Bajo el amparo de Santa Bárbara, virgen y mártir, Patrona de Casablanca, promovemos la Tradición Católica. Dilexísti justítiam, et odísti iniquitátem. (Ps. 44,8).
jueves, 31 de marzo de 2011
Creo en la Santa Iglesia Católica (II).
miércoles, 30 de marzo de 2011
Sobre la blasfemia.
BENDITO SEA TU NOMBRE SEÑOR
Hasta hace no mucho tiempo se podía leer en muchos bares un cartel en el que ponía que estaba prohibido blasfemar en ese establecimiento bajo multa de 100 pesetas. Eso es algo que ya ha desaparecido y sólo queda en el recuerdo, pero la mala costumbre de proferir blasfemias no.
Blasfemar es algo muy común entre la gente. En medio de una conversación con otra persona, enseguida se oye un exabrupto contra Dios. Muchos dirán que eso ya forma parte del lenguaje, que es una expresión más, que se dice sin pensarlo o sin malicia. Pero lo cierto es que sigue siendo una ofensa a Dios.
El segundo mandamiento de la ley de Dios dice: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Prescribe claramente respetar el nombre del Señor. Regula el uso de nuestra palabra en las cosas santas. El nombre del Señor es santo, por eso el hombre no puede usarlo mal. Sólo lo debe emplear para bendecirlo, alabarlo, glorificarlo y adorarlo.
¡Qué ejemplos más bonitos tenemos en los salmos, sobre la alabanza!
Por ejemplo el salmo 96: “¡Cantad al Señor bendecid su nombre! Anunciad su salvación día tras día…”; el salmo 113: “¡Alabad servidores del Señor, alabad el nombre del Señor! ¡Bendito sea el nombre Señor, desde ahora y por siempre! ¡De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor!”, el salmo 8, tan popular y conocido: “Señor, Dios nuestro, que admirable es tu Nombre en toda la tierra”, o el salmo 148 pidiendo que alabe al Señor toda la creación: “…alaben el nombre del Señor. El único Nombre sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra”.
Por desgracia, ya no son muchos los sacerdotes que predican en sus homilías contra la blasfemia, pero hay ejemplos, como el apóstol Santiago en su epístola a una comunidad de cristianos, en la que reprueba “a los que blasfeman contra el hermoso nombre de Jesús” (St 2,7). Y otros muchos santos, como San Juan María Vianney, que lucharon por erradicar esa costumbre en las parroquias que les habían encomendado. Y lo lograron a base de oración, penitencia y predicación.
Durante la persecución religiosa española, fueron cientos los católicos que murieron por su fe, simplemente por vivir una vida cristiana. A muchos de ellos la única condición que les ponían para salvar su vida era que blasfemaran contra Dios. Hay testimonios impresionantes de jóvenes que se negaban a ello con firmeza y en vez de proferir los insultos que los milicianos querían que dijesen, lanzaban alabanzas y vivas a Jesús y la Virgen. Uno de ellos es el de un chico de 16 años, Santiago Mosquera y Suárez de Figueroa, de la diócesis de Toledo, al que detuvieron y obligaron a blasfemar, al negarse a ello, los golpes y palizas empezaron a caer sobre él. Después de sufrimientos indecibles le llevaron a fusilar, no murió, fue herido gravemente. Al día siguiente escucha que se acerca el sepulturero, al cual le pide ayuda, la condición que le pone éste nuevamente es que blasfeme; la respuesta de Santiago “Prefiero morir antes que ofender a Dios”. El sepulturero coge un pico y de un golpe acaba con su vida. Impresionante. Merece la pena leer lo que se ha escrito sobre él y sobre otros tantos.
Todos ellos predicaron con el ejemplo, de palabra y de obra, sobre la importancia que tenía el no blasfemar.
Alguien me decía que en su trabajo era algo continuo el escuchar esta clase de juramentos contra Dios, la Virgen o los santos y que había hecho lo imposible por convencer a sus compañeros para que no las dijesen, pero todo en vano, así que decidió que cada vez que oyese a alguien insultar a Dios, él, interiormente, decía al Señor una alabanza o una oración de bendición, como acto de reparación por la ofensa hecha a Dios. Creo que es un buen ejemplo que puede imitar, cada uno en su lugar de trabajo o centro de estudio, en su casa o en la calle. Aunque nos parezca que no sirve de nada esa oración, claro que sirve, es un acto de amor hacia el Señor y todo lo que se hace con amor tiene su recompensa.
