- En Jerusalén, san Cirilo, Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia, el cual padeció de parte de los Arrianos muchas injurias por defender la fe, y desterrado muchas veces de su Iglesia, al fin, esclarecido en santidad, murió en paz. De la pureza de su fe dio preclaro testimonio el primer Concilio ecuménico de Constantinopla escribiendo al Papa san Dámaso.
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- En Cesarea de Palestina, el triunfo de san Alejandro, Obispo, el cual yendo de una ciudad de Capadocia, de que era Obispo, a visitar los Santos Lugares, y llegado a Jerusalén, en cuya Iglesia era a la sazón Obispo Narciso, ya anciano, por revelación divina le sustituyó en el gobierno. Más tarde, en la persecución de Decio, siendo él ya muy anciano y respetado por sus venerables canas, fue conducido a Cesárea, y encerrado en una cárcel por confesar a Cristo, consumó el martirio.
- En Augsburgo, san Narciso, Obispo, el primero que predicó el Evangelio a los pueblos de Recia; pasó después a España, y convertidos en Gerona muchos infieles a la fe de Cristo, allí mismo, en la persecución del Emperador Diocleciano, juntamente con el diácono Félix, recibió la palma del martirio.
- En Nicomedia, diez mil santos Mártires, que por la confesión de Cristo fueron pasados a cuchillo.
- Allí mismo, los santos Mártires Trófimo y Eucarpio.
- En Inglaterra, san Eduardo Rey, que, muerto por los engaños de su madrastra, resplandeció en muchos milagros.
- En Luca de Toscana, la dichosa muerte de san Frigidiano, Obispo, ilustre por la virtud de los milagros.
- En Mantua, san Anselmo, Obispo de Luca, y Confesor.
- En Cagliari de Cerdeña, san Salvador de Horta, Confesor, de la Orden de los Frailes Menores, que resplandeció en virtudes y con singular don de milagros, y fue contado por el Papa Pío XI en el número de los Santos.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
R. Deo Gratias.
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