Siendo la Fe católica que veneremos un solo Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, creemos firmemente y con toda sencillez confesamos que hay un solo Dios verdadero, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo: tres personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza del todo simple: el Padre de ninguno, el Hijo del Padre sólo, el Espíritu Santo de uno y otro a la par, sin principio, siempre, y sin fin. El Padre engendrando, el Hijo naciendo, y el Espíritu Santo procediendo; consubstanciales e iguales, y omnipotentes y coeternos; principio único de todas las cosas, creador de lo visible y de lo invisible. Este misterio de la augustísima Trinidad no ha de discutirse con curiosas investigaciones, ni se ha de confirmar con razones humanas, sino que ha de sostenerse con suma veneración y fe firmímisima (CPAL, Tit.I, ns.29 y 30). Por eso ha establecido la Iglesia esta fiesta de la Santísima Trinidad para que honremos y veneremos a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, en común, después de haberlos celebrado separadamente en las fiestas precedentes, y para que consolidemos nuestra fe adorando con humildad este misterio.
El Espíritu Santo, cuyo reinado se inaugura con la fiesta de Pentecostés, vuelve a inculcar a nuestras almas en esta segunda parte del año (de Trinidad hasta Adviento), lo que Jesús nos enseñó en la primera parte del año (del Adviento hasta la Trinidad).
El dogma fundamental del que todo fluye (Epístola) y al que todo en el cristianismo viene a parar (Evangelio) es el de la Santísima Trinidad. De ahí que, después de haber recordado uno tras otro en el curso del ciclo a Dios Padre, autor de la creación, a Dios Hijo, autor de la redención, y a Dios Espíritu Santo, autor de nuestra santificación, la Iglesia nos incita hoy a la consideración y rendida adoración del gran misterio que nos hace reconocer y adorar en Dios la unidad de naturaleza en la trinidad de personas (Oración colecta).
“Apenas hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, cantamos la fiesta de la Santísima Trinidad en el oficio del Domingo que sigue, escribía San Ruperto en el siglo XII, y este lugar está muy bien escogido, porque tan pronto como hubo bajado el Espíritu Santo, comenzó la predicación y la creencia; y, en el bautismo, la fe y confesión en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Afirmaciones del dogma de la Trinidad se ven a granel en la Liturgia. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo empieza y termina la Misa y el Oficio Divino y se confieren los Sacramentos.
A todos los Salmos sigue el Gloria Patri…; los himnos acaban con la doxología y las Oraciones por una conclusión en honor de las Tres Divinas Personas.
Dos veces se recuerda en la Misa que el Sacrificio se ofrece a la Trinidad beatísima.
Si queremos vernos siempre exentos de toda adversidad (Oración colecta), hagamos hoy con la liturgia solemne profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su indivisible Unidad (Oración secreta) seguros de que la visión clara de Dios en el cielo será el premio de nuestra fe en este como en los demás Misterios de nuestra Sacrosanta religión. Démosle también rendidas gracias por habérnoslo revelado; pues que, al revés de la existencia de Dios, no hubiéramos los hombres podido ni sospechar tan sublime misterio, que aun cuando sea para nosotros oscuro, todavía nos permite conocer a Dios mejor que le conoció pueblo alguno de la tierra.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario