lunes, 13 de julio de 2009

Reflexión del sexto domingo después de Pentecostés.

“In illo témpore: Cum turba multa esset cum Jesu, nec habérent quod manducárent, convocátis discípulis, ait illis: Miséreor super turbam: quia ecce jam triduo sústinent me, nec habent quod manducácent…” (En aquel tiempo: Habiéndose juntado otra vez una inmensa turba en torno de Jesús, y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo: Lástima me da esta multitud, porque tres días hace que me siguen, y no tienen qué comer…). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Marcum 8, 1-9.
“Jesús llamò a sus discípulos, y les dijo: Me da lástima de la gente.
Esta es la razón que tantas veces mueve el corazón del Señor. Llevado por su misericordia hará a continuación el espléndido milagro de la multiplicación de los panes.
“Me da lástima de la gente. Este es el gran motivo para darse a los demás: ser compasivos y tener misericordia.
“Y para aprender a ser misericordiosos debemos fijarnos en Jesús, que viene a salvar lo que estaba perdido; no viene a terminar de romper la caña cascada ni a apagar del todo la mecha que aún humea, sino a cargar con nuestras miserias para salvarnos de ellas, a compadecerse de los que sufren y de los necesitados. Cada página del Evangelio es una muestra de la misericordia divina.
“Debemos meditar la vida de Jesús porque “Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina (…) Nos han quedado grabadas también, entre otras muchas escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. ¡Cuántas razones de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a su vida, el que podía ayudarla en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión, porque interiormente se conmueve ante el dolor humano”. ¡Jesús que se conmueve ante nuestro dolor.
“La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la salvación, el porqué de todos los hechos salvíficos.
“Dios es misericordioso, y ese divino atributo es como el motor que guía y mueve la historia de cada hombre. Cuando los Apóstoles quieren resumir la Revelación, aparece siempre la misericordia como la esencia de un plan eterno y gratuito, generosamente preparado por Dios. Con razón puede el Salmista asegurar que de la misericordia del Señor está llena la tierra. La misericordia es la actitud constante de Dios hacia el hombre. Y el recurso a ella es el remedio universal para todos nuestros males, también para aquellos que creíamos que ya no tenían remedio.
“Meditar en la misericordia del Señor nos ha de dar una gran confianza ahora y en la hora de nuestra muerte, como rezamos en el Avemaría. Qué alegría poderle decir al Señor, con San Agustín: “Toda mi esperanza estriba sólo en tu gran misericordia”. Sólo en eso, Señor. En tu misericordia se apoya toda mi esperanza. No en mis méritos, sino en tu misericordia”.
Fuente: Francisco Fernández C.: Hablar con Dios. Madrid: Ediciones Palabra. 1986.

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