martes, 1 de enero de 2013

Octava de Navidad.

Estación en Santa María del Transtévere
Día de 1ª clase - Blanco
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La liturgia de hoy celebra tres fiestas reunidas.
La primera es la que designan los sacramentarios romanos con el título de Octava del Señor, de hecho, la misa es casi de octava, ya que toma muchos textos de las de Navidad. Una segunda misa se celebraba antiguamente en Santa María la Antigua, en el foro, cuya dedicación probablemente era hoy. Un vestigio de ella subsiste en las oraciones de la misa. Estas cantan la maternidad de María y son en extremo bellas. La tercera fiesta es la de la Circuncisión, cuya celebración se remonta al siglo VI. Ocho días después de su nacimiento se somete Cristo, como todos los judíos, a este rito impuesto por Dios a Abraham como sello de su fe, y recibe al mismo tiempo el nombre de Jesús.
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CIRCUNCISION
DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO
CIRCUNCISIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Todo cuanto hacéis, de palabra o de obra,
hacedlo todo en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo.
(Colosenses 3, 17)
¡Cuán glorioso es el Nombre de Jesús; mas, cuán caro costó al Hijo de Dios! ¡Le fue menester derramar sangre para merecer este nombre de Salvador; y tú no quieres derramar, para salvarte, ni una lágrima! Es preciso imitar a Jesús en sus sufrimientos o perder la esperanza de acompañarlo en su gloria. Jesús, sed mi Salvador, y pues tanto amor habéis tenido por mí desde el comienzo de vuestra vida, inspiradme vuestro santo amor, a fin de que os ame, si no tanto cuanto merecéis, por lo menos tanto cuanto pueda.
MEDITACIÓN
SOBRE LA CIRCUNCISIÓN
I. Jesús comienza hoy lo que continuará hasta la muerte. Obedece a su Padre celestial, a María y a José. ¡Dios obedece a los hombres! Después de esto, ¿tendremos vanidad bastante como para no querer sometemos a los superiores que Dios nos ha dado? Es preciso obedecer a los que ocupan el lugar de Dios, o bien a nuestras pasiones y al demonio. Un Dios obedece a la ley, y nosotros, que no somos sino ceniza y polvo, ¿rehusaremos obedecer a Dios?
II. En ninguna parte se manifiesta más la humildad del Salvador que en esta obediencia. En el pesebre, se tomaría a Jesús por un hombre común; aquí, pasa por pecador. Jesús, que es la santidad misma, quiere abatirse hasta parecer pecador, para honrar a su Padre. Después de esto, ¿tengo derecho a quejarme de las humillaciones que recibo? He nacido en el pecado, he crecido en el pecado; sin embargo, no quiero ser llamado pecador y me irrito si se me desprecia.
III. La caridad de Jesús brilla en este misterio, toda vez que quiere, desde los primeros instantes de su vida, adoptar el nombre de Salvador y darnos su sangre y sus lágrimas como prenda de su amor. Esa sangre y esas lágrimas que derrama, son el lenguaje de su corazón: nos dice con ellas que quiere vivir, sufrir y morir por nosotros. Comencemos pues, este año, imitando su obediencia y su humildad. Amémoslo durante todo este año, hagamos todo en Nombre de Jesús. Dios mío, soy todo vuestro, durante este año y para el resto de mi vida.
La humildad.
Orad por la Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis constituido a vuestro Unigénito Salvador del género humano, y habéis ordenado que se le llamase Jesús, haced, por vuestra misericordia, que después de haber honrado su Santo Nombre en la tierra, tengamos la dicha de contemplarlo a Él mismo en el cielo. Por J. C. N. S.

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