Gracias al ecumenismo...
Aunque la Comunión en la mano no fue mandada por el Concilio Vaticano II, lo que fue “canonizado” por el Vaticano II fue el “Ecumenismo” – ese falso espíritu de fingida unidad que había sido anteriormente condenado por la Iglesia, particularmente por el Papa Pío XI en 1928 en su encíclica Mortalium Animos – ese movimiento de católicos que se está volviendo más compadre y va del brazo con las otras religiones, y especialmente con los protestantes. Ese movimiento exagera aquellas cosas que supuestamente tenemos en común con otros credos, y calla aquellas cosas que nos dividen; para celebrar nuestros “valores” compartidos. (“Valores” es un término subjetivo que usted no encontrará en los manuales de teología previos al Vaticano II). Ya no tratamos de convertir a los no-católicos. En su lugar, nosotros entablamos “diálogos” interminables e inútiles en los cuales el Catolicismo siempre sale perdedor por tal diálogo y dan la impresión inequívoca que el Catolicismo ya no cree que es el poseedor de la verdad teológica. Aunque el Ecumenismo no será tratado en este artículo, alcanza decir que este novel espíritu ecuménico, que Dietrich von Hildebrand llamó “ECUMANIA”, se volvió desenfrenado durante y después del Vaticano II. El espíritu ecuménico se convirtió en el principio formativo primario de todo el rango de las nuevas formas litúrgicas establecidas desde el Concilio. Es por eso que la nueva liturgia se parece tanto a un servicio protestante.
Después del Vaticano II, algunos sacerdotes holandeses de mentalidad ecumenista comenzaron a dar la Comunión en la mano, imitando como los monos la práctica protestante. Pero los obispos, más que cumplir con su deber, lo toleraron. Como los jerarcas de la Iglesia permitieron que el abuso avanzara sin obstáculos, la práctica se extendió a Alemania, Bélgica y Francia. Pero si los obispos parecieron indiferentes a este escándalo, los laicos fueron agraviados. Fue la indignación de gran número de fieles la que apuntó a Paulo VI para que actuara, quien sondeó a los obispos del mundo sobre la cuestión, y estos votaron abrumadoramente por conservar la práctica tradicional de recibir la Santa Comunión solo en la lengua. Debe hacerse notar que en ese entonces, el abuso estaba limitado a unos pocos países de Europa y no había comenzado aún en los Estados Unidos.
Memoriale Domini
El 28 de mayo de 1969, el Papa promulgó la Instrucción Memoriale Domini. En resumen, el documento afirma que:
1) Los obispos de todo el mundo estuvieron abrumadoramente en contra de la Comunión en la mano.2) Debe conservarse la forma tradicional de dar la Santa Comunión (esto es, el sacerdote colocando la Hostia sobre la lengua de los comulgantes).3) La Comunión en la lengua de ninguna manera disminuye la dignidad del comulgante.4) "Cualquier violación podría conducir a la irreverencia y a la profanación de la Eucaristía, tanto como a la erosión gradual de la correcta doctrina”.5) El Supremo Pontífice juzgaba que la antigua forma de administrar la Sagrada Comunión a los fieles no debía cambiarse. La Sede Apostólica, por lo tanto, urgía a los obispos, sacerdotes y pueblo a observar celosamente esta ley.”.
Luz roja y luz verde simultáneas
Uno debe preguntarse entonces, ¿si esta Instrucción está en el papel, por qué la Comunión en la mano está tan extendida? Puede ilustrarse la situación con la historia de la respuesta de los obispos canadienses a la Humanae Vitae, la cual reafirmó debidamente la enseñanza de la Iglesia contra la contracepción. Pero cuando fue promulgada, hubo una marea de oposición por parte de los sacerdotes católicos y de los médicos. Los obispos canadienses escribieron una carta pastoral supuestamente apoyando dicha encíclica, pero en ese documento los obispos usaron esta curiosa frase: “normas para un disenso lícito”. Esta frase da la impresión que podría haber lugar para que los católicos rechazaran legítimamente la Humanae Vitae. Así, sabiéndolo o no, sabotearon su propia carta pastoral, dando simultáneamente luz roja y luz verde al rechazo de la encíclica papal. Luego, que un vasto número de católicos rechazara la mencionada encíclica basándose en la carta de los obispos canadienses, resultó apenas sorprendente. Aún los padres más mediocres son lo suficientemente sagaces para no dar a sus hijos la opción de aceptar o rechazar las ordenes paternas. Hacer eso sería un claro signo de debilidad y de liderazgo vacilante. Pero desafortunadamente, eso fue lo que ocurrió con el documento supuestamente anti-Comunión en la mano de 1969. Esta fue la época del compromiso, y el documento contenía la semilla de su propia destrucción, porque la Instrucción decía que donde el abuso ya se hubiera establecido firmemente, podría ser legalizado con una mayoría de dos tercios en una votación secreta de la conferencia nacional de los obispos (a condición de que la Santa Sede confirmara su decisión). Esto cayó en manos de los liberales. Y debemos notar que la instrucción decía “donde el abuso ya se hubiera establecido”. Así, países donde la práctica no se hubiera desarrollado, fueron, obviamente, excluidos de la concesión – y todos los países anglo-parlantes, incluyendo los Estados Unidos, cayeron en esa categoría. Naturalmente, el clero liberal de otros países concluyó que si esa rebelión podía ser legalizada en Holanda, podía ser legalizada en cualquier parte. Ellos imaginaron que si ignoraban la Encíclcia Memoriale Domini y desafiaban la ley litúrgica definida de la Iglesia, esa rebelión no sólo sería tolerada, sino eventualmente legalizada. Eso es exactamente lo que ocurrió, y es por eso que hoy en día tenemos la Comunión en la mano.
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