miércoles, 27 de junio de 2012

Roma 1962-1963: El clima litúrgico conciliar. Capítulo 6º: La conferencia de Dom Philibert Schmitz.



Sigamos con el relato de Martín Descalzo acerca de los hechos acaecidos en aquel final de octubre de 1962. Es la mañana del día 25 de octubre. Y nuestro cronista da testimonio de una bien organizada conferencia de Dom Philibert Schmitz, benedictino de la Abadía belga de Maredsous y docente de Historia de la Iglesia en la Gregoriana. Schmitz no es liturgista sino experto en la historia de la orden de San Benito, a pesar de ello es perito en la comisión litúrgica conciliar. Tampoco es holandés sino belga, aunque el hecho de que sea de origen flamenco justifica el comprensible error de don José Luis, un tanto deslumbrado por la “naturalidad y el aperturismo” del políglota benedictino. Él mismo glosa a modo de decálogo las principales ideas transmitidas. Las comento brevemente una por una.

“La mañana de este jueves -vacación en el Aula conciliar, como en todas las aulas- la ha llenado la estupenda conferencia del P. Schmitz. Holandés, perito en la comisión conciliar, profesor en la Universidad Gregoriana, ha impresionado a todos los periodistas por su naturalidad, por la apertura de su espíritu y por su fabuloso dominio de lenguas: ha respondido en, al menos, cinco lenguas, sin que se le notase el menor esfuerzo. He aquí algunas de sus respuestas:

1º-Es necesario que vosotros, periodistas difundáis, para evitar desilusiones momentáneas de los fieles, la idea de que, casi con toda seguridad, el Concilio no decidirá reformas concretas, sino que solo trazará normas generales, que luego comisiones de expertos aplicarán a lo largo de cuatro o cinco años.

Importante peso de la opinión pública en la marcha del Concilio. No hay que ser ansiosos: ahora se abrirán puertas, las reformas se concretarán en 4 o 5 años.

2º-Hoy nadie duda de que hace falta una profunda reforma litúrgica. En las reformas hechas en los últimos años se han tocado detalles, pero no se ha hecho la reforma profunda y completa que es necesaria, sobre todo teniendo en cuenta que el ideal de la liturgia en estos cuatro últimos siglos, en lugar de haber sido la “vida” litúrgica, ha sido la “estaticidad” litúrgica.
Esta reforma no es como las anteriores (detalles) de una liturgia estática, es una revolución (reforma profunda y completa): se auspicia una liturgia dinámica.
3º-El problema litúrgico es simplemente un ángulo más del problema de la Iglesia frente al mundo moderno. Nuestra liturgia es bellísima, pero es extranjera al mundo moderno y a la realidad social contemporánea y, por tanto, no puede ejercer influjo en las masas.
La revolución litúrgica es la antesala de una revolución en la Iglesia: un cambio de planteamientos ante el mundo moderno y la realidad social contemporánea bajo pretexto de un mayor influjo “en las masas” (¿?)
4º-Los principales problemas que esta reforma tiene que plantearse son -a mi modo de ver- éstos: ¿Ha sido un acierto introducir en los países de misión la liturgia romana? ¿No hubiera sido más apropiada la liturgia oriental para los pueblos de cultura oriental? ¿Es conveniente mantener en la liturgia romana el criterio de uniformidad o debe tenderse hacia una multiformidad de ritos como en Oriente? ¿En la liturgia ha de prevalecer el espíritu “rubricista", detallista, que ha imperado hasta hay, o más bien un espíritu de contacto vital entre los sacerdotes y los fieles? La liturgia romana es hoy una liturgia hierática, clerical, ¿no habrá que buscar unas formas típicamente populares? Frente a una espiritualidad típicamente individualista, que en el fondo sólo nace del egoísmo, ¿no habrá que respirar en nuestro siglo una piedad más colectiva, más social, más eclesiástica, más católica?
Insistencia en la inculturación de la liturgia, en su pluriformidad y en la necesidad de secularización comunitarista de la liturgia.
5º-Es un error confundir “la lengua de la Iglesia” con “la lengua de la liturgia de la Iglesia". La Iglesia puede tener una lengua oficial, pero esto no implica que sea la única lengua oficial de la liturgia. Aparte de que decir que el latín es la lengua oficial de la liturgia es un error histórico, no solo por lo que se refiere a los ritos católicos orientales, sino también con referencia al rito latino. En muchos documentos “oficiales” se aceptan otras lenguas para la liturgia en grandes partes de la misa y sacramentos.
Eliminación del latín como lengua litúrgica única.
6º-La reforma del breviario hecha hasta ahora no ha sido una verdadera reforma litúrgica. Se han modificado algunas rúbricas, pero el breviario sigue necesitando una revisión completa de su estructura, que sigue siendo monástica cuando la mayoría de los que lo rezan no son monjes.

Eliminación del paradigma monástico en la estructura del breviario romano, evidente paso previo para desechar y abolir toda influencia monástica medieval en la estructura litúrgica de la Iglesia.

