“Voy a glosar (…) un bello aforismo de Mahatma Gandhi que hace poco he leído en un almanaque. Gandhi señala los tres espacios vitales del cosmos, cada uno de ellos con su propio modo de ser. En el mar viven los peces y callan, los animales de la tierra gritan; pero las aves, cuyo espacio vital es el cielo, cantan. Lo propio del mar es el silencio; lo propio de la tierra es el grito; lo propio del cielo es el canto. Pero el hombre participa en las tres cosas: lleva en sí la profundidad del mar, la carga de la tierra y la altura del cielo, y por eso le pertenecen las tres propiedades: el callar, el gritar y el cantar. Hoy –podríamos añadir- vemos cómo el hombre, después de perder la trascendencia, le resta sólo el grito, porque sólo quiere ser tierra e intenta convertir el cielo y la profundidad del mar en tierra suya. La liturgia rectamente entendida, la liturgia de la comunión de los santos, devuelve la integridad al hombre. Le invita de nuevo a callar y a cantar abriéndole la profundidad del mar y enseñándole a volar, que es el ser del ángel; elevando los corazones, hace sonar de nuevo en ellos el canto olvidado. Y podemos afirmar, a la inversa, que la liturgia bien entendida nos libra del histrionismo general y nos devuelve la profundidad y la altura, el silencio y el canto. La liturgia bien entendida se conoce en que es cósmica, no grupal. Canta con los ángeles. Calla con la profundidad expectante del universo. Y redime así a la tierra”. (La imagen del mundo y del hombre en la liturgia y su expresión en la música de Iglesia, 2005).
“Siente sentí un interés especial por la liturgia. Cuando estaba en la segunda clase, mis padres me regalaron el primer misal. Eso fue para mí como una gran aventura: adentrarme en aquel misterioso mundo del latín y averiguar qué estaba pasando, qué estaban diciendo, qué significado tenía todo aquello. Y así fue como, a partir de un misalito infantil, llegué al misal completo. Pero fue paso a paso, como un emocionante viaje de exploración” (La sal de la tierra, 2007).
“El Señor anticipa ya en su liturgia el retorno prometido: la liturgia es una parusía anticipada, la irrupción del “ya” en el “todavía no”, como expuso Juan en el relato de las bodas de Caná: la hora del Señor no ha llegado aún; no está cumplido todo lo que ha de suceder; pero ante el ruego de María, de la Iglesia, brinda ya el nuevo vino, ofrece por anticipado el don de su hora” (Te cantaré en presencia de los ángeles, 2005).
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