miércoles, 18 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (V).

Canon de la Santa Misa.
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Elevación. (1)
(1) En la elevación, mirando la Hostia o el cáliz se ganan 7 años y 7 cuarentenas de indulgencia, diciendo: Señor mío y Dios mío.
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Oh Verbo encarnado, divino Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre: yo creo que estáis aquí presente, Yo Os adoro con humildad profunda, yo Os amo con todo mi corazón y como Vos Os presentáis aquí inmolado por mi amor, yo me consagro enteramente al vuestro.
Yo adoro esta preciosa Sangre que habéis derramado por todos los hombres, y espero, oh Dios mío, que no la habréis vertido inútilmente por mí: hacedme la merced de que se me apliquen los méritos de esta divina Sangre, tan preciosa que una sola gota vale más que cielos y mundos infinitos.
Yo os ofrezco la mía, oh Jesús, refugio nuestro, en reconocimiento de aquella infinita caridad que habéis mostrado al verter la vuestra por mi amor.
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Continúa el Canon.
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¿Cuál sería, pues, en adelante, mi maldad y mi ingratitud, si después de haber visto lo que estoy contemplando, volviera a ofenderos? No, Dios mío, no olvidaré jamás lo que Vos me presentáis en esta augusta ceremonia: los sentimientos de vuestra pasión, la gloria de vuestra resurrección; vuestro Cuerpo todo despedazado por amor a los hombres y vuestra Sangre derramada por nosotros, realmente están presentes en este altar.
En este precioso momento, oh eterna Majestad, os ofrecemos, por vuestra gracia, verdadera y propiamente la Víctima pura, Santa y sin mancilla que plugo a vuestra inefable bondad regalarnos, y de la cual todas las antiguas víctimas no eran sino figuras. Sí, gran Dios, podemos con verdad decir que éste es un Sacrificio infinitamente superior al de Abel, de Abraham, de Melquísedec, refiriéndome a la augusta Víctima de vuestro Hijo, objeto de vuestras eternas y especiales complacencias.
Concedednos, oh Dios mío, que todos los que con la boca o con el corazón participan de esta sagrada Víctima, salgan de este lugar, inflamados y colmados de divinas bendiciones, las cuales se extiendan a las almas de los fieles que murieron en el ósculo del Señor y comunión con la Iglesia, y particularmente de (aquí el nombre por quien se aplica). Concédeles, Señor, por los méritos de este sacrificio, el término completo de sus penas.
Dignaos concedernos algún día esta gracia también a nosotros, Padre infinitamente bueno, y hacednos entrar en la amorosa y eterna compañía de los Santos Apóstoles, de los Santos Mártires y de todos los demás bienaventurados, a fin de que con ellos podamos amaros y glorificaros eternamente.
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

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