miércoles, 27 de octubre de 2010

San Gregorio I, “El Grande”.

El Papa Gregorio I se destacó por distintos aspectos, entre ellos por su gran valor y prudencia en defensa de la ciudad de Roma ante el rey de los lombardos Agilulfo (año 593), quien ante el valor del Papa y sus serias negociaciones se abstuvo de destrucciones. San Gregorio puso también empeño en la atención a los enfermos, a los vasallos y a los campesinos, auxiliándolos espiritualmente pero también con ayuda material. Todas las riquezas heredadas de su familia, y también los bienes a su disposición como Pontífice Romano, fueron destinados a la atención de tantas personas en penuria y hambre.
En cuanto a escritos de San Gregorio Magno hay varios de gran importancia como su Regula Pastoralis, sobre funciones episcopales en sus tareas catequísticas y pastorales. Están también sus célebres Diálogos, con recolección de tradiciones religiosas de los pueblos. Su epistolario está conformado por numerosas cartas a obispos y comunidades. Son célebres también los varios y magníficos sermones que han sido recogidos por la Iglesia en la Liturgia de las Horas. Este Papa promovió el canto litúrgico y con su compilación Antiphonario se cultivó la maravillosa cadencia llamada canto gregoriano.
Magnífica obra de San Gregorio Magno, por medio del gran misionero y luego obispo san Agustín de Canterbury, fue la evangelización de Inglaterra (tierra de ángeles). La conversión a la fe cristiana del rey Etelberto, de Kent (en el año 597), abrió la puerta a esa obra evangelizadora que tanto gozo espiritual dio a los dos santos propulsores. El Papa pidió insistentemente a los obispos del norte de Francia, colaboración para esa labor misionera en Inglaterra. San Beda el Venerable (672-735) elogió la dedicación de san Gregorio en la tarea de conversión de los ingleses a la fe: “Si Gregorio no es apóstol para los demás lo es para nosotros, puesto que somos su sello de apostolado ante el Señor”.
En el aspecto litúrgico-piadoso, además de su impulso al canto gregoriano, tenemos la institución de la costumbre de hacer celebrar treinta misas en días consecutivos por algún difunto, con la gran certeza de lograr con ello la liberación de las penas del purgatorio. San Gregorio dice haber recibido un mensaje de un monje difunto por quien se aplicó esa serie de misas, lo cual dio pie para darle especial indulgencia y propiciar las llamadas misas gregorianas.
San Gregorio Magno fue infatigable en su labor apostólica hasta el final de sus días (12 de marzo del año 604). Su labor por la organización de la Iglesia y la purificación de las costumbres, comenzando por el clero, fueron tarea suya permanente. En su tumba, ubicada a la entrada de la sacristía en la Basílica de San Pedro se lee: “Después de haber llevado a cabo sus acciones, conforme a sus doctrinas, el gran cónsul de Dios fue a gozar de sus triunfos eternos”. Humilde y diciente fue el título que san Gregorio se dio, y que han utilizado sus sucesores, al llamarse: “Siervo de los siervos de Dios”.
(Msr. Libardo Ramírez Gómez).

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