7º-No puede decirse que haya hoy dos corrientes entre los liturgistas, unos que miren hacia el futuro y otros hacia el pasado. Hoy todos los que piensan en liturgia toman la postura que señaló el Papa en su discurso de apertura del Concilio: “desde las raíces del pasado construir el presente". Así, pues, sólo hay un “movimiento” litúrgico. Aunque, naturalmente, fuera de este “movimiento” están los que no se mueven.
Negación de pretendidas desviaciones en el Movimiento Litúrgico actual, un día iniciado por Dom Guéranger. Los que así acusan a los aperturistas son inmovilistas: son ellos los que se han apeado del “movimiento”.
8º-Sí, habrá que dar un mayor puesto a la mujer en la liturgia. Observen que en este problema hay cosas que no son realistas en la liturgia de hoy: está prohibido que las mujeres canten en el coro. Y todos sabemos que cantan en todas las iglesias. Está prohibido que ayuden a misa, pero, en cambio, pueden contestar desde su banco. Y todo esto no es de la tradición antigua cristiana, sino de los siglos en los que la mujer era menospreciada. Recuerden que en la Iglesia primitiva existían las diaconisas, que tenían también funciones directamente litúrgicas.

Hay que “desclericalizar” y “desjerarquizar” la liturgia y ponerla en manos de los seglares (secularizarla) y poniéndola a la altura de la nueva mentalidad igualitarista. El “feminismo” enarbolado como bandera será un instrumento.

