domingo, 31 de julio de 2011

VII Domingo después de Pentecostés.

EL ESPÍRITU SANTO sigue siempre pausadamente, calladamente transformando, divinizando la faz sobrenatural de la tierra. Es la sal de la Sabiduría, que sazona al mundo, que purifica las almas, que las madura con sus divinales fuegos para la vida eterna.
Ese divino Espíritu tiene razón de Don, y entre los Dones el más augusto y preciado es el de Sabiduría, tan solicitado por la Iglesia ya desde estos domingos, y sobre todo en los de agosto, al recordarnos en maitines las figuras de David y de Salomón. Ambos fueron grandes amantes de la divina Sabiduría, que nos hace sacar gusto a Dios, y enjuiciarlo todo según su certero y sapientísimo criterio: Esta es aquella Sunamitis tan ferviente que calentaba al anciano David, tan casta que no le incitaba la libídine. Esta pidió también el joven Salomón como esposa al tomar
las riendas del gobierno; ésta finalmente constituirá para los elegidos las delicias del cielo. “Videnti Creatorem angusta est omnis creatura”, al que ve al Creador, dice S. Gregorio, parécele poquita cosa cualquier criatura, charquitos de agua turbia, frente a las aguas vivas de una fuente
caudalosa.
Los pingües frutos de esta celestial Sabiduría hállanse enumerados en la Epístola de hoy; y, en cambio, el fruto y paga del pecado es la muerte, además de la vergüenza y del torcedor de la conciencia que le acompaña y que le sigue.
Por nuestra vida y por los frutos que rindamos se conocerá qué tal árbol somos (Ev.), pues no está todo en tener buenas palabras, sino en la Sabiduría y cordura, que el Espíritu Santo comunica a los que de Él se dejan dócilmente guiar, traduciéndose luego en obras buenas y de edificación. “Preciso es, dice S. Agustín, que manos y lengua vayan a la par; y que mientras ésta glorifica a Dios, aquéllas obren”. “Las palabras placenteras y los aires de mansedumbre deben ser evaluados por el fruto de las obras”, dice S. Hilario; porque a menudo sucede que la piel de oveja sirve para ocultar la ferocidad del lobo (Noct. 3º).
Tenemos, pues, en el pacífico Salomón una figura de Cristo, el cual dijo cierto día: Éste que veis es más que Salomón. A Él debemos escuchar (Grad.) porque tiene palabras de vida eterna. Él es la sabiduría misma del Padre.
Que Él tenga a bien enseñarnos a temer al Señor (Ib.) y a discernir el bien del mal (Evang.), y que la Santa Misa de hoy, figurada ya por el sacrificio de Abel (Sec.) y por los holocaustos ofrecidos en el Templo por Salomón, sirva para aplacar y honrar al Señor.
Pidamos al Señor, mantenga nuestra vida en los caminos de su justicia, aparte de nosotros todo lo nocivo, y nos conceda todo lo saludable (Or.).
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Introito (Salmo XXVI)
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OMNES GENTES pláudite mánibus:
jubiláte Deo in voce exsultatiónis.
- Ps. Quóniam Dóminus excélsus,
terríbilis: Rex magnus super omnes terram.
V. Glória Patri.
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sábado, 30 de julio de 2011

Los catecúmenos.

“Para tener del Bautismo la noción grandiosa que de él nos da la Liturgia, dice Dom Cabrol, es preciso reconstituirlo en su ambiente. Es necesario remontarse al siglo V, o al IV, época en que logra lo que podríamos llamar su apogeo. En esta época son aún en mayoría adultos los que se presentan al Bautismo. La mayor parte son conversos del paganismo; es preciso prepararlos a la iniciación cristiana; es preciso pulverizar el alma pagana, macerarla, modelarla de nuevo para metamorfosearla en un nuevo ser; es preciso dar a los ritos el desarrollo y la solemnidad que, a estos paganos, ayer salidos de la gentilidad, les harán comprender mejor su alcance.

Esta educación sobrenatural empieza con la Cuaresma y no terminara sino con la octava de Pascua. Así, toda la liturgia de la Cuaresma queda penetrada del Bautismo. El concentra a su rededor otros ritos, como la Confirmación y la Eucaristía, la bendición de las Fuentes, y de los Santos Óleos. Los exorcismos, las lecturas del Sábado Santo, la bendición del cirio pascual, son asimismo episodios del Bautismo”.