La Virgen en su aparición del 13 de octubre en Fátima, pidió “que no se ofenda más a Dios, que ya está muy ofendido”. Y en Pontevedra le mostró su Corazón a la Hermana Lucía diciéndola: “Mira mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos, procura consolarme y di que todos los que durante cinco meses seguidos en el primer sábado se confiesen, reciban la Sagrada comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de su muerte con las gracias necesarias para su salvación.” La Virgen pide expresamente que no se la ofenda más y que se haga un acto de reparación por esos pecados.
Frente a esas expresiones de odio o reproche a Dios. La Iglesia ha recogido otras, llamadas alabanzas de reparación, que reza durante la exposición del Santísimo, pero que pueden decirse en cualquier otro momento como acto de amor a Cristo: “Bendito sea Dios”, “Bendito sea su santo Nombre”, “Bendito sea el Nombre de Jesús”, “Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre”…
Si eres creyente y blasfemas, piensa en daño que produces al Señor y a la Virgen y corrígete. Si no lo haces, a lo mejor son personas de tu familia o amigos cercanos a los que si que “se les escapa” en algún momento esas palabras; quizás con la confianza que puedas tener con ellos, les puedas comentar que no las digan. Seguramente que si se lo explicas bien y te tienen aprecio, se corrijan.
Es por Cristo por quien sacas la cara y Él ya lo dijo: “El que se avergüence de Mí y de Mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en Su gloria” (Lc 9,6).
Ojalá salgan siempre de nuestros labios oraciones de alabanza al Señor, como la que dijo el profeta Daniel: “Bendito tu Nombre, santo y glorioso, a él gloria y alabanza por los siglos”.
Secretariado de Santa Columba de Segovia.
Una Voce Málaga.
martes, 29 de marzo de 2011
Creo en la Santa Iglesia Católica.
“Donde está Pedro allí está la Iglesia; donde está la Iglesia, allí está Cristo”, y “no puede tener nadie a Dios por Padre si no tuviere a la Iglesia por madre. Así lo afirman taxativamente los Santos Padres de la Iglesia, fieles intérpretes de la Tradición y del Dogma Cristiano. ¡Oh Silla Romana, Sede y Cátedra de Pedro! Tú eres la única infalible, y desde la Cumbre del Vaticano dictas leyes y enseñas y guías a los pueblos, por el rumbo que lleva a la felicidad y a la vida” (Lefébvre).
Jesucristo es el Jefe y Cabeza de su Iglesia; pero como había de llegar un día en que debía subir a los cielos, delegó sus divinos poderes a un hombre, ya que por medio de ellos quiere Dios, después de la Encarnación, comunicar con nosotros. Este hombre a quien Jesucristo constituyó Príncipe de las almas (Misa de la Cátedra de S. Pedro) y sobre quien “edificó su Iglesia” (Evangelio) fue S. Pedro, quien constituido en Vicario suyo, se sentará en su infalible Cátedra, teniendo en sus manos las llaves, símbolo de su suprema autoridad (Or. Ev.).
El culto de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo radica en las bases mismas del catolicismo, y si llegare a disminuir en los pueblos y en las almas, no sería sin gran detrimento del catolicismo (D. Gueránguer).
Al sucesor de San Pedro se le llama Papa, del griego pappas, que significa padre.
Se le llama Vicario de Cristo, porque vicario, del latín vices agere, significa hacer las veces de otro.
Se le llama Pontífice, del latín póntifex, de póntem fácere, que significa hacer puente. “El Pontífice, dice San Bernardo, es un puente entre Dios y los hombres”.
Aplicaciones prácticas:
Vivamos siempre adheridos a la cátedra de Pedro, cátedra de la verdad, seguros de que vamos por buen camino a la puerta del cielo, en la cual está el Príncipe de los Apóstoles para franquearnos la entrada.
Me estimaré feliz de pertenecer a la Iglesia Católica.
