viernes, 29 de mayo de 2009

El Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, VI.

“El primero de los dones es el de la Sabiduría. ¿Qué significa aquí Sabiduría? Es una Sapida cognitio rerum spiritualium, un don sobrenatural para conocer o estimar las cosas divinas por el sabor espiritual que el Espíritu Santo nos de ellas; un conocimiento sabroso, íntimo y profundo de las cosas de Dios, que es precisamente lo que pedimos en la oración de Pentecostés: Da nobis in eodem Spiritu recta sapere. Sapere es tener, no ya sólo conocimiento, sino gusto de las cosas celestiales y sobrenaturales. No es, ni muchísimo menos, eso que se llama devoción sensible, sino más bien como una experiencia espiritual de lo divino que el Espíritu Santo se digna producir en nosotros; es la respuesta al Gustate et vidite quoniam suavis est Dominus. Este don nos hace preferir sin vacilación la dicha que hay en servir a Dios, a todas las alegrías de la tierra. El hace exclamar al alma fiel: “¡Qué deliciosas, Señor, son tus moradas! Un día pasado en tu casa vale por años pasados lejos de Ti”. Mas es preciso para experimentar esto que huyamos con cuidado de todo cuanto nos arrastra a los deleites ilícitos de los sentidos.
El don del Entendimiento nos hace ahondar en las verdades de la fe. San Pablo dice que el “Espíritu que sondea las profundidades de Dios, las revela a quien le place. Y no es que este don amengüe la incomprensibilidad de los misterios o que suprima la fe; antes bien, ahonda más en el misterio que el simple asentimiento de la fe; su campo abarca las conveniencias y grandezas de los misterios, sus relaciones mutuas y las que tienen con nuestra vida sobrenatural. Su objeto son asimismo las verdades contempladas en los Libros Sagrados, y es el que parece haberse concedido en mayor medida a los que en la Iglesia han brillado por la profundidad de su doctrina, a los cuales llamamos “Doctores de la Iglesia”, aunque todo bautizado posea también este precioso don. Leéis un texto de las divinas Escrituras, lo habréis leído y releído un sinnúmero de veces sin que haya impresionado a vuestro espíritu; pero un día brilla de repente una luz que alumbra, por decirlo así, hasta las más íntimas reconditeces de este texto, y la verdad entonces os aparece clara, deslumbradora, convirtiéndose, a menudo en principio de vida y de actos sobrenaturales. ¿Habéis llegado a ese resultado por medio de vuestra reflexión? No, antes bien, una iluminación, una intuición del Espíritu Santo, es la que, por el don de Entendimiento, os dio el ahondar el sentido oculto y profundo de las verdades reveladas para que las tengáis en mayor aprecio”.
Fuente: Dom Columba Marmión, Jesucristo, vida del alma, 1927.

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