sábado, 7 de marzo de 2009

Santa María en sábado.

María, consoladora de los afligidos.
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Santa Magdalena de la Pacis fue una enamorada de la Virgen al pie de la Cruz. Desde su primera comunión consagró al Crucificado su virginidad y a los 16 años, renunciando a un brillantísimo porvenir, se abrazó con la austera regla carmelitana. Sus mortificaciones fueron terribles y constantes, todo su cuerpo era una llaga. Con su cuerpo sacrificó su corazón que ofreció a Jesús, unido a María, que le vio alancear el de su Hijo-Dios.
Y por hacerse más semejante a su Madre de los Dolores, renunció a todo consuelo interior y por cinco años le concedió Jesús sentir el abandono aparente de Dios, como El en la Cruz. Su devoción se trocó en aridez, su amor en tedio, su paz en tentación, su alegría en tristeza de muerte. Su consuelo era ir a la imagen de la Dolorosa, abrazarla y llena de su amor y el de Cristo, gritar: “Oh Jesús, no os pido la muerte, sino mayores dolores. Padecer y no morir”. Oh María, no me alejes jamás de la cruz, que quiero morir en ella.
“Más perdió la Virgen que yo”. Somos necios, como niños a quienes sus padres quitan el cuchillo, con que se va a herir; o apartar del precipicio en el cual se va a despeñar. No miramos sino a nuestro deseo del momento, que es contrariado; y no a la Sabiduría de Dios y a su infinito amor. Aprendamos de la Virgen y de los santos a mirar los dolores y contrariedades de la vida con ojos de fe.
Llevemos con paciencia las astillas de la Cruz del Salvador, y aún con alegría; y para esto fijémonos, que a quien más amó Dios la hizo Madre de los Dolores.

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