Amaré al Papa y lo veneraré como Representante de Cristo en la tierra; respetaré y reverenciaré a los obispos, presbíteros y diáconos. (1939).
lunes, 28 de marzo de 2011
Creo en el Espíritu Santo.
La forma de lenguas de fuego con que bajó el Espíritu Santo el día de Pentecostés denotaba dos cosas: 1º que el Espíritu Santo, como un fuego divino, purifica, ilumina e inflama las almas; 2º que bajó sobre los apóstoles con el fin de comunicarles el don de lapalabra apostólica.
Debo apreciar cuanto más sea posible la permanencia del Espíritu Santo en mi alma. Debo tener horror a cuanto pueda arrojarlo de ella, ya inmediatamente como el pecado mortal, ya remotamente como el pecado venial deliberado que dispone al pecado mortal, especialmente cuando hay suma negligencia en evitarlo.
Es importante recordar este pasaje de San Pablo, hoy que tampoco se estima la vida sobrenatural y de la gracia: “¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Pues si alguno profanase el templo de Dios, perderle ha Dios a él. Porque el templo de Dios que sois vosotros, santo es” (1ª carta a los de Corinto, III, 16 y 17).
Debo conocer el significado de los dones del Espíritu Santo, y su importancia para la vida cristiana.
Don de Sabiduría, para conocer las cosas de Dios y encontrar gusto en ellas.
Don de Entendimiento, para entender las verdades de la religión y obrar conforme a ellas.
Don de Consejo, para elegir el bien.
Don de Fortaleza, para cumplir nuestros deberes.
Don de Ciencias, para usar bien de las cosas del mundo y que nos ayuden a salvarnos.
Don de Piedad, para amar a Dios como a Padre.
Don de Temor de Dios, para temerle santamente como a nuestro Juez que puede castigar nuestros pecados.
Pascua y Pentecostés con los 50 días intermedios, se consideraban como una fiesta continuada a que llamaban cincuentenario. Primero se celebraba el triunfo de Cristo; luego su entrada en la gloria, y por fin en el día 50, el aniversario del nacimiento de la Iglesia. La Resurrección, la Ascensión y Pentecostés pertenecen al misterio pascual. “Pascua ha sido el comienzo de la gracia; Pentecostés su coronación”, dice San Agustín. Las Ascensión, puesta en el centro del tríptico pascual, sirve de lazo de unión a esas otras dos fiestas.
(Compendio de la Doctrina Cristiana, 1939).
domingo, 27 de marzo de 2011
Dominica Tertia in Quadragesima.
sábado, 26 de marzo de 2011
viernes, 25 de marzo de 2011
Creo en Jesucristo (II).
Recuérdese cómo la doctrina de la divinidad de Jesucristo es de suma importancia. En efecto, si Jesucristo es Dios se sigue que también sus enseñanzas son divinas; que la Iglesia fundada por El es una institución divina; que el magisterio eclesiástico tiene realmente el don de infalibilidad que Jesucristo le prometió, y que por consiguiente tenemos una garantía divina de la verdad de cada una de las doctrinas de la Iglesia.
He aquí un claro y jugoso resumen de las pruebas de la divinidad de Jesucristo:
-Jesucristo nació como Dios. Antes de su nacimiento fue anunciado, y vivió en la memoria de los hombres que durante 4.000 años le esperaron como Dios.
-Jesucristo habló como Dios. Es el único que ha anunciado una doctrina que se adapta a todos los naturales, se armoniza con todos los tiempos, con todos los lugares, con todas las edades; es el único que a sí mismo se ha llamado Dios.
-Jesucristo obró como Dios:
-En el orden físico. Lo cambió a su voluntad; hizo cosas que ningún otro ser creado puede hacer.
-En el orden intelectual. Anunció el porvenir de su Evangelio, de su patria, de sus discípulos, de su persona; y lo que predijo se ha realizado.
-En el orden moral. Soportó con fuerza y abnegación sobrehumanas los desprecios, las molestias, los tormentos; vivió en una santidad y una perfección que sobrepujan a toda santidad y perfección humanas.
-En el orden social. Fundó una sociedad religiosa, victoriosa del tiempo, de los hombres, de las cosas, la cual, según su promesa, subsistiría siempre; la fundó sin recurrir ni a la ciencia, ni a la fuerza, ni a las pasiones.
