EL ADVIENTO (del latín ADVÉNTUS, "advenimiento") es un tiempo de preparación para el Nacimiento de Jesucristo, en Belén, y representa los cuatro mil y más años que estuvieron los del Antiguo Testamento aguardando la venida del Mesías. Por eso es un tiempo de ansiedad y de santa impaciencia. Comienza el Adviento el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés (30 de Noviembre) o sea, entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, y abarca tres semanas completas y parte de la cuarta. Por asociación de ideas la Iglesia une a la PRIMERA venida de Jesucristo a la tierra el pensamiento de la SEGUNDA, al fin del mundo, y en consecuencia, el Adviento viene a resultar una preparación para ese doble advenimiento del Salvador: el del Nacimiento y el del Juicio Final.
Domingo I de Adviento (1ª clase - Ornamentos morados)
¡Cosa extraña! En este primer día y domingo del Año Eclesiástico y primera expectación, podría decirse, de la Creación, la Iglesia nos pone en contacto con el último día del mundo y de las cosas. Antes de llevarnos al presebre de Belén, nos lleva al tribunal del Jucio final, como para encarecernos de antemano, con el pensamiento de la cuenta, la correspodencia de la gracia soberana de la Redención, que ese Niño Divino, cuya silueta se dibuja ya en la lontananza, viene a realizar. Es como una fuerte sacudida que la Iglesia da a nuestra conciencia de cristianos, para despertarnos, o del letargo del pecado, si desgraciadamente estuviésemos sumidos en él, o de la modorra de la indiferencia y de la tibieza espiritual. Es como decirnos: Si no estás limpio para presentarte ante el Divino Juez, tampoco lo estás para salir al encuentro de tu Salvador, que es tu mismo y único Dios y Señor; ·despójate, por tanto, de las obras de las tinieblas y revístete de las armas de la luz.
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