miércoles, 26 de noviembre de 2008

Novena a Santa Bárbara, oración inicial y final.

Novena a Santa Bárbara
(adaptación)Por el P. Esteban Faller (1911).
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Oración preparatoria para todos los días.
¡Oh gloriosa virgen y mártir, Santa Bárbara, alegría de Dios y de sus ángeles, honra de la Santa Iglesia y consuelo de vuestros devotos, postrados a vuestros pies venimos a rendiros nuestros más sinceros homenajes por los muchos y grandes trabajos que por la fe y el amor a Jesucristo padecisteis!
¡Oh! Gran santa, lo sabemos, terribles, han sido las pruebas a que fueron sometidas vuestra fe, vuestra pureza virginal, vuestra fidelidad al esposo celestial de vuestra alma, pero gracias mil sean dadas a la piedad y bondad de nuestro Dios que en ninguna de ellas os ha dejado de su mano y que en todas ellas os ha asistido con su poderoso auxilio hasta que, consumado vuestro sacrificio, entregasteis vuestra alma santa en sus divinas manos.
¡Oh santa mártir de Cristo ahora que estáis en el Cielo descansando de los trabajos de la tan ruda jornada de vuestra vida, acordaos, os suplicamos, de aquellos devotos clientes vuestros que aún están empeñados en las luchas de la vida, rodeados, por todas partes, de enemigos y peligros! Acordaos que el Señor os ha prometido que ninguna cosa negaría a quien se la pidiere, por los méritos de vuestro martirio y preciosa muerte. Dignaos, pues, ser nuestra patrona y protectora, ahora y siempre; aceptad benignamente el humilde homenaje de nuestra confianza y haced que celebremos esta novena de una manera digna de vos y de la infinita majestad de aquel gran señor, a quien sea todo honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Oración final
Aquí tenéis, oh santa patrona y protectora nuestra, a vuestros fieles devotos que, reunidos en derredor vuestro, viene a exponeros sus necesidades y a pedir vuestros favores. Conseguidnos la gracia de una sincera conversión, dispensadnos vuestra constante protección contra todos los peligros del cuerpo y del alma, alcanzadnos la gracia de un verdadero y sincero amor a nuestro adorable Salvador Jesucristo, una sincera devoción a su sagrada pasión, y finalmente la gracia de acabar nuestros días en la paz y amistad de nuestro Dios, rindiendo el último suspiro entre los brazos de Jesús y de María.
¡Ah! Santa admirable, por el deseo vehementísimo que os consumía de alimentaros con el pan de los ángeles, y por la pena inmensa que experimentasteis al veros privada de esta consuelo en la hora de vuestra muerte, os rogamos, nos consigáis igual hambre y sed de este divino alimento en vida y que no nos veamos privados de él en la muerte.
Oh, santa incomparable, conseguidnos la ciencia de los santos, el desprecio de todas las vanidades del mundo y haced que vuestro lema ¡sólo Dios! ¡sólo Dios!, sea también el nuestro; que sólo para Dios viva nuestro corazón, a Él sólo ame, sólo por él anhele, así en la vida como en la muerte, así sea. Amén.

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