“Donde está Pedro allí está la Iglesia; donde está la Iglesia, allí está Cristo”, y “no puede tener nadie a Dios por Padre si no tuviere a la Iglesia por madre. Así lo afirman taxativamente los Santos Padres de la Iglesia, fieles intérpretes de la Tradición y del Dogma Cristiano. ¡Oh Silla Romana, Sede y Cátedra de Pedro! Tú eres la única infalible, y desde la Cumbre del Vaticano dictas leyes y enseñas y guías a los pueblos, por el rumbo que lleva a la felicidad y a la vida” (Lefébvre).
Jesucristo es el Jefe y Cabeza de su Iglesia; pero como había de llegar un día en que debía subir a los cielos, delegó sus divinos poderes a un hombre, ya que por medio de ellos quiere Dios, después de la Encarnación, comunicar con nosotros. Este hombre a quien Jesucristo constituyó Príncipe de las almas (Misa de la Cátedra de S. Pedro) y sobre quien “edificó su Iglesia” (Evangelio) fue S. Pedro, quien constituido en Vicario suyo, se sentará en su infalible Cátedra, teniendo en sus manos las llaves, símbolo de su suprema autoridad (Or. Ev.).
El culto de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo radica en las bases mismas del catolicismo, y si llegare a disminuir en los pueblos y en las almas, no sería sin gran detrimento del catolicismo (D. Gueránguer).
Al sucesor de San Pedro se le llama Papa, del griego pappas, que significa padre.
Se le llama Vicario de Cristo, porque vicario, del latín vices agere, significa hacer las veces de otro.
Se le llama Pontífice, del latín póntifex, de póntem fácere, que significa hacer puente. “El Pontífice, dice San Bernardo, es un puente entre Dios y los hombres”.
Aplicaciones prácticas:
Vivamos siempre adheridos a la cátedra de Pedro, cátedra de la verdad, seguros de que vamos por buen camino a la puerta del cielo, en la cual está el Príncipe de los Apóstoles para franquearnos la entrada.
Me estimaré feliz de pertenecer a la Iglesia Católica.
Amaré al Papa y lo veneraré como Representante de Cristo en la tierra; respetaré y reverenciaré a los obispos, presbíteros y diáconos. (1939).
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