jueves, 24 de junio de 2010

Grandeza de la Santa Misa.

“En el mundo, dice Bossuet, no hay nada más grande que Jesucristo, y en Jesucristo no hay nada más grande que su sacrificio; y en su sacrificio no hay nada más grande que el momento en que el Salvador dando un gran clamor dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y murió. Podemos decir igualmente, considerando que la iglesia es la prolongación de Cristo, y la Misa la prolongación del Calvario, que en el mundo no hay nada más grande que la Iglesia; que en la Iglesia no hay nada más grande que la Misa, y que en la Misa no hay nada más grande que la transubstanciación”. “Qué cosa más admirable, dice Santo Tomás, que este sacramento, en el que el pan y el vino se cambian substancialmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, de suerte que el Cristo, Dios y hombre verdadero, se contiene bajo la apariencia de un poco de pan y de un poco de vino”.
“A ejemplo de Jesucristo, cuya preocupación constante fue el sacrificio del Gólgota, el pensamiento de la Esposa de Jesús, la Iglesia, se reconcentra en el altar. Este altar es el centro hacia el que convergen todas las líneas arquitectónicas del templo: en torno del altar la Iglesia compone toda su liturgia que bien puede llamarse “miso-céntrica”.
“El sacrificio de la Misa, escribe M. Desloge, es el acto máximo de la liturgia cristiana, y la Iglesia, divinamente inspirada, no ha encontrado otro medio más excelso para recomendar la dignidad de otros ritos, que celebrarlos en medio del gran misterio del altar” (Liturgia, por Dom Lefebvre).
“Tenemos la obligación de reconocer, dice el Concilio de Trento, que los cristianos no pueden hacer nada más santo ni más divino, que estos divinos misterios, en los que la víctima vivificante, que nos reconcilia con Dios Padre, es inmolada todos los días por el sacerdote en el altar”.
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Participación de los fieles en la Santa Misa.
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La Santa Iglesia desea que los fieles oigan la Misa unidos al sacerdote, pronunciando con él las oraciones, penetrándose como él de los sentimientos litúrgicos, de los saludables consejos, enseñanzas, deseos y aspiraciones que contienen sus oraciones e instrucciones, desea que reciban en sus corazones aquella misma Víctima que han ofrecido. Estas preces van acompañadas de los méritos de súplica y satisfacción de la Santa Iglesia.
Toda la Liturgia de la Santa Misa supone la unión de los fieles con el celebrante: oigamos, por lo tanto, la Misa litúrgicamente, según el espíritu de la Iglesia.
El uso del Misal de los fieles, contribuirá, en gran parte, a la santificación del pueblo cristiano por medio de la Santa Misa.
Que el Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, encienda los corazones de nuestros fieles, para que se santifiquen por medio de la Santa Misa y de su participación real que es la Santa Comunión.

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