¡Bendito seas, Dios crucificado,
hombre de mil dolores, Jesús mío,
cuya muerte sellara el hierro frío
con un punto y aparte en tu costado!
Fruto del árbol de la eterna vida
que sigue prodigándose a pedazos
en cada altar. Acógeme en tus brazos
que he de besarte herida por herida.
Al pie estoy de tu cruz, con sed de cielo,
de servirte de apóstol y testigo
que agradece tu sangre y tu dolor.
Mas si no tienes para mí un consuelo,
¡acéptame cual grano fiel de trigo
que aspira a la molienda de tu amor!
Jorge Antonio Doré
PoesíaHispana.com
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