-Jesucristo murió como Dios. Predijo la época y el género de su suplicio. Sufrió la muerte con paciencia y fuerza sobrehumanas.
-Jesucristo resucitó como Dios. Este hecho, que está bien demostrado, bastaría por sí solo para probar su divinidad.
-Jesucristo reina como Dios. En las inteligencias por la fe que obtiene a pesar de los sentidos y de la razón; en los corazonespor el amor que en ellos engendra; en las almas por la adoración que le rinden.
-Jesucristo sobrevive como Dios. En su Iglesia que perpetúa sus enseñanzas; en sus Santos que perpetúan su santidad. Si Jesucristo produce aún mártires, héroes y santos, es que está presente, siempre presente; es que resucitó; es que es Dios. (1939).
jueves, 24 de marzo de 2011
Creo en Jesucristo. El redentor prometido (I).
El nombre de Jesús-Salvador, de Cristo-ungido o consagrado. En el Antiguo Testamento se llamaban ungidos del Señor los Profetas, Sacerdotes y Reyes. Jesucristo es nuestro Profeta, Sacerdote y Rey por excelencia. Lo primero, porque nos reveló los misterios de Dios y nos enseñó cuanto tenemos que creer, esperar y obrar para nuestra salvación. Lo segundo porque se sacrificóen la cruz por la redención de los hombres y todavía se ofrece diariamente por nosotros en el altar y porque es nuestro continuo medianero e intercesor en el cielo. Lo tercero, porque fundó un reino espiritual, que es la Iglesia, cuya cabeza es y será El para siempre.
Jesucristo es el único Hijo de Dios, porque sólo Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza, y Dios verdadero como el Padre. Nosotros también somos hijos de Dios, pero no por naturaleza, como Jesucristo, sino hijos adoptivos por gracia.
Es Jesucristo nuestro Señor, porque El es nuestro Dios, que nos creó y conserva y Nuestro Redentor que nos rescató con el precio de su sangre.
Tengamos presente, además, cómo después de la culpa, no abandonó Dios a nuestros primeros padres, sino que les prometió un Redentor. Dios se escogió un pueblo para que conservase esa promesa y para que de ese pueblo elegido naciera el Redentor.
La humanidad vivió de esa esperanza muchos siglos y los que se salvaron en el Antiguo Testamento, por la fe en ese Redentor que había de venir se salvaron. Para alentar esa esperanza en el pueblo de Dios se renovó varias veces esa promesa y fue figurado el Mesías en cosas y personas de la Antigua Ley, como por ejemplo, en el cordero pascual, la serpiente de bronce, el sacrificio de Isaac, el justo de Abel, etc., y fue profetizado y anunciado por varones santos a quienes Dios comunicó el don de conocer el porvenir.
Jesucristo es mi Redentor porque no con oro ni plata, sino con el precio infinito de su sangre nos rescató y nos devolvió nuestros derechos a la gloria (1ª carta de San Pedro, I, 18-19).
Trataré de conocer y apreciar los beneficios de la Redención. La gracia santificante que nos hace participar de la naturaleza divina, el derecho a la gloria, la liberación de la tiranía del demonio, al elevación de la naturaleza humana, la celestial doctrina de Cristo y el poder pertenecer a la institución por El fundada, la Santa Iglesia. (1939).
miércoles, 23 de marzo de 2011
Creo en Dios (III).
-Dios es infinitamente justo. Porque premia a los buenos y castiga a los malos. Seamos justos también nosotros, dando a cada cual lo suyo.
-Dios es infinitamente bueno. Porque quiere el bien de todos y a todos hace innumerables beneficios. La bondad de Dios debe inspirarnos sentimientos de gratitud y confianza para Dios y bondad y benevolencia hacia nuestros prójimos, especialmente si son pobres, enfermos, débiles, desgraciados y aún enemigos.
-Dios es infinitamente misericordioso. Porque perdona generosamente al pecador arrepentido. La misericordia de Dios se manifiesta principalmente de tres modos. 1º Dios soporta con paciencia a los pecadores. 2º Dios llama al pecador por medio de buenas inspiraciones, remordimientos de conciencia, buenas lecturas, castigos temporales, buenos ejemplos, et. 3º Dios recibe con ternura y perdona al pecador arrepentido. Imitemos la misericordia de Dios perdonando generosamente a nuestros enemigos y ofensores.
