lunes, 24 de noviembre de 2014

San Juan de la Cruz, Confesor y Doctor.


De entre los poetas que produjo el Siglo de Oro hispánico, no hay lugar a dudas de que destaca Juan de Yepez, nacido en Fontiveros, Ávila, en 1542, a quien la historiografía literaria ha adscrito a la poesía mística española, por cuanto la producción de San Juan de la Cruz es una muestra palpable de la más alta experiencia religiosa experimentada por el fraile carmelitano. A juicio de la crítica, “era San Juan hombre y poeta del Renacimiento español y conoció las directrices culturales de su época (…). Vivió la experiencia de una orden en pleno proceso de reforma, entendió los temas fundamentales (también sus peligros) que se debatían en la espiritualidad española, esa espiritualidad donde en palabras de Salinas, “se libraban las grandes aventuras del alma”. Supo de literatura mística, bíblica, religiosa (…) manejó el lenguaje amoroso –italianista, tradicional, cancioneril- de la poesía coetánea”.
Como es bien sabido, San Juan de la Cruz escribió fundamentalmente poesía lírica bajo los parámetros de la lírica renacentista amalgamada con elementos propios de la tradición castellana. De entre sus poemas destaca el “Cántico espiritual” de longitud considerable; además, es autor de romances acerca de la Trinidad y de la Encarnación, de interés esencialmente doctrinal. Las obras en prosa del fraile poeta constituyen comentarios exegéticos a sus poemas y fueron escritos a solicitud. La mayor parte de los poemas pueden ser fechados con bastante exactitud. “Así el primero de ellos, los versos que empiezan “Vivo sin vivir en mí”, fueron con casi toda seguridad escritos en Ávila entre 1572 y 1577. La razón de que así lo creamos es que Santa Teresa escribió un poema sobre la misma glosa y con las mismas ideas en 1571, no mucho antes de que San Juan pasase a ser su confesor. Era corriente que frailes y monjas escribiesen versos sobre un tema dado y compitiendo entre sí”.
En la poesía de San Juan de la Cruz es posible detectar influencias de la lírica española y bíblica. Entre las primeras, la poética de Garcilaso de la Vega se evidencia en la escritura del santo, quien había leído al poeta que introdujo en España las corrientes italianizantes de la poesía en Medina del Campo, “cuando era joven y se saturó de su poesía”. Se detecta la influencia de Garcilaso en la métrica, especialmente en sus poemas donde usa el endecasílabo y la estrofa llamada lira. También tomó del poeta renacentista de las églogas, precisamente, el lenguaje pastoril. Así, el “Cántico espiritual” está escrito sobre la base de imágenes y palabras convencionales del lenguaje pastoril. De entre las influencias bíblicas, destaca, a su vez, “El cantar de los cantares”, que no sólo fue una influencia prosódica, sino de escenas, incidentes, imágenes y colorido.
La poesía de san Juan de la Cruz es esencialmente la materialización estética de sus vivencias; es por eso que Brenan no duda en calificarlas como autobiográficas, pues “no puede haber duda alguna de que el poeta describe –o más bien, representa- sus propias experiencias”, que son fundamentalmente de carácter místico, que según el propio santo carecían de impresiones sensoriales e imaginarias. El santo de Ávila escribió: “Ni basta ciencia humana para lo saber entender ni experiencia para lo saber decir, porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir”. La misma idea la desarrolló en un villancico: “Yo no supe dónde entraba, / pero, cuando allí me vi, /sin saber dónde me estaba,/ grandes cosas entendí;/ no diré lo que sentí,/ que me quedé no sabiendo,/ toda ciencia trascendiendo”

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