Desde el principio, el Bautismo se administraba a los niños. Los que lo recibían después de llegar al uso de razón, debían hacer el Catecumenado, o sea, un tiempo de prueba y formación cristiana.; durante este tiempo se instruía al candidato en los misterios de la religión, y se le ejercitaba en la práctica de las virtudes cristianas.

Podemos distinguir cuatro etapas en el Catecumenado, que corresponden más o menos a las ceremonias actuales:

-Recepción de los Catecúmenos. El Obispo averiguaba si el candidato que se presentaba era realmente digno de ser aceptado; en tal caso lo inscribía y era incorporado al Catecumenado mediante una ceremonia simbólica.

-Durante la Cuaresma ayunaban, hacían penitencia y recibían instrucción religiosa en el templo; en seis ocasiones comparecían ante el pueblo para ser examinados; al final de esta ceremonia se pronunciaban sobre ellos algunos exorcismos.

-Al fin de Cuaresma, un sacerdote los examinaba y los exorcistaba.

-Asistían a la ceremonia nocturna del Sábado Santo: se dirigían en procesión al bautisterio para presenciar la consagración de las aguas; luego recibían el bautismo por infusión; se les hacían las unciones y terminaba el acto con la imposición de la vestidura blanca y entrega del cirio encendido. Acto continuo recibían la Confirmación y se celebraba la Misa de Primera Comunión.


viernes, 29 de julio de 2011

Liturgia del Bautismo. Doctrina de la Iglesia.

El Sacramento del bautismo es un sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo, a manera de ablución, por el que el bautizado se hace miembro del Cuerpo Místico de Cristo, obtiene el perdón del pecado original, y de los pecados personales si los tiene, con toda la pena debida a ellos, y queda capacitado para recibir los demás sacramentos. Es absolutamente necesario para salvarse, y sólo puede suplirse por el Bautismo de sangre, o con el bautismo de deseo.

La materia remota del bautismo es el agua natural, la próxima es la ablución del cuerpo con esta agua.

El agua debe ser consagrada: sólo en caso de necesidad se permite agua sin consagrar.

La forma son las palabras: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

El sujeto es todo hombre no bautizado.

El ministro ordinario del Bautismo es el sacerdote; según el Derecho canónico está reservado al Párroco o a un sacerdote delegado por este o por el Obispo; el ministro extraordinario es el diácono, con licencia del Ordinario o del Párroco. En caso de necesidad puede administrar el bautismo cualquier persona.

El Bautismo puede conferirse por inmersión en el agua, por infusión del agua o por aspersión.

El Bautismo imprime carácter, es decir, nos marca espiritualmente con el sello de los hijos de Dios. Por el Bautismo pertenecemos a la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucristo y formamos parte de la sociedad cultual o litúrgica y entramos en la esfera de la acción sacerdotal de Cristo.

El bautizado debe tener un padrino, hombre o mujer, o a lo sumo dos, uno de cada sexo.

Para ser padrino válidamente se requiere, entre otras cosas, ser bautizado, tener uso de razón, tener intención de hacer de padrino; no ser el padre, madre o cónyuge del bautizando, haber sido designado por aquel a quien corresponda, y tocar físicamente al bautizando en el momento mismo del bautismo. Para la licitud se requiere tener catorce años, saber los rudimentos de la fe, no ser novicio o profeso de religión alguna, no estar ordenado in sacris.

(1935).


jueves, 28 de julio de 2011

Ceremonial de la Penitencia.

El lugar propio de la Confesión es la iglesia, oratorio público o semipúblico. El penitente se arrodilla ante confesor y mientras este dice: El Señor esté en tu corazón y en tus labios para que confieses, debidamente todos tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén, el penitente reza el Yo pecador. Confiesa, en seguida, todos sus pecados con claridad, sinceridad y con humildad; el sacerdote escucha, aconseja, amonesta, enseña y juzga como padre, médico y juez; le impone una penitencia y luego pronuncia sobre él la fórmula de la absolución: Dios Todopoderoso se compadezca de ti, y una vez perdonados tus pecados, te conduzca a la vida eterna. Amén. Extiende la mano derecha sobre el penitente y prosigue: El Señor Omnipotente y misericordioso te conceda indulgencia, absolución y perdón de tus pecados. Amén. Nuestros Señor Jesucristo te absuelva; y yo, con su autoridad, te absuelvo de todo vínculo de excomunión, suspensión (si el penitente es ordenado in sacris) y entredicho, en cuanto puedo y tú lo necesitas. Por lo tanto, yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén.