-Dios es infinitamente veraz. En la veracidad de Dios está el fundamento de nuestra fe. Nunca dudemos ni por un instante de las verdades que Dios nos ha revelado; en las tentaciones contra la fe digamos en seguida: “Creo, Señor; aumenta mi fe” (S. Marcos, IX, 24).
Fidelidad de Dios. La fidelidad de Dios debe inspirarnos: 1º Confianza en sus promesas, especialmente durante la oración, que El prometió escuchar. 2º Santo temor de ofenderlo a fin de no incurrir en los castigos por El amenazados.
(Compendio de Doctrina Cristiana, 1939).
martes, 22 de marzo de 2011
Altares del Ayer

lunes, 21 de marzo de 2011
Organo litúrgico.
domingo, 20 de marzo de 2011
Dominica secunda in Quadragesima.
Toda la vida de Jacob es figurativa de Cristo. Dice San Agustín que "el hecho de la bendición que Isaac concedió a Jacob tenía un sentido simbólico, por cuanto las pieles de cabrito representaban los pecados, y Jacob revestido de esas mismas pieles era imagen de Aquél que, no teniendo pecados propios, cargó con los ajenos" (Maitines). Simbolismo que todavía recuerda el Pontifical Romano al obispo, cuando se pone los guantes para celebrar Misa.
Jacob fue "el suplantador" de su hermano Esaú, pues le ganó su derecho de primogenitura. Jesús, a su vez, suplantó al demonio, principe de este mundo, arrebatándole su presa con un arte y astucia divinas: ars ut artem falleret.
Jacob en su lucha con el Ángel salió al fin vencedor, y desde entonces le mandó Dios que se llamase Israel, o sea fuerte contra Dios. Pero más fuerte aun fue Cristo Jesús, el cual con dolores y luchas a brazo partido con el ángel malo, lo venció y, lo que es más, logró desarmar a Dios mismo, atándole las manos de su justicia para que no descargase sobre la tierra culpable los golpes merecidos de su ira.
Además Jesucristo es nuestro hermano mayor y nuestro capitán. Debemos escuchar sus palabras porque Él nos ha elegido para ser su propio pueblo. Claramente nos inculca esto la Epístola de hoy.
Jesús se aplica también a sí mismo la aparición de la escala de Jacób, para demostrar que en medio de las persecuciones se ve continuamente protegido por la divinidad y por los Ángeles (S. Juan I, 51). Dice también San Hipólito que "así como Esaú urdía la muerte de su hermano, así el pueblo judío tramó la muerte de Cristo y de su Iglesia.
Jacob hubo de huir muy lejos; y Cristo, a su vez, rechazado por la incredulidad de los suyos, hubo de fugarse a Galilea, en donde le fue dada por esposa la Iglesia, proveniente de la raza gentílica". Mas al fin de los tiempos estos dos pueblos, judío y gentil, llegarán a reconciliarse. También el Evangelio de hoy tiene como precursor en la visión de Jacob.
Él vió la gloria de Dios, y los Apóstoles la vieron en la Transfiguración, y más tarde cuando se les apareció inundado en divinales efluvios después de resucitado.
sábado, 19 de marzo de 2011
Creo en Dios (II).
Siempre que Dios ha hablado a los hombres ha revelado de hecho su propia existencia. Pero muchas veces ha querido revelarse con expresas palabras (Historia Sagrada).
La simple razón natural nos suministra pruebas claras y evidentes de la existencia de Dios. Para negar esta verdad se requiere haber perdido la razón, ser insensato. “En necio dijo en su corazón: No hay Dios” (Salmo XIII, 1).
Las perfecciones y atributos divinos deben ser una constante lección para mí.
-Dios es eterno. En medio de un torrente espumoso hay una roca: millones de gotas pasan por ella, permaneciendo ella siempre inmóvil; las gotas pasan, pero la roca siempre queda. Así permanece Dios en infinita calma, viendo pasar delante de sí el torrente bramador de los acontecimientos. Aficionémonos no a lo transitorio, a lo que pasa, a las cosas de la tierra, sino a lo que no pasa, es decir, a Dios.
