lunes, 2 de enero de 2012

El Santísimo Nombre de JESUS.

Homilía del día de su fiesta

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Queridos fieles,

En el principio de cada año, la Santa Iglesia, usando las palabras de San Pablo, nos invita a vivir sobria, justa y piadosamente. ¡Qué excelente manera de responder a su invitación pronunciando y adorando el Santísimo Nombre de JESÚS, que festejamos en el primer Domingo del año 2010!

Que al Nombre de JESÚS toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en el infierno.

No se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del Cielo por el cual podamos salvarnos.

Este Nombre, el Nombre del Mesías, había sido anunciado por ángeles a San José y a la santísima Virgen. Significa “SALVADOR”, y no sólo lo significa sino que también trae consigo la salvación, salvación de las almas y a veces incluso del cuerpo, como nos lo narra el evangelio de hoy.

Un misionero de África nos contó un día que solamente el hecho de pronunciar con fe el Nombre de Jesús, conmovía y convertía el corazón de muchos infieles.

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

Está escrito en toda parte en la Iglesia: sobre las hostias, los ornamentos, sus edificios, los cálices. IHS, eso es “IESUS, hominum Salvator”, “JESÚS, Salvador de los hombres”.

Con qué respeto y adoración debemos pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús. Antiguamente no se decía sin sacarse el sombrero, o inclinar la cabeza. Era la primera palabra que los niños aprendían, y la última de los agonizantes. Muchos mártires, como San Juan de Brito, San Juana de Arco, unieron la Palabra “JESÚS” con su último suspiro. San Bernardino de Siena lo predicaba sin cesar, y su devoción contribuyó mucho a su difusión. San Bernardo escribió maravillosamente sobre Él: “Es miel a la boca, melodía al oído, alegría al corazón (…); “Oleum effusum Nomen tuum” , Tu Nombre es un aceite derramado. No es en vano que el Espíritu Santo ha comparado el aceite con el Nombre del Esposo: como el aceite ilumina, alimenta y cura, así el Nombre de JESÚS es luz, alimento y remedio; Ilumina cuando se lo publica, alimenta cuando se lo medita, unge y suaviza todos los males cuando se lo invoca.

No lo pronunciemos nunca sin fe, sin respeto, sin razón, o como por superstición. Por lo menos hoy, recemos las hermosas letanías del santísimo Nombre de JESÚS, que está en muchos misales y en los devocionarios, como el de los ejercicios espirituales.

Hay un solo Dios, Creador y Salvador. Hay un solo Nombre que salva. El Nombre de “JESÚS” designa la misión, la naturaleza misma de Nuestro Señor, es, de un cierto modo, JESÚS que sigue actuando, curando, salvando. Dijo San Pedro al paralítico: “En el Nombre de JESÚS, levántate y camina”. Se unen, se identifican en el Nombre de JESÚS el medio y el fin, el camino de esta vida y el Cielo eterno. En efecto, dice San Juan: “He escrito estas cosas para vosotros que creeis en el Nombre del Hijo de Dios, para que sepais que tienen la vida eterna. Por lo tanto, los que no creen en el Nombre de JESÚS no tienen la vida eterna. ¡Qué clara condenación del ecumenismo con su Dios común a todas las religiones, un Dios sin Nombre, sin salvación, sin existencia!

Sea por siempre alabado el Santísimo Nombre de JESÚS

y con Él, el Santísimo Nombre de MARÍA.

Ave María Purísima

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


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