La pasión de Nuestro Señor Jesucristo, los méritos de la bienaventurada Virgen María, y de todos los Santos, todo el bien que tú hicieres y el mal que padecieres, te sirva para el perdón de tus pecados, aumento de la gracia y premio de la vida eterna. Amén.

El penitente se levanta reconciliado con Dios y va a dar gracias al Señor por este beneficio tan grande de la Confesión; debe cumplir cuanto antes la penitencia impuesta por el Confesor.

Confiteor Deo omnipotenti, Beatae Mariae, Semper Virgini, Beato Michaeli Archangelo, Beato Joanni Baptistae, Sanctis Apostolis Petro et Paulo, Omnibus Sanctis, et tibi Pater, quia peccavi nimis cogitatione, verbo et opere; mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Ideo precor Beatam Mariam Semper Virginem, Beatum Michaelem Archangelum, Beatum Joannem Baptistam, Sanctos Apostolos, Petrum et Paulum, Omnes Sanctos, et te Pater, orare pro me Ad Dominum deum nostrum.


miércoles, 27 de julio de 2011

Liturgia de la Penitencia o Confesión.

Doctrina de la Iglesia.

La Penitencia es un Sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Instituyó este Sacramento el día de su Resurrección, cuando soplando sobre sus Apóstoles reunidos en el Cenáculo dijo: Recibid el Espíritu Santo: a los que perdonaréis los pecados, les serán perdonados; y a los que se los retuviereis, les serán retenido. Este Sacramento fue instituido a manera de juicio en el que el Confesor es el Juez; acusador y testigo es el mismo penitente. La materia del juicio son los pecados cometidos después del bautismo que confiesa el penitente. Este Sacramento puede reiterarse.

La materia remota son los pecados cometidos por el penitente y la materia próxima, los actos del mismo, a saber: la contrición, la confesión o acusación de los pecados y la satisfacción.

La forma es: Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén. A esta forma necesaria, el sacerdote agrega algunas oraciones, antes y después.

El ministro es el sacerdote aprobado y facultado por el Obispo para oír confesiones. En peligro de muerte cualquier sacerdote puede absolver de todo pecado y de toda excomunión.

Sujeto es todo bautizado que haya pecado. Para hacer una buena confesión son necesarios: el examen, dolor, propósito, confesión y satisfacción.

Efectos del Sacramento de la Penitencia: si el penitente, bien dispuesto, confiesa los pecados mortales que aún no han sido perdonados, con este Sacramento: a) se perdona la culpa y la pena eterna, y, a los menos parcialmente, la pena temporal debida; b) reviven los méritos del penitente, muertos por el pecado; c) se da especial gracia para evitar los pecados en el futuro.

Si el penitente bien dispuesto, sólo confiesa pecados veniales o mortales, ya perdonados, el Sacramento de la Penitencia perdona los pecados veniales, aumenta la gracia santificante, da fuerza para evitar, en adelante, los pecados y perdona más eficazmente la deuda de la pena temporal contraída por los pecados.


martes, 26 de julio de 2011

Ceremonial de la Extrema-unción.

En la habitación del enfermo ha de prepararse una mesa cubierta con un mantel blanco, una bandejita o platillo con algodón, migas de pan, limón y agua, para que el sacerdote se purifique los dedos, y un cirio encendido.

El sacerdote revestido de cota y estola morada entra al aposento del enfermo diciendo: La paz descienda sobre esta casa y sobre todos sus moradores. Da a besar el Crucifijo al enfermo, y rocía con agua bendita el aposento y a los presentes, diciendo la antífona: Asperges me, Domine, lo confiesa y absuelve, si lo pide, lo instruye brevemente sobre la eficacia de este Sacramento, y, si es necesario, lo conforta y lo consuela con la esperanza de la vida eterna.

El sacerdote dice varias oraciones, pidiendo al Señor que bendiga ese aposento y que les dé un buen Ángel Custodio, que aparte a los enemigos espirituales, que aparte el temor de todos. Luego se reza el Yo pecador y el sacerdote implora la indulgencia, la absolución y la remisión de los pecados del enfermo. Pide en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo que se extinga en él todo poder del demonio por la imposición de sus manos, por la invocación de la gloriosa Madre de Dios la Santísima Virgen María, de su purísimo esposo San José, de todos los Santos Ángeles, Arcángeles, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores, Vírgenes y de todos los Santos.

