La forma de lenguas de fuego con que bajó el Espíritu Santo el día de Pentecostés denotaba dos cosas: 1º que el Espíritu Santo, como un fuego divino, purifica, ilumina e inflama las almas; 2º que bajó sobre los apóstoles con el fin de comunicarles el don de lapalabra apostólica.
Debo apreciar cuanto más sea posible la permanencia del Espíritu Santo en mi alma. Debo tener horror a cuanto pueda arrojarlo de ella, ya inmediatamente como el pecado mortal, ya remotamente como el pecado venial deliberado que dispone al pecado mortal, especialmente cuando hay suma negligencia en evitarlo.
Es importante recordar este pasaje de San Pablo, hoy que tampoco se estima la vida sobrenatural y de la gracia: “¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Pues si alguno profanase el templo de Dios, perderle ha Dios a él. Porque el templo de Dios que sois vosotros, santo es” (1ª carta a los de Corinto, III, 16 y 17).
Debo conocer el significado de los dones del Espíritu Santo, y su importancia para la vida cristiana.
Don de Sabiduría, para conocer las cosas de Dios y encontrar gusto en ellas.
Don de Entendimiento, para entender las verdades de la religión y obrar conforme a ellas.
Don de Consejo, para elegir el bien.
Don de Fortaleza, para cumplir nuestros deberes.
Don de Ciencias, para usar bien de las cosas del mundo y que nos ayuden a salvarnos.
Don de Piedad, para amar a Dios como a Padre.
Don de Temor de Dios, para temerle santamente como a nuestro Juez que puede castigar nuestros pecados.
Pascua y Pentecostés con los 50 días intermedios, se consideraban como una fiesta continuada a que llamaban cincuentenario. Primero se celebraba el triunfo de Cristo; luego su entrada en la gloria, y por fin en el día 50, el aniversario del nacimiento de la Iglesia. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés pertenecen al misterio pascual. “Pascua ha sido el comienzo de la gracia; Pentecostés su coronación”, dice San Agustín. Las Ascensión, puesta en el centro del tríptico pascual, sirve de lazo de unión a esas otras dos fiestas.
(Compendio de la Doctrina Cristiana, 1939).
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