, para significar la infusión del Espíritu Santo en la materia que servirá para la administración de los sacramentos, sopla finalmente el sacerdote al administrar el Santo Bautismo tres veces sobre el bautizando, “a fin de que salga el inmundo espíritu y dé lugar al Espíritu Santo”.
El bálsamo junto con el aceite de oliva entra en la composición del Santo Crisma. El bálsamo, sustancia aromática incorruptible, se extrae de la corteza de ciertos árboles.
La cera se usa en la fabricación de las velas propiamente litúrgicas. “La cera formada del jugo de las flores por las abejas, en las que vieron siempre los antiguos un símbolo de la virginidad, significa la carne virginal del Divino Infante, que no alteró, ni en su concepción, ni en su nacimiento, la integridad de María” (Don Guéranger).
El cirio principal es el cirio pascual que se bendice el Sábado Santo y que representa a Nuestro Señor Jesucristo resucitado, “lucero que no conoce el ocaso, que lució sereno, para luz del género humano” (Himno Exultet).
El pan y el vino se usan en el Santo Sacrificio de la Misa. El pan ha de ser ázimo, esto es, sin levadura, y de harina de trigo. El vino debe ser de uva y puro.
La sal preserva de la corrupción: se usa en el bautismo y en la bendición del agua lustral.
El incienso es extraído de la corteza de ciertos árboles del Oriente, y, al quemarse, se descompone exhalando suavísimo perfume. En el Templo de Jerusalén había un altar dedicado a quemar el incienso y los perfumes. Los paganos lo usaban abundantemente en sus cultos nefandos.
El incienso representa las oraciones de los fieles que suben al cielo y llegan hasta el Trono del Altísimo. El incienso en nuestros templos impregna el ambiente de piedad y de suavísima fragancia.
La Iglesia inciensa al Santísimo Sacramento, la Cruz, el altar, las reliquias de los Santos, en señal de profunda veneración, inciensa al clero por ser los legítimos ministros de Dios, e inciensa a los fieles, porque estos deben estar unidos al celebrante.
La ceniza es símbolo de dolor y de arrepentimiento. Se usa el Miércoles de Ceniza “en señal de humildad cristiana y como prenda del perdón que se espera”. También se usa la ceniza en la consagración de las Iglesias.

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