Mientras tanto los asistentes deben orar intensamente por el enfermo: si es posible recen los salmos penitenciales con las Letanías de los Santos.

En seguida unge al enfermo con el óleo de los enfermos en los ojos, oídos, nariz, labios, manos y pies, diciendo: Por esta santa unción + y por su misericordia piadosísima, te perdone el Señor lo que hayas pecado con la vista (con el oído, con el olfato, con el gusto y las palabras, con el tacto y con los pasos.

A cada unción el enfermo irá palpando la misericordia y el amor del Señor, y deseará como el Apóstol San Pablo morir para ir a unirse con Cristo. ¡Oh efectos maravillosos de la gracia sacramental!

Finalmente el sacerdote pide al Señor que le envíe su auxilio de lo alto, que desde Sión le dirija sus miradas protectoras, que el enemigo no pueda dañarle, que le perdone sus pecados, que le quite los dolores del alma y del cuerpo, que le devuelva la salud espiritual y corporal.

Antes de retirarse, el sacerdote le da consejos y advertencias saludables para que venza todas las tentaciones del enemigo. Procure que junto al enfermo quede el buen Jesús Crucificado y el agua bendita; a los que acompañan al enfermo les recomienda que si se agrava le llamen para ayudarlo a bien morir.

lunes, 25 de julio de 2011

Liturgia de la Extrema-Unción.

Doctrina de la Iglesia.

La Extrema-Unción es un Sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo, por el que se confieren auxilios y gracias especiales a los fieles que están en peligro de muerte, y, a veces, también alivio de las enfermedades del cuerpo.

Es el sacramento del perdón y de la fuerza. Cuando el hombre llega al fin de la jornada, azotada por la postrera enfermedad, viene Cristo, a consumar la redención personal del enfermo, por medio de la Extrema-Unción, que tiene virtud para borrar los últimos restos del pecado personal y para dar fuerzas al alma en las últimas luchas contra el enemigo.

Es menester que se administre este Sacramento en el tiempo oportuno, cuando el enfermo se dé cuenta de la gracia que Dios Nuestro Señor le otorga. No olvidemos que este Sacramento es eficaz para producir la salud corporal, si conviene a nuestra alma. No temamos asustar el enfermo (con la debida prudencia, se entiende) si ese susto se va a llevar al cielo, o le va a producir la salud corporal, por el Sacramento. Pidamos al Señor que se nos avise apenas peligre nuestra vida, para poder pedir inmediatamente la Santa Extrema-Unción.

La materia remota es el óleo de olivos consagrado por el Obispo o por un presbítero con facultad apostólica; la materia próxima es la unción con este óleo de los enfermos.

La forma es la oración que pronuncia el sacerdote al hacer la unción.

El ministro ordinario de este Sacramento es el párroco del lugar en que vive el enfermo; en caso de necesidad o con licencia, por lo menos razonablemente presumida, del párroco o del Obispo, lo es cualquier sacerdote.

Sujeto es todo fiel que haya llegado al uso de la razón y esté en peligro de muerte, por enfermedad o por senectud; pero sólo una vez puede recibirse mientras dure este peligro de muerte; mas, si después de haber cesado este peligro, vuelve a existir, puede reiterarse.

El enfermo antes de recibir la Extrema-Unción debe confesar sus pecados, si puede, de lo contrario debe hacer un acto de contrición; haga, además, actos de fe, esperanza, caridad y de plena conformidad con la santísima voluntad de Dios; reciba el Santo Viático.

Efectos que produce la Extrema-Unción:

a) Confiere aumento de la gracia santificante;

b) Levanta el ánimo del enfermo, le da fuerzas para resistir meritoriamente la enfermedad y le ayuda principalmente para vencer las últimas tentaciones;

c) Borra las reliquias del pecado, borra los pecados veniales, y aún los mortales, si el enfermo tiene atrición y no puede confesarse.


domingo, 24 de julio de 2011

VI Domingo después de Pentecostés.

