EVANGELIO (SAN LUCAS XI, 14-28).
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En aquel tiempo: estaba Jesús lanzando un demonio, el cual era mudo. Y así que hubo echado al demonio, habló el mudo, y se maravillaron las gentes. Más algunos dijeron: en virtud de Belzebub, príncipe de los demonios, echa él los demonios(1). Y otros, para tentarle, le pedían algún prodigio del cielo. Jesús, cuando vio sus pensamientos, les dijo: todo reino dividido en bandos quedará destruído y caerán casas sobre casas. Pues si Satanás está también dividido contra sí mismo, ¿cómo subsistirá su reino? Pues decís que yo lanzo los demonios, con el poder de
Belzebub. Y si por virtud de Belzebub, lanzo yo los demonios, vuestros hijos ¿por virtud de quién los lanzan?(2). Por esto serán ellos los que os han de juzgar. Mas, si con el dedo de Dios, lanzo los demonios, es señal de que el reino de Dios ha llegado ya a vosotros. Cuando un valiente armado guarda la puerta de su casa, está seguro todo cuanto posee. Mas, si asaltándole otro más fuerte que él, le venciere, le quitará todas sus armas, y repartirá sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí. Y el que no recoge conmigo, desparrama(3). Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por lugares áridos buscando reposo, y no hallándolo se dice: me volveré a casa, de donde salí. Y regresando a ella, la encuentra barrida y bien adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando en ella, se establecen allí; y el nuevo estado de aquel hombre es así peor que el primero. Y aconteció que, mientras decía él esto, una mujer del público levantó la voz y exclamó: bienaventurado el vientre que te llevó, y los pechos que te amamantaron. Y él dijo: bienaventurados, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.
(1) "Belzebub", o "dios de las moscas", o "de la inmundicia", como por desprecio motejaban a Satanás. ¡Siempre proceden lo mismo los incrédulos de mala fe!
(2) Lo mismo pregunto yo: los hijos de las tinieblas, los adivinos (adivinos incluyen los que engañan a los católicos con los horóscopos), los videntes, y los profesionales todos de la superchería, ¿por virtud de quien hacen esas cosas raras? ¿Es que son santos?
(3) A veces se abusa demasiado de este célebre texto evangélico. En realidad sólo Dios y su Iglesia pueden usarlo con verdad. En ellos no es un arrebato de intransigencia: es una afirmación de suprema autoridad, es proclamar que sólo hay un Bien y una Verdad, y que no hay alianza posible entre el Bien y el mal, entre la Verdad y el error.
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