9º-Debemos estudiar a fondo las liturgias de los cristianos separados. No hay ninguna dificultad en admitir que es posible que determinadas tradiciones se hayan conservado mejor entre ellos que entre nosotros y que en ciertos puntos se hayan adaptado mejor ellos a la realidad que nosotros, Así los protestantes; nos han dado una lección en su culto litúrgico a la Biblia y en su adaptación de salmos y cantos. Y los ortodoxos han conservado la pura tradición evangélica de la comunión bajo las dos especies, que entre nosotros sólo conservan los orientales.
Toda los cambios de la pretendida reforma litúrgica conciliar tienen que ser hechos bajo una óptica ecuménica. Aprender de ellos y al mismo tiempo agradarles.
10º-No hace falta señalar que todas éstas son opiniones personales. Pero no les quepa duda de que todos estos son problemas que se planteará el Concilio y que en todos ellos se dará un gran paso adelante. Porque los tiempos están maduros.
Opiniones personales pero lanzadas a la Prensa, y dispuestas ya a ser presentadas en el Aula Conciliar como una maduración y un progreso de los tiempos.
¿Alguien quiere las cosas más claras? ¿Alguien piensa que todo esto era improvisado?
Veamos el “corpus ideologicum” al que obedecía y del que sigue siendo estructura ideológica fundamental.
1º Secularización comunitarista de la Liturgia:
Según el miembro del “Consilium para la reforma litúrgica”, Mons. Emil Joseph Lengeling, la Constitución sobre la liturgia del Vaticano II es un «giro copernicano» y significa «el final de la Edad Media» y no sólo concluye el período postridentino, sino que tiene como objetivo el eliminar el entumecimiento postridentino: la reforma tiene que acometer valientemente lo que ya muy anteriormente se había omitido en el ámbito de la Iglesia occidental por varios condicionamientos históricos (culturales y también políticos): su secularización. Para el prof. Klemens Richter, docente de Liturgia en Erfürt y Munster el «paso definitivo más allá de Trento» es el hecho de que el Vaticano II, por primera vez oficialmente, constató «que ya no sólo el sacerdote, sino la comunidad en su totalidad es el sujeto y la portadora de la acción litúrgica, porque todos los creyentes participan del sacerdocio de Cristo» entendido como el sacerdocio real «que, en virtud del bautismo, está autorizado y obligado a la liturgia»
2º La liturgia reformada tendrá un carácter dinámico:
Como consecuencia la secularización de la liturgia, el benedictino Angelus Albert Häußling, profesor de liturgia en la Universidad suiza de Friburgo eleva la “participatio actuosa” de todos los circunstantes a criterio formal de la adecuación esencial de la liturgia en general y considera que la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se distingue, fundamentalmente, de todas las demás reformas del servicio divino a lo largo de la historia y está, por principio y definición, inconclusa: «El Concilio le ha encomendado a la Iglesia la “reforma litúrgica” como una misión perdurable, jamás concluida, tal como la entendió a pesar de las dificultades no previsibles. Parece -suponiendo que la Iglesia permanezca fiel al Concilio- que las reformas litúrgicas precedentes sólo fueron un preámbulo»
3º Siguiendo el análisis marxista, en la reforma litúrgica, como en todo proceso histórico se ha formulado a) una tesis, a la que ha seguido b) una praxis concreta, c) una antítesis que finalmente precederá a la d) síntesis final
a) la tesis: es la Constitución Sacrosanctum Conccilium con las 49 normas jurídicas emanadas.
b) la praxis: ha sido la práctica de la comunidad donde se han detectado algunas “enfermedades propias de la infancia” cuya causa, ciertamente, se debe buscar más en el espíritu de aquellos años que en los mismos esfuerzos reformistas. Fischer cuenta entre ellas una «alergia a la solemnidad», unida a una «alergia al latín», un «malentendido ecumenismo» que, a veces, se avergonzaba abiertamente de lo católico, un «libertinaje», unido a la «mentalidad de la factibilidad», frente a todo lo preexistente, así como la “sermonitis”, el vicio de comentarlo todo y cada cosa, y de poner el acento sobre la no siempre iluminada palabra del hombre.
c) La antítesis: la renovación de la liturgia no se quedó sin oposición. Ya durante el mismo trabajo de renovación mostraron su oposición algunos círculos de la curia. Después del Concilio se convirtió en la causa de diversos grupos tradicionalistas . La oposición a la liturgia renovada llegó a ser de hecho la más llamativa, pero no la única discordancia del grupo cismático fundado por Mons. Lefebvre contra el Vaticano 1I. A fin de hacer concesiones a los tradicionalistas, el 3 de octubre de 1984, mediante la Congregación para el Culto Divino -basándose en un indulto del Papa- se les concedió a los obispos la posibilidad de consentir a los partidarios del erróneamente llamado «rito tridentino» la celebración de la misa según el Missale Romanum del año 1962. “No obstante - piensan- no se puede desacreditar por ello la misma renovación litúrgica; con este indulto se trata de la expresión de la preocupación por la unidad de la Iglesia”. El Motu Proprio “Summorum Pontificum” de Benedicto XVI, tanto en sus principios como en los contenidos en la carta explicativa dirigida por el Santo Padre a los obispos ya no lo pueden digerir.
d) Síntesis: Entre los dos polos de la rigidez tradicionalista en la erróneamente calificada como «liturgia tridentina» y la pervivencia, la continuidad incluso, del efecto de las que el profesor B. Fischer llamó «enfermedades infantiles», se mueven tanto la práctica y la ciencia litúrgica de nuestros días cuyos principios son los siguientes:
1) La reforma litúrgica debe tener carácter permanente.
En opinión de Häußling, el concilio Vaticano II no ha elevado a máxima la reformación (re-formatio) de la liturgia “secundum normam sanctorum patrum”, sino la completa y fructífera participación de todos, es decir, la de aquellos hombres que hoy en día viven en un entorno ateo de hecho. De ello resultan los campos de actuación de la ciencia litúrgica: en el cambio de una «dimensión cósmica numinosa a una realidad social desacralizada» la reforma litúrgica tiene que asumir un profundo «cambio paradigmático de la modernidad» y juzgarlo adecuadamente. El criterio de la actuosa participatio conducirá a una reforma litúrgica permanente y «cambiará la liturgia de la Iglesia de una forma todavía no previsible» . La dirección hacia ese punto es indicada como «reducción», como «concentración en 1as acciones religiosas y litúrgicas primigenias, en los gestos y fórmulas originales, en las palabras y estructuras fundamentales» También Rennings relaciona el principio de la Ecclesia semper reformanda con la liturgia de la Iglesia: las reformas del Concilio no querían, en realidad, relevar la rigidez de la liturgia «antigua» mediante una liturgia nueva, nuevamente instaurada por muchos años/siglos, «sino ir a parar a una “liturgia abierta” básicamente , con lo que «la búsqueda de la autorrealización, óptima en cada caso, de la Iglesia en la actividad de la misa sigue siendo misión perpetua de la liturgia».
2) La liturgia debe ser una liturgia abierta: continuamente sometida a un análisis de los paradigmas sociológico-antropológicos:
Para ello, son necesarios amplios trabajos de investigación no sólo de todos los campos de la teología, sino también de las humanidades, es un hecho que subraya el Dr. Heinrich Rennings, actualmente docente del “Deutschen Liturgischen Institut” y perito litúrgico del Concilio (Dr. Heinrich Rennings)
mediante una cita de Rahner: «Pues sólo si se sabe cómo son los cristianos en tanto que hombres de hoy en día,… se puede responder a la pregunta sobre cómo tiene que ser la liturgia actual de la Iglesia».
Además de esa aportación de las humanidades, son necesarios también de ahora en adelante, trabajos de historia de la Iglesia y de sistemática teológica.
3) Eclecticismo sincretista solapado de ecumenismo.
Confiesan: La ciencia litúrgica de hoy en día —y sobre todo la de mañana— no se puede entender de otro modo que no sea ecuménico. Tiene que traspasar las fronteras de lo católico, ver más allá de los entornos pre y postconciliares a fin de no ser presa de las insidias de sus propias angosturas y principios erróneos. A través del juicio equilibrado de las disciplinas humanísticas, y también a través del espacio intermedio que envuelve al hombre entendido como espíritu corporeizado (del cuerpo y de sus acciones, incluida la forma litúrgica de espacio y tiempo, en la cual debe tener su sitio la “anábasis”, la comunicación con el Dios vivo) se demostrará que ese elemento humano no es, en absoluto, tan distinto en su relación con Dios en la actualidad de la liturgia más allá de los límites de las confesiones y las distintas épocas y culturas.
Dom Gregori Maria

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