I PARTE: MISA DE CATECUMENOS.
La estructura de la misa se compone de dos grandes secciones. La primera es preparación y preámbulo de la segunda. Se la suele llamar “misa de los catecúmenos” porque durante los primeros siglos los catecúmenos, es decir los que se preparaban para recibir el bautismo, podían asistir a ella, mientras que desde que empezaba la segunda parte debían abandonar el templo. Por eso la segunda parte de la misa es llamada “misa de los fieles”, es decir: reservada a los fieles bautizados.
Siguiendo con nuestra comparación, la primera parte de la misa puede ser comparada a un atrio o cancel. Situado entre el exterior y la nave del templo, su función es facilitar la transición entre el trasiego exterior de la calle y la quietud religiosa del templo.
Esta estructura preparatoria se compone a su vez de dos elementos principales: los ritos preparatorios y las lecturas.
1. LOS RITOS PREPARATORIOS.
Observemos el altar:
La cruz con el crucificado está colocada en el centro. La cruz de Cristo preside.
Esta disposición del altar, donde todo gira en torno a Cristo crucificado, tiene una gran fuerza simbólica. Cristo crucificado es el centro de la celebración. El sacerdote no es más que un mediador entre los fieles y Cristo.
La estructura de la misa se compone de dos grandes secciones. La primera es preparación y preámbulo de la segunda. Se la suele llamar “misa de los catecúmenos” porque durante los primeros siglos los catecúmenos, es decir los que se preparaban para recibir el bautismo, podían asistir a ella, mientras que desde que empezaba la segunda parte debían abandonar el templo. Por eso la segunda parte de la misa es llamada “misa de los fieles”, es decir: reservada a los fieles bautizados.
Siguiendo con nuestra comparación, la primera parte de la misa puede ser comparada a un atrio o cancel. Situado entre el exterior y la nave del templo, su función es facilitar la transición entre el trasiego exterior de la calle y la quietud religiosa del templo.
Esta estructura preparatoria se compone a su vez de dos elementos principales: los ritos preparatorios y las lecturas.
1. LOS RITOS PREPARATORIOS.
Observemos el altar:
La cruz con el crucificado está colocada en el centro. La cruz de Cristo preside.
Esta disposición del altar, donde todo gira en torno a Cristo crucificado, tiene una gran fuerza simbólica. Cristo crucificado es el centro de la celebración. El sacerdote no es más que un mediador entre los fieles y Cristo.
Desde hace treinta años existe la “moda” de ornar los altares de forma asimétrica. Un ramo de flores a un lado y unos candelabros al otro. El centro del altar (el lugar de honor) queda vacío. No hay un punto focal sobre el que se concentre la atención.
Hasta que aparece el celebrante el cual, desde el principio al final, ocupa ésta plaza. Su persona focaliza la atención y la orientación física de la acción litúrgica. El inconveniente es que más que como mediador, la figura del celebrante sea percibida como la del protagonista de la acción litúrgica.
Digamos de paso que en la liturgia tradicional el crucificado o está en el centro del altar presidiéndolo o se lleva enprocesión acompañado por dos cirios encendidos.El uso de un crucifijo como báculo es algo ajeno a la tradición litúrgica romana. Personalmente pienso que ésta ha podido ser una de las razones que han llevado a Benedicto XVI a abandonar el crucifijo de Pablo VI (usado también por Juan Pablo II, reemplazándolo por la férula (que es una cruz sin crucifijo).
El celebrante (ya sea simple sacerdote, obispo, cardenal o el mismo Papa) antes de acceder al altar se prepara con la confesión de sus pecados:
El Confiteor lo recita el celebrante profundamente inclinado delante del altar. Es decir: no en el altar, sino antes de subir a él. De hecho, el conjunto de oraciones preparatorias suelen ser llamadas Oraciones ante las gradas.
El altar según las normas del rito extraordinario debe estar elevado al menos sobre un escalón.
Esta norma de la arquitectura sacra es antiquísima y de rico significado:
La misma palabra “altar” (que es específicamente cristiana, los antiguos romanos lo llamaban “ara”), se deriva de “altus, -a”, es decir: lugar alto.
Si se tolera que los altares laterales o provisorios carezcan de la tarima prescrita, lo que no puede tolerarse es el altar “hundido”, al cual no se sube sino que se desciende…
Las rúbricas lo dicen claramente: el celebrante, tras haberse preparado ritualmente, sube al altar: Celebrans…ascendit ad médium altares (8). Toda la simbología bíblica de la montaña sagrada está detrás de éste gesto. El altar es como la montaña, lugar de encuentro con Dios. El Sinaí, el monte Carmelo, el Tabor, Pero también el Horeb donde Abraham subió para sacrificar a su unigénito Isaac, y sobre todo el Calvario, donde Cristo fue inmolado.
Hasta que aparece el celebrante el cual, desde el principio al final, ocupa ésta plaza. Su persona focaliza la atención y la orientación física de la acción litúrgica. El inconveniente es que más que como mediador, la figura del celebrante sea percibida como la del protagonista de la acción litúrgica.
Digamos de paso que en la liturgia tradicional el crucificado o está en el centro del altar presidiéndolo o se lleva enprocesión acompañado por dos cirios encendidos.El uso de un crucifijo como báculo es algo ajeno a la tradición litúrgica romana. Personalmente pienso que ésta ha podido ser una de las razones que han llevado a Benedicto XVI a abandonar el crucifijo de Pablo VI (usado también por Juan Pablo II, reemplazándolo por la férula (que es una cruz sin crucifijo).
El celebrante (ya sea simple sacerdote, obispo, cardenal o el mismo Papa) antes de acceder al altar se prepara con la confesión de sus pecados:
El Confiteor lo recita el celebrante profundamente inclinado delante del altar. Es decir: no en el altar, sino antes de subir a él. De hecho, el conjunto de oraciones preparatorias suelen ser llamadas Oraciones ante las gradas.
El altar según las normas del rito extraordinario debe estar elevado al menos sobre un escalón.
Esta norma de la arquitectura sacra es antiquísima y de rico significado:
La misma palabra “altar” (que es específicamente cristiana, los antiguos romanos lo llamaban “ara”), se deriva de “altus, -a”, es decir: lugar alto.
Si se tolera que los altares laterales o provisorios carezcan de la tarima prescrita, lo que no puede tolerarse es el altar “hundido”, al cual no se sube sino que se desciende…
Las rúbricas lo dicen claramente: el celebrante, tras haberse preparado ritualmente, sube al altar: Celebrans…ascendit ad médium altares (8). Toda la simbología bíblica de la montaña sagrada está detrás de éste gesto. El altar es como la montaña, lugar de encuentro con Dios. El Sinaí, el monte Carmelo, el Tabor, Pero también el Horeb donde Abraham subió para sacrificar a su unigénito Isaac, y sobre todo el Calvario, donde Cristo fue inmolado.
Rvdo. P. D. José Calvín Torralbo (FSSP)
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(8) Ritus servandus in celebratione Missae IV, 1.
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