El Verbo engendrado por el Padre desde toda la eternidad, ha elevado al fruto bendito del seno virginal de María hasta unirse con El en persona; lo cual quiere decir que la naturaleza humana y la naturaleza divina están unidas en Cristo en unidad de una sola persona, que es la segunda persona de la Trinidad beatísima. Y como cuando se habla de filiación se designa a la persona, se debe decir que Jesús es el Hijo de Dios, ya que su Persona es divina, es el Verbo encarnado. De donde se sigue que hemos de llamar a María Madre de Dios, Theótokos; no porque ella haya engendrado al Verbo, sino más bien a la humanidad que el Verbo unió a Sí en el misterio de la Encarnación. El Niño que esta noche nos nace es el Hijo de Dios, engendrado en cuanto Dios por el Padre en el día de la eternidad. Ego hódie génui te; engendrado por Dios como Hombre el día de la Encarnación: Ego hódie génui te. María da al mundo en medio de la noche a su Hijo unigénito y lo reclina en un pesebre; de ahí que la Misa nocturna se celebre en la Basílica de Sta. María la Mayor, en donde se conservan las reliquias del mismo pesebre.
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