lunes, 16 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (IV).

Prefacio.
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Este es el feliz momento en que el Rey de los Ángeles y Señor de los Querubines va a presentarse. Redentor mío, llenad mi pecho de vuestro espíritu, para que mi corazón, desarraigado de la tierra, no piense en otra cosa más que Vos solo.
¡Cuánta es mi obligación de alabaros y bendeciros en todo tiempo y en todo lugar, Dios de los Cielos y de la tierra, Señor y Padre infinitamente grande, omnipotente y eterno!
Nada más justo, ni más provechoso para nosotros, que unirnos a Jesucristo para adoraros continuamente. Por El todos los espíritus bienaventurados rinden sus alabanzas y adoraciones a vuestra Majestad, y por El todas las virtudes del Cielo, sobrecogidas de respetuosa admiración se unen para glorificaros. Permitid, oh Señor, que nosotros juntemos nuestras lenguas a las de aquellas sagradas inteligencias, y que, tomando parte en los conciertos celestiales, digamos:
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Sanctus.
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Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos. Todo el universo está lleno de su gloria.
Bendíganle los bienaventurados en el cielo. Bendito sea el que viene a la tierra, Dios y Señor, como el que le envía.
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Canon de la Santa Misa.
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Os pedimos encarecidamente en el nombre de Jesucristo vuestro Hijo, ¡oh Padre infinitamente misericordioso! Que tengáis por agradable y bendigáis la ofrenda que Os presentamos, a fin de que Os dignéis conservar, defender y gobernar vuestra santa Iglesia católica con todos los miembros que la componen, el Papa, nuestro Obispo, nuestro Soberano (o nuestro Presidente) y gobernantes, y generalmente todos aquellos que profesan vuestra santa fe.
Os encomendamos en particular, oh Señor, a aquellos por quienes la justicia, la caridad y el reconocimiento nos imponen el deber de rezar por los mismos; a todos los que estén presentes a este adorable Sacrificio, y singularmente, a N. N.; y finalmente, oh gran Dios, para que nuestros cultos Os sean más agradables, nos unimos a la gloriosísima Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo; a todos los bienaventurados Mártires, y a todos los Santos y Santas del Paraíso celestial y a los Ángeles que rodean el augusto trono de vuestra gloria.
¡Venid, Señor Jesús! ¡venid amable Reparador del mundo! A consumar un misterio que es el compendio de los milagros. Ya viene el Cordero de Dios, ved ahí a la adorable Víctima, por quien todos los pecados del mundo son borrados.
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

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