Oh Jesús, que estás viéndome desde el sagrario:
-Mírame con aquellos ojos de ternura, con que miraste al joven del Evangelio.
-Mírame con aquellos ojos de misericordia, con que miraste a la multitud hambrienta y a los enfermos.
-Mírame con aquellos ojos de afabilidad, con que miraste a la hemorroísa, a la viuda limosnera del gazofilacio y a Zaqueo.
-Mírame con aquellos ojos de perdón, con que miraste después de las tres negaciones a Pedro.
-Mírame con aquellos ojos de amor, con que miraste desde la cruz a Juan y a tu Madre, al hacer tu testamento.
-Mírame con ojos benignos, no con aquellos ojos de angustia con que miraste a Judas, o con aquellos ojos de ira, con que miraste a los mercaderes del templo.
-Mírame con aquellos ojos de ternura, con que miraste al joven del Evangelio.
-Mírame con aquellos ojos de misericordia, con que miraste a la multitud hambrienta y a los enfermos.
-Mírame con aquellos ojos de afabilidad, con que miraste a la hemorroísa, a la viuda limosnera del gazofilacio y a Zaqueo.
-Mírame con aquellos ojos de perdón, con que miraste después de las tres negaciones a Pedro.
-Mírame con aquellos ojos de amor, con que miraste desde la cruz a Juan y a tu Madre, al hacer tu testamento.
-Mírame con ojos benignos, no con aquellos ojos de angustia con que miraste a Judas, o con aquellos ojos de ira, con que miraste a los mercaderes del templo.
Oídos misericordiosos de Jesús, escuchadme:
-Yo os digo como el hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo junto a la piscina de Betsaida: “…ayudadme…”
-Yo os digo como el padre del joven poseso: “Creo, Señor”: ayudad mi incredulidad.
-Yo os digo como las hermanas de Lázaro: “El que amas está enfermo”; curadme.
-Yo os digo como los discípulos de Emaús: “Quedaos con nosotros, que cae la tarde”.
-Yo os digo como el buen ladrón: “Acordaos de mí cuando estuviereis en vuestro reino”.
-Oídos pacientes de Jesús, que escucháis tantas blasfemias e injurias de los hombres, yo repito las mismas palabras que oí en la cruz de vuestros labios: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”.
Oh Jesús, ¿qué te daré por cuanto tú me has dado?
-¿Qué por tu ejemplo?
-¿Qué por tu doctrina?
-¿Qué por tu Madre?
-¿Qué por tu vida?
-¿Qué por tu Corazón?
-¿Qué por tu Eucaristía?
Oh Jesús, por las impiedades de todas las leguas irreligiosas, que confiese tu fe la mía.
Oh Jesús, por los insultos de todas las lenguas blasfemas, que cante tus glorias la mía.
Oh Jesús, por las altanerías de todas las lenguas soberbias, que se humille ante ti la mía.
Oh Jesús, por las manchas de todas las lenguas impuras, que sea siempre casta la mía.
Oh Jesús, por los daños de todas las lenguas egoístas, que sea caritativa la mía.
Oh Jesús, por las faltas de todas las lenguas locuaces, que sepa callar la mía.
(R. P. Saturnino Junquera, S.J.).
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