Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
n. 329 en Cesarea, Asia Menor; † 379
n. 329 en Cesarea, Asia Menor; † 379
Patrono de Capadocia; administradores de hospitales; reformadores.
No tenemos aquí ciudad permanente,
sino que vamos en busca de la que ha de venir.
(Hebreos 13, 14)
sino que vamos en busca de la que ha de venir.
(Hebreos 13, 14)
San Basilio, vástago de una familia de santos, tuvo por padre a San Basilio el Antiguo y por madre a Santa Emilia. Su educación fue confiada a Santa Matrina su abuela, que lo formó en la práctica de todas las virtudes cristianas. Cuéntanse entre sus hermanos y hermanas: a San Gregorio Niceno, a San Pedro de Sebaste y a Santa Macrina la Joven, que era la mayor de diez hermanos, notables todos por su eminente santidad. San Basilio, habiendo sido elevado al arzobispado de Cesarea, atrájose, por su adhesión a la fe, las persecuciones de Juliano el Apóstata y de Valente, emperador arriano. A este último, que lo amenazaba con el destierro, le contestó: Échame a donde quieras, el mundo entero es un lugar de exilio para mí: no tengo otra patria fuera del cielo. Murió en el año 379.
I. El mundo es un destierro y el cielo nuestra patria. De esta verdad saco tres conclusiones: la primera es que debemos tener gran deseo de ir al cielo. Los exilados emplean sus riquezas, su influencia y el crédito de sus amigos para volver a su patria; imítalos, emplea todos los bienes que poseas, tu espíritu y tu salud, para llegar a la casa de tu bienaventurada eternidad: allí está Dios tu Padre, Jesucristo tu Hermano mayor, Maria tu bondadosa Madre, con incontables santos, acaso con muchos de tus parientes y amigos. Dirijamos todos nuestros esfuerzos en esa dirección. Miremos al cielo y no podremos menos que exclamar: ¿Cuándo llegaré y apareceré ante la Faz del Señor? (Salmo).
II. Puesto que el mundo entero es un exilio, debe serte indiferente habitar en un lugar más bien que en otro. Tu patria debe estar allí donde la gloria de Dios y el bien de tu alma te reclaman. Por todas partes encontrarás la tierra que te sostiene y alimenta, por todas el sol que te alumbra. No te afanes, pues, por el lugar donde habrás de habitar; esta inquietud podría justificarse, dice San Agustín, si se te pudiese enviar a algún lado donde Dios no estuviera. No puede ser exilado quien a Dios tiene en su corazón (San Cipriano).
III. Si en este mundo, que es un lugar de destierro, hay tantas cosas que agradan, ¿qué no será en el paraíso? Si los bienes, que Dios ha otorgado indistintamente tanto a sus amigos como a sus enemigos, tienen ya tanto atractivo, ¿qué no será de los bienes que Él ha preparado a sus amigos e hijos? Por el contrario, si los elegidos y amigos de Dios deben sufrir tanto en este mundo, ¿cuáles no serán los tormentos que el Señor reserva en el infierno para sus enemigos?
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El pensamiento del paraíso.
Orad por la conversión de los infieles.
Orad por la conversión de los infieles.
ORACIÓN
Os suplicamos, Señor, escuchéis las oraciones que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor pontífice, el bienaventurado Basilio, a fin de que la intercesión y los méritos de quien tan dignamente os ha servido,
nos obtengan el perdón de nuestros pecados. Por J. C. N. S.
nos obtengan el perdón de nuestros pecados. Por J. C. N. S.
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