-Dios es inmutable. Siendo la inmutabilidad una perfección, lo opuesto, o sea la mutabilidad propia de las criaturas, es defecto. Por consiguiente seremos tato más perfectos y semejantes a Dios cuanto más estables en el bien. Seamos constantes en nuestros propósitos.
-Dios es inmenso. Está en todas partes, todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe. Las almas buenas caminan siempre en la presencia de Dios. Invitado un santo a cometer una mala acción, dijo al tentador: “Llévame a donde Dios no nos vea y consentiré”. Tal debe ser nuestra respuesta en las tentaciones.
-Dios es infinitamente sabio. Porque todo lo dirige del modo más conveniente al fin que se propone. Nunca nos quejemos de las disposiciones de Dios. Lo que nos parece un mal, una desgracia, es a lo ojos de Dios lo que más nos conviene al bien espiritual y aún temporal de los hombres.
-Dios es omnipotente. Porque con sólo su querer hace todo cuanto quiere. La consideración de este atributo debe infundirnos confianza ilimitada en Dios, especialmente durante la oración, las tentaciones y las dificultades.
-Dios es infinitamente santo. Porque tiene un odio infinito al pecado y ama infinitamente el bien. “Como de la vista de una serpiente, así huye del pecado”, dice el Espíritu Santo.
viernes, 18 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Creo en Dios.
- ¿Qué significan las palabras “Creo en Dios”? Las palabras Creo en Dios significan: -Creo que hay un Dios; -Creo todo lo que El ha revelado; -Confío en su Amorosa Providencia.
- ¿Quién es Dios? Dios es un ser perfectísimo, Creador del cielo y de la tierra.
- ¿Podemos ver a Dios? No podemos ver a Dios porque Dios es espíritu.
- ¿En dónde está Dios? Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar.
- ¿De cuántas maneras está Dios en todas partes? Dios está en todas partes de tres maneras: por esencia, presencia ypotencia. Por esencia: dando el ser y conservando todas las cosas; por presencia, porque todo lo ve aun los más secretos pensamientos; por potencia, porque es el señor de todo lo creado. Dios está de una manera especial en el cielo que es su palacio y allí le ven los ángeles y santos. En el alma del justo, donde reina por gracia y amor. En el templo, que es u trono en la tierra y casa de oración.
- ¿Por qué creemos en Dios? Creemos en Dios porque el mismo Dios nos ha revelado su existencia y nuestra misma razón está de acuerdo con esta verdad de la Fe.
No olvidemos que Dios es nuestro Padre que está en el cielo:
-que al decir: Ser perfectísimo, entendemos que Dios es un espíritu purísimo, infinitamente bueno, sabio, poderoso; principio y fin de todas las cosas, premiador de buenos y castigador de malos.
-que Dios es un espíritu purísimo porque no tiene cuerpo como nosotros;
-que por espíritu entendemos al Ser dotado de entendimiento y voluntad, que carece de cuerpo. “Dios es espíritu y por lo mismo los que lo adoran, en espíritu y en verdad deben adorarle” (San Juan, IV, 24).
-que Dios es infinitamente bueno porque ama y cuida todas las cosas que ha creado. Sobre todo ama al hombre, porque es nuestro Padre y nos ha creado a su imagen y semejanza. Dios nos proporciona el alimento, el vestido y cuanto necesitamos para la vida. Además, por la gracia, Dios nos hace hijos suyos y herederos del cielo;
-que Dios es infinitamente poderoso porque todo lo puede sin que ninguna cosa le sea dificultosa;
-que Dios es principio de todas las cosas, porque todas las cosas las ha creado, y que Dios es fin de todas las cosas, porque todas están ordenadas a mayor gloria de Dios;
-que Dios es premiador de buenos y castigador de malos. No habrá cosa buena por pequeña que parezca, que Dios deje sin premiarla; ni habrá cosa mala, por oculta que se haya hecho, que Dios no la castigue.
No olvidemos, además, que la verdad de la existencia de Dios es una de aquellas verdades que pertenecen a la vez a larevelación y a la razón.
(Compendio de Doctrina Cristiana, 1939).
miércoles, 16 de marzo de 2011
Los sacramentales.
