LA MISA ROMANA: HISTORIA DEL RITO
Por Dom Gregori Maria
El Introito o canto de ingreso es la primera y más antigua pieza del rito de entrada. Es la salmodia que abre la función religiosa, y como tal, lo mismo que las lecturas y las letanías, exige que se la cierre con una oración sacerdotal. Pero esta conclusión no es tan rotunda y hermética como para que no se le puedan añadir otros elementos litúrgicos, como de hecho sucedió con los que ahora vamos a estudiar: los kyries.
Kyrios (Señor) era el título que se daba a personas de quienes se creía habían llegado a dioses y cuyo culto podía hacer partícipes a los hombres de una felicidad semejante. San Pablo utiliza esa denominación para hacer ver a los neocristianos que el verdadero Kyrios (el hombre también verdaderamente Dios) es Cristo.
Los kyries (Señor, ten piedad) constituyen el único elemento griego del ordinario de la Misa, no porque sea un resto de la época en la que la liturgia romana se celebraba en griego sino porque se tomó posteriormente de ritos orientales tras la impresión que había causado entre los occidentales este nuevo modo de orar en común usado en Oriente. Por eso lo adoptaron sin apenas cambiarlo.
En Oriente aparece el “Kyrie eleison” por vez primera a fines del siglo IV. La peregrina hispana Eteria cuenta de la liturgia de Jerusalén que mientras el diácono decía los nombres de cada uno de las personas por las que se rezaba a modo de letanías mientras los niños respondían continuamente Kyrie eleison con voces infinitas.
Ya las Constituciones Apostólicas (Const. Apost., VIII, 6.9) de esta misma época, dan el texto de estas letanías, siendo el primer documento que reporta el texto litúrgico ya formado.
Pero lo verdaderamente interesante es conocer las razones que movieron al Occidente a hacer suya esta plegaria sin traducirla.
La primera noticia que tenemos sobre los kyries en Occidente es el canon 3 del Concilio de Vaison del año 529. El occidente católico había sufrido durante la última centuria nada menos que cuatro invasiones de los bárbaros. Cuatro veces en menos de cien años los germanos y los hunos habían devastado a Italia. La Iglesia occidental gemía pues bajo el yugo duro de los bárbaros y también del arrianismo, religión de la mayor parte de los pueblos germánicos y que precisamente niega el “Señorio divino” de Cristo. Fue precisamente San Cesáreo de Arles, uno de los padres del Concilio de Vaison, quién más persecuciones tuvo que sufrir de los reyes arrianos. Cantar “Kyrie eleison” refiriéndose a Cristo es afirmar su naturaleza divina: es una profesión de fe antiarriana.
Junto a esta cuestión teológica debemos recordar además que los católicos de Occidente miraban con nostalgia y algo de envidia hacia Oriente donde en el año 517 subía al poder un emperador católico, Justino, quien ayudado por su pariente Justiniano, echaba los cimientos de una nueva edad de oro para el Imperio bizantino.
Sea como fuere y según el canon del concilio de Vaison, la letanía de los kyries debió introducirse en la liturgia romana hacia el año 500 pero no directamente para la misa. En efecto, entre los textos litúrgicos aislados de la Misa que conservamos, encontramos la “Deprecatio Gelasii” (492-496) atribuida al Papa Gelasio.Tal letanía se rezaba de la siguiente manera: uno de los clérigos indicaba la contestación al pueblo, después se invocaba a la Santísima Trinidad y venían 16 intenciones (por la Iglesia, los sacerdotes, la paz, las cosechas, los fieles…) a las que se contestaba con el Kyrie eleison. A partir de la 15 la respuesta era “Praesta, Domine, praesta” (Concédelo, Señor, concédelo) terminando con “Domine, miserere” (Señor, apiádate).
Lo más probable es que durante la mayor parte del siglo VI esta letanía se usase sólo en las procesiones penitenciales.
Lo que sí sabemos es que diciéndose aún entonces en la misa la antigua oración común de los fieles (reinstaurada en el Novus Ordo de Pablo VI del 69) esta acabó asimilada como respuesta a los kyries. Posteriormente San Gregorio Magno, queriendo abreviar la letanía, substituyó la oración común de los fieles por los Kyries en el rito de entrada.
El que no se pusiera en el lugar preciso de la antigua oración de los fieles, es debido a las innovaciones introducidas después del Evangelio, cuando en ese lugar se formó y colocó el ofertorio, como veremos más adelante. Pero también debido a la circunstancia de que al entrar en la iglesia, en el rito de entrada, se cantaba la letanía los días de penitencia.
Al trasladarse la liturgia romana al Imperio carolingio se fija el número de repeticiones del Kyrie y del Christe eleison en nueve por influjo de la desaparecida liturgia galicana deseosa de demostrar en sus ceremonias el misterio de la Santísima Trinidad y determinando que cada invocación se repita 3 veces: triple invocación del Kyrie atribuyéndolo al Padre, triple Christe al Hijo y triple Kyrie al final atribuido al Espíritu Santo. Además determina que se canten los kyries a dos coros.
Esta triple repetición de las tres invocaciones fue reducida a doble repetición en el Misal del 69.
El canto de los kyries en la Edad Media: los “tropos”.
Al enriquecerse en la Edad Media las melodías se introdujeron melismas en abundancia (muchas notas con una sílaba). Este cantar era muy familiar a los pueblos latinos, pero muy desagradable a los pueblos nórdicos. Para hacer desaparecer esta impresión, se introdujeron los tropos: mientras medio coro canta el melisma con una sílaba, el resto recita con la misma melodía una ampliación de los kyries hasta coincidir en la palabra final “eleison”. Al suprimirse en el siglo XV esos tropos sobrevivieron únicamente en los nombres de las diversas misas gregorianas: Lux et origo, Cunctipotens genitor Deus, Orbis factor, etc (las primeras palabras de los antiguos tropos). Ejemplo: Kyrie, lux et origo, eleison (Señor, luz y origen, ten piedad) Kyrie, orbis factor, eleison (Señor, creador del mundo, ten piedad) y así todas.
De todas maneras, por muchos siglos no rezó el celebrante los kyries, como no rezaba otros textos que no fueran propios suyos. En la época carolingia suplía el celebrante este silencio suyo mientras la schola cantaba, con una o varias apologías. Pero cuando estas se suprimieron, empezó el celebrante a rezar los kyries en voz baja, y como solían alternarse entre dos coros, también en el altar los alternaba el celebrante con sus ministros. El modo no era uniforme. Decía, por ejemplo, el celebrante dos veces el Kyrie eleison y los ministros contestaban el tercero.
Tanto en la misa solemne como en la privada el sitio donde se recitaban los kyries no era el medio del altar como acabó consolidándose sino el lado de la epístola, como lo conservaron los dominicos en su rito propio.
Actualmente según el Novus Ordo del 69 el celebrante los recita o canta desde la sede.
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