lunes, 13 de octubre de 2008

Sermón del Domingo 22 después de Pentecostés


En este blog incluiremos también los comentarios y sermones del Evangelio de acuerdo al calendario litúrgico tradicional redactados por Eddie Morales Piña, diácono de la Santa Madre Iglesia; además incluiremos los domingos siguientes el Evangelio correspondiente.


El Santo Evangelio de este Domingo XXII después de Pentecostés que proclamamos en la celebración de la Santa Misa, de acuerdo a la Forma Extraordinaria del Rito Romano, nos presenta una vez más una de las preguntas capciosas y mal intencionadas con que los fariseos y, esta vez, acompañados por los herodianos, trataban de sorprender al Divino Maestro para que el Este cayera en contradicción con la Ley de Moisés y, en este caso, además, con las leyes imperiales. El versículo decisivo es aquél con el que Jesús el Señor da respuesta a la pregunta del grupo de fariseos y algunos hombres de Herodes: ¿tenemos que pagar o no a las fuerzas romanas de ocupación las tasas y los impuestos debidos al Imperio? Fariseos y herodianos procuran que Divino Maestro caiga en falso, pues le han tendido una trampa, ya que si responde afirmativamente se le acusará de colaboracionista con el enemigo y perdería la confianza de su pueblo. Por el contrario, si responde negativamente, los herodianos, por su parte, lo calificarían de subversivo e instigador.La respuesta de Nuestro Señor es propia de quien es Dios y hombre verdadero, la Suma Sabiduría, que ilumina con Su Palabra toda realidad: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21). En otras palabras, El sostiene que al emperador hay que darle lo que es suyo, reconociendo de este modo el valor del Estado y sus instituciones. Pero la respuesta del Divino Maestro tiene una segunda proposición mucho más contundente y esencial que subraya lo que es de verdad importante: devolver a Dios lo que es suyo, ya que desde la misma manera en que en la moneda de plata está grabada la imagen del César, en el corazón de cada ser humano ha sido grabada indeleblemente la imagen de Dios desde el día en que fuimos creados a su imagen y semejanza. Ergo, lo más relevante en la vida de cada uno de nosotros es darle a Dios nuestra vida y nuestro corazón. En la medida en que hacemos nuestras las moniciones del Divino Maestro, estas se van adentrando en nuestro ser e iluminan toda nuestra existencia y la vida cotidiana donde nos vamos santificando a través del trabajo ordinario de cada día, cada uno según su estado y edad. Consecuentemente, esta Verbum Domini nos llevará a mirar con nuevos ojos nuestra sentido de responsabilidad y compromiso por los asuntos públicos para que el Estado verdaderamente refleje o responda al designio que Dios tiene para la humanidad, especialmente en este tiempo en que comenzamos a experimentar una suerte de neopaganismo posmoderno, donde se tiende a privilegiar, cada vez más, sólo la primera parte de la proposición de la sentencia del Divino Maestro a los fariseos y herodianos, olvidándose que esta se complementa y adquiere sentido con la segunda: “...a Dios lo que es de Dios”.

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