UN PENSAMIENTO predomina en la liturgia de este día: Hay que matar en nosotros el pecado con un arrepentimiento sincero, pidiendo a Dios la gracia de nunca jamás recaer en él. El Bautismo nos hizo morir al pecado, la Penitencia nos restituye de nuevo la gracia divina, siendo como una segunda tabla después del naufragio de la inocencia, y la Eucaristía nos presta fortaleza contra las recaídas. A ello nos convida hoy el Breviario, el cual trae en forma de apólogo la lastimosa caída de David, quien, a pesar de ser tan virtuoso, todavía dejó entrar en su corazón la sierpe del pecado. Apasionado por la mujer de Urías, la hermosa Betsabé, puso a su legítimo marido a la vanguardia de su ejército en una batalla contra los Amonitas, y Urías sucumbió en la refriega conforme al intento y deseos del Rey. Pero Dios, que amaba a David, no podía dejar sin ejemplar reprensión y castigo tamaña iniquidad; y por eso le envió luego al profeta Natán para decirle: “Había en cierta ciudad dos hombres, rico uno y el otro pobre. El rico poseía grandes rebaños. el pobre nada absolutamente tenía sino una sola ovejita, que había comprado y alimentado, y que había crecido en su misma casa juntamente con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo en su copa, durmiendo en su seno, de manera que era para él como una hija. Pero habiendo venido un extraño a casa del rico, robó la oveja al pobre, y se la sirvió en la mesa a su huésped, porque no quería tocar en su propio rebaño”. Al oír esto David, exclamó indignadísimo: “¡Vive Dios, que ese hombre merece la muerte!” Repuso entonces Natán: “¡Tú eres ese hombre!” Y al punto contestó David a Natán: “¡Ay de mi, que he pecado contra el Señor!” Añadió Natán: “Por haberte arrepentido, el Señor te perdona; no morirás. He aquí tu castigo: el hijo que Betsabé te ha dado morirá”. Y tal sucedió como lo había dicho el profeta. Entonces fue David al Templo del Señor, y lloró contrito y humillado (Com.).
Pondera S. Ambrosio (2º Noct.) la humildad de David y su inmenso dolor por su culpa, que fue el que le atrajo el perdón del cielo, al contrario de lo que le hubiera sucedido si la hubiese negado y se hubiese disculpado de ella, como hicieron nuestros primeros padres, y como hacen la mayoría de los hombres, agravando de esa manera su pecado. “Aun los Santos del Señor, añade, que sólo anhelan proseguir en la lucha comenzada y recorrer por entero la carrera de la salvación, si a veces, siendo hombres como son, vienen a flaquear, no tanto por afición al pecado cuanto por la nativa debilidad, luego se levantan, y, más ardorosos para la marcha, compensan el tropezón con rudos combates. Así, su caída, lejos de retrasarlos, sólo sirve para estimularlos y hacerles correr más que antes”.
Pues bien, en el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y con Él fue crucificado nuestro hombre viejo, para que muramos al pecado y resucitemos en Él a nueva vida (Ep.). Si por desgracia recayéramos, pidamos a Dios nos sea propicio (Int., Grad., Alel., Sec.), y nos devuelva la gracia del Espíritu Santo, ya que de Él proviene todo don perfecto (Or.). Después hemos de llegarnos al altar (Com.) y recibir en él la S. Eucaristía, cuya virtud nos fortalecerá contra nuestros enemigos (Posc.) y nos conservará en el fervor de la piedad (Or.), porque el Señor es la fortaleza de su pueblo y el guía que jamás le dejará de la mano (Int).
Por eso también leemos hoy el Evangelio de la multiplicación de los panes, fi gura de la Eucaristía, que es nuestro necesario viático. La divina Eucaristía nos ahorrará también lamentables caídas, perfeccionando en nosotros la gracia bautismal y afianzará nuestros pasos en las sendas del Señor (Ofert.)*.
El Señor bondadosísimo dice que no quiere dejarles volver a sus casas sin haber comido, no sea que desfallezcan en el camino. Si alguno desfallece en el camino, no habrá que achacarlo a la comida; porque si Elías pudo andar por el desierto cuarenta días, con el vigor que le comunicó el pan suministrado por un Ángel, con harta más razón podremos andar durante los cuarenta años de la vida por la tierra extraña de Egipto, si nos alimentamos del Pan divino, que en el altar se nos sirve.
*Esta segunda multiplicación representa la Eucaristía aun mejor que la primera, pues allí los panes no fueron de trigo, sino de cebada; y así, en las Catacumbas, se ven pintados siete y no doce canastillos. (Ver Evangelio del 4º Dom. de Cuaresma).
*

sábado, 23 de julio de 2011

Ceremonias complementarias.

