domingo, 29 de marzo de 2015

Segundo Domingo de Pasión o Domingo de Ramos.

Palmeras de gloria, puños de odio: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Crucifícale!" Por Cristo o contra Cristo: con esto en cuenta serán juzgadas las almas.
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(I clase) Bendición y procesión (pluvial roja, y en su defecto, estola)
Santa Misa (morado). Lectura de la Pasión (sin Dnus. vob., sin señal de la cruz, sin beso ni per evangelica) . Prefacio de la cruz. (Si hubo bendición de los ramos, se omite el Último Evangelio y las Preces; sino, se lee como último Evangelio el propio de la Bendición.
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La liturgia de este domingo consta de dos partes muy diferentes: una, rebosante de alegría, la procesión de los ramos; otra, llena de tristeza, la misa y el canto de la Pasión.
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Reflexión
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“Plúrima autem turba stravérunt vestiménta sua in via: álii autem caedébant ramos de arbóribus et sternébant in via: turbae autem, quae praecedébant at quae sequebántur, clamábant dicéntes: Hosánna filio David: benedíctus qui venit in nómine Dómini” (“Y una gran muchedumbre tendía también sus vestidos por el camino; otros cortaban ramos de los árboles y los extendían por el camino, y tanto las turbas que iban delante como las que venían detrás, clamaban diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David; bendito sea el que viene en el nombre del Señor!” (Matthaéum 21, 1-9).
“Jesús hace su entrada en Jerusalén como Mesías en un borrico, como había sido profetizado muchos siglos antes. Y los cantos del pueblo son claramente mesiánicos. Esta gente llana –y sobre todo los fariseos- conocían bien estas profecías, y se manifiesta llena de júbilo. Jesús admite el homenaje, y a los fariseos que intentan apagar aquellas manifestaciones de fe y de alegría, el Señor les dice: Os digo que si estos callan gritarán las piedras.
“Con todo, el triunfo de Jesús es un triunfo sencillo, “se contenta con un pobre animal, por trono. No sé a vosotros; pero a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como un jumento: como un borrico soy yo delante de ti; pero estaré siempre a tu lado, porque tú me has tomado de tu diestra (Sal 72, 23-24), tú me llevas por el ronzal”.
“Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de El, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Quiere hacerse presente en nosotros a través del las circunstancias del vivir humano. También nosotros podemos decirle en el día de hoy: Ut iumentum factus sum apud te… “Como un borriquito estoy delante de Ti. Pero Tú estás siempre conmigo, me has tomado por el ronzal, me has hecho cumplir tu voluntad; et cum gloria suscepisti me, y después me darás un abrazo muy fuerte”. Ut iumentum… como un borrico soy ante Ti, Señor…, como un borrico de carga, y siempre estaré contigo. Nos puede servir de jaculatoria para el día de hoy.
“El Señor ha entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esa ciudad, será clavado en una cruz.
“Al entrar el Señor en la ciudad santa, los niños hebreos profetizaban la resurrección de Cristo, proclamando con ramos de palmas: “Hosanna en el cielo”.
“Nosotros conocemos ahora que aquella entrada triunfal fue, para muchos, muy efímera. Los ramos verdes se marchitaron pronto. El hosanna entusiasta se transformó cinco días más tarde en un grito enfurecido: ¡Crucifícale! ¿Por qué tan brusca mudanza, por qué tanta inconsistencia? Para entender algo quizá tengamos que consultar nuestro propio corazón.
“¡Qué diferentes voces eran –comenta San Bernardo-: quita, quita, crucifícale y bendito sea el que viene en nombre del señor, hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel, y de ahí a pocos días: no tenemos más rey que el César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí a poco le desnudan de los suyos y echan suerte sobre ellos.
“La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide a cada uno de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan.
“La liturgia pone en boca de los cristianos este cántico: levantad, puertas, vuestros dinteles; levantaos, puertas antiguas, para que entre el Rey de la gloria. El que se queda recluido en la ciudadela del propio egoísmo no descenderá al campo de batalla. Sin embargo, si levanta las puertas de la fortaleza y permite que entre el Rey de la paz, saldrá con El a combatir contra toda esa miseria que empaña los ojos e insensibiliza la conciencia.
“María también esté en Jerusalén, cerca de su Hijo, para celebrar la Pascua. La última Pascua judía y la primera Pascua en la que su Hijo es el Sacerdote y la Víctima. No nos separemos de Ella. Nuestra Señora nos enseñará a ser constantes, a luchar en lo pequeño, a crecer continuamente en el amor a Jesús. Contemplemos la Pasión, la Muerte y la Resurrección de su Hijo junto a Ella. No encontraremos un lugar más privilegiado”.

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