martes, 8 de septiembre de 2009

Natividad de la Santísima Virgen María.


“Que se alegre tu Iglesia, Señor, y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación".
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“¿Cuántos años cumple hoy Nuestra Madre?... Para Ella el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que nace de la participación en la juventud de Dios que, según nos dice San Agustín, “es más joven que todos”, precisamente por ser eterno e inmutable. Quizá hemos podido ver de cerca la alegría y la juventud interior de alguna persona santa, y contemplar cómo de un cuerpo que llevaba el peso de los años surgía una juventud del corazón con una energía y una vida incontenible. Esta juventud interior es más honda cuanto mayor es la unión con Dios, María, por ser la criatura que más íntimamente ha estado unida a Él, es ciertamente la más joven de todas las criaturas. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando vamos derechamente ad Deum, qui laetificat iuventutem meam, hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia nos inunda de alegría.
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“Desde su adolescencia, la Virgen gozó de una madurez interior plena y proporcionada a su edad. Ahora, en el Cielo, con la plenitud de la gracia –la inicial y la que alcanzó con sus méritos uniéndose a la Obra de su Hijo- nos contempla y presta oídos a nuestras alabanzas y a nuestras peticiones. Hoy escucha nuestro canto de acción de gracias a Dios por haberla creado, y nos mira y nos comprende porque Ella –después de Dios- es quien más sabe de nuestra vida, de nuestras fatigas, de nuestros empeños.
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“Todos los padres piensan cuando nace un hijo que es incomparable. También debieron de pensarlo San Joaquín y Santa Ana cuando nació María, y ciertamente no se equivocaban. Todas las generaciones la llaman bienaventurada. “No podían sospechar aquel día, Joaquín y Ana, lo que había de ser aquel fruto de su limpio amor. Nunca se sabe. ¿Quién puede decir lo que será una criatura recién nacida? Nunca se sabe…”. Cada una es un misterio de Dios que viene al mundo con un específico quehacer del Creador.
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“Dios Padre, al contemplar a María recién nacida, se alegró con una alegría infinita al ver una criatura humana sin el pecado de origen, llena de gracia, purísima, destinada a ser la Madre de su Hijo para siempre. Aunque Dios concedió a Joaquín y Ana una alegría muy particular, como participación de la gracia derramada sobre su Hija, ¿qué habrían sentido si, al menos de lejos, hubieran vislumbrado el destino de aquella criatura, que vino al mundo como las demás?
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De: Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios, Tomo 7, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

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