- ¿Qué son los sacramentales? “Los sacramentales son cosas o acciones de las cuales suele usar la Iglesia, imitando algún sacramento, a fin de obtener por su impetración, efectos especialmente espirituales” (Código canónico, c. 1144).
- ¿Cuáles son los sacramentales? Según el derecho canónico los sacramentales se reducen a tres: bendiciones,consagraciones y exorcismos. Las bendiciones son: verbales, si al darlas, sólo se dice una fórmula acompañada de la señal de la cruz; reales, cuando además se usa otro sacramental como el agua bendita. Son invocativos cuando sirven para implorar el auxilio divino sobre las personas o las cosas; constitutivos cuando convierten las cosas profanas en sagradas. Se bendice a las personas y las cosas; las personas: el pueblo en la Misa, los que han comulgado, los esposos, los moribundos, los difuntos. Las cosas: velas, cenizas, palmas, cruces, ornamentos sagrados, medallas, imágenes, rosarios, banderas, casas, edificios públicos, buques, locomotoras, campos, frutos, etc. Cuando en las bendiciones se usan los santos óleos, reciben el nombre de consagraciones. Se consagran las personas y las cosas. Los exorcismos son fórmulas o actos por los cuales se manda al demonio, en nombre de Jesucristo, que salga de una persona, lugar o cosa.
- ¿Qué efectos producen los sacramentales? Los sacramentales producen los efectos que la Iglesia pide a Dios en las oraciones que reza sobre las personas o las cosas.
- ¿Qué uso hay que hacer de los objetos bendecidos? Hay que tratar con gran reverencia las cosas bendecidas y conviene usarlas con gran confianza, pero siempre en conformidad con el significado y eficacia que les da la Iglesia. (Compendio de la Doctrina Cristiana, Santiago de Chile, 1939).
martes, 15 de marzo de 2011
Actualización de la Galería de Fotos.
lunes, 14 de marzo de 2011
Dominica Prima in Quadragesima.
domingo, 13 de marzo de 2011
Domingo 1º de Cuaresma.
sábado, 12 de marzo de 2011
Actos litúrgicos más excelentes.
1. ¿Cuál es la importancia litúrgica de la Misa? La Misa es el centro de la vida cristiana, y el manantial perenne de todas las gracias que recibimos de Dios. “La Santa Misa es el sol del mundo cristiano, el alma de la fe, centro de la religión católica, hacia el cual convergen todos los ritos, todas las ceremonias y todos los sacramentos; en una palabra, es el compendio de todo lo bello que hay en la Iglesia de Dios” ( S. Leonardo de Porto Mauricio).
2. ¿Cómo debe oírse la Misa? Siendo la Misa el acto más santo e importante que podamos realizar conviene: a) tomar parte activa en la misma; b) asistir a ella con debidas disposiciones. Se toma parte activa en la Misa, ayudándola u oyéndola en unión con el celebrante, rezando inteligente y devotamente las mismas oraciones que reza el sacerdote. Lasdisposiciones para asistir con fruto a la Santa Misa se reducen a tres principales: pureza de alma, fe viva y dolor de los pecados.
3. ¿Cómo se divide la Misa? La Misa se divide en dos partes: el ante-sacrificio, o Misa de los Catecúmenos, que comprende hasta el Ofertorio; el sacrificio propiamente dicho, o Misa de los Fieles, que abarca desde el Ofertorio hasta el fin. Las preces que el celebrante reza durante la Misa, unas son invariables, o el “común de la misa” y otras variables o el “propio de la misa”.
4. ¿Qué es el Oficio divino? El Oficio divino es la oración oficial y social de la Iglesia.
5. ¿Cuáles son los elementos constitutivos del Oficio divino? Los elementos constitutivos del Oficio divino son: laPalabra de Dios o Sagrada Escritura, principalmente los Salmos; la oración de la Iglesia; la doctrina de los Santos Padres y Doctores.
6. ¿Qué relaciones hay entre los sacramentos y la Misa? Entre los Sacramentos y la Misa existen las más íntimas relaciones. El Bautismo: el agua usada en el Bautismo se consagra la víspera de Pascua y de Pentecostés en la solemne ceremonia que precede a la Misa; la Confirmación y la Extremaunción: los Santos óleos que se usan al administrar estros sacramentos son consagrados por el Obispo la Misa del Jueves Santo; la Eucaristía: sólo en la Misa se puede consagrar el Pan eucarístico; la Penitencia: la liturgia de la Cuaresma ofrece el carácter penitencial destinado a la reconciliación; el Orden sagrado: sacrificio y sacerdocio son dos cosas correlativas: sin sacerdocio no hay sacrificio, y el sacerdocio se ha instituido principalmente para ofrecer el sacrificio; el Matrimonio: quiere la Iglesia que el Matrimonio se celebre con Misa de esponsales, durante la cual los esposos reciben la bendición nupcial. (1939).
viernes, 11 de marzo de 2011
Misa de San Pío V: Su riqueza litúrgica y su rehabilitación actual (IV).
jueves, 10 de marzo de 2011
Misa de San Pío V: Su riqueza litúrgica y su rehabilitación actual (III).
miércoles, 9 de marzo de 2011
Tiempo de Cuaresma y Miércoles de Ceniza.
Definición y objeto de la Cuaresma. La Cuaresma es el tiempo litúrgico comprendido entre el Miércoles de Ceniza y el mediodía del Sábado Santo. Es tiempo de oración y recogimiento, de ayuno y abstinencia, instituido para honrar e imitar el ayuno de Nuestro Señor Jesucristo en los montes desiertos de Judá y para prepararnos a la conveniente celebración de la Pascua. Su duración es de cuarenta días, pero la Iglesia la hace comenzar el Miércoles de Ceniza, porque los Domingos no se computan, por ser días de alegría y no de penitencia.
El canto litúrgico propio de tiempo es el Attende, Domine, et miserere. Fija los ojos sobre tu pueblo, Señor, y ten piedad de nosotros porque hemos pecado.
Miércoles de Ceniza.
Con el Miércoles de Ceniza la Iglesia da comienzo al tiempo de la Cuaresma. Con la significativa ceremonia de la imposición de cenizas quiere la Iglesia recordarnos que hemos de hacer penitencia por nuestros pecados, como en otro tiempo la hicieron los Ninivitas cubriéndose de ceniza y cilicio.
Antes de la Misa, el celebrante, revestido de pluvial morado bendice la ceniza, residuo de la combustión de los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año precedente; en seguida la impone sobre la frente de los fieles diciendo las palabras que el Señor pronunció en el Paraíso al condenarnos a la muerte: Acuérdate, hombre, que eres polvo y que te convertirás en polvo.
Recibamos las cenizas con sentimientos de verdadera humildad a la vista de nuestras miserias y pecados.
La imposición de las cenizas nos recuerda lo que antiguamente se efectuaba en este día con los pecadores públicos. En efecto, el primer día de Cuaresma se presentaban a la puerta de la Catedral, cubiertos de saco y descalzos. El obispo los hacía entrar a la iglesia; allí se prosternaban y el mismo obispo les bendecía los cilicios que deberían llevar durante la Cuaresma. Se cantaban los salmos penitenciales, y se les cubría la cabeza de cenizas benditas, y finalmente, al canto de las palabras del Génesis por las que el Señor arrojó a nuestros primeros padres del Paraíso, se les despedía de la iglesia. Desde este momento no podían tomar parte en los oficios divinos hasta el Jueves Santo, día en que se les daba la absolución sacramental.
La ceremonia de las cenizas fue en un principio para los pecadores públicos, pero poco a poco los fieles fueron mezclándose con los pecadores para excitarlos a la penitencia. En el siglo XI, la Iglesia hizo extensiva la imposición de cenizas al clero y a todos los fieles.
En este tiempo, además, de los signos de tristeza de Septuagésima, la Iglesia prohíbe las flores en el altar y el toque de órgano, a excepción de la cuarta Dominica de Cuaresma, llamada Laetare; prohíbe al diácono y subdiácono el uso de la dalmática y de la túnica; dice una oración especial sobre el pueblo, invitando a la humildad: Humillad vuestras cabezas delante de Dios.
(Fuente: Liturgia, Federación de los Colegios Católicos Femeninos, Santiago de Chile, 1935).