Bendición de las arras.

Las arras son trece monedas que el esposo da a la esposa en señal de matrimonio.

El sacerdote pide al Señor que bendiga esas arras, que hoy entrega el esposo a su esposa, así como bendijo a Abraham con Sara, a Isaac con Rebeca, a Jacob con Raquel; que derrame sobre ellos la gracia de su salud, la abundancia y la constancia de las obras; que florezcan como la rosa plantada en Jericó, que teman a Nuestro Señor Jesucristo y que le adoren.

Luego en una bellísima oración invoca al Señor, para que venga como santificador y bendiga a los esposos con sus dones.

Bendición de los anillos.

Los anillos son el símbolo del amor, de la unión y de la fidelidad. El sacerdote bendice los anillos a fin de que los que los lleven, cumplan con la voluntad de Dios, vivan en su amor y tengan larga vida.

El sacerdote rocía con agua bendita las arras y los anillos, coloca uno en el cuarto dedo de la mano derecha del esposo, y da el otro anillo al esposo para que este se lo coloque a la esposa. Al colocarle el anillo y al darle las arras al esposo dice a la esposa: Esposa, este anillo y estas arras os doy en señal de matrimonio. Yo lo recibo responde ella.

El sacerdote toma la mano derecha de los esposos y los acerca más al altar, recitando el Salmo 127, y les desea que Dios bendiga sus palabras, que sean felices eternamente.

Misa de Desposorios y bendición nupcial.

La Santa Iglesia desea que los esposos reciban la bendición nupcial en la Misa. Esta Misa está llena de simbolismos: la Epístola (San Pablo a los efesios) recuerda a la mujer que está sometida al marido; al marido le dice que debe amar a su mujer como Cristo amó a su Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla. En el Evangelio (S. Mateo 19, 3-6) se proclama la unidad e indisolubilidad del matrimonio.

Después del Paternóster, el celebrante se vuelve hacia los esposos y pronuncia dos oraciones para que Dios mire propicio sobre su sierva; para que su yugo sea de amor y de paz; para que casta y fiel se una en Jesucristo e imite a las mujeres santas: que sea amable con su marido, como Raquel, sabia como Rebeca, de larga vida y fiel como Sara; que siempre conserve la fe y los mandamientos, que sea grave en sus modales, venerable en el pudor, instruida en las doctrinas celestiales; sea fecunda en sucesión; pura e inocente en sus costumbres y que llegue al descanso de los bienaventurados.

Al final de la Misa, antes de la bendición, vuelto el celebrante a los desposados, dice: El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob sea con vosotros; y El os colme de bendiciones para que veáis a los hijos de vuestros hijos, hasta la tercera y cuarta generación, y después, tengáis en fin, la vida eterna, con el auxilio de Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

(1935).

viernes, 22 de julio de 2011

Liturgia del Matrimonio.

Doctrina de la Iglesia.

El Sacramento del Matrimonio es el mismo contrato matrimonial válidamente celebrado entre los cristianos, elevado por Nuestro Señor Jesucristo a la dignidad de Sacramento, por el que se dan las gracias especiales a los cónyuges a fin de que cumplan bien las obligaciones entre sí y para con sus hijos.

La materia de este Sacramento es la mutua entrega del derecho de los cónyuges en orden al fin del matrimonio.

La forma es la mutua aceptación de esta entrega.

Los ministros son los mismos contrayentes.

El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación cristiana de la prole.

Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad.

Para que el matrimonio entre los cristianos sea válido se requiere que los esposos no tengan impedimento dirimente, que consientan libremente, y que celebren el matrimonio en presencia del Párroco, o del ordinario del lugar, o de algún sacerdote delegado por uno u otro, y a los menos delante de dos testigos.

Para la licitud se requiere que los esposos estén en gracia, que estén suficientemente instruidos en la doctrina cristiana y que no tengan impedimento impediente.

El Matrimonio significa la unión de Cristo con su Iglesia, por lo que la unión matrimonial es santa y sobrenatural.

Ceremonial del Matrimonio.

En Chile se usa para el Matrimonio el Manual Toledano.

Ceremonias preparatorias.

El Párroco revestido de cota, estola blanca y capa pluvial, si se quiere, se dirige al altar donde están los novios y sus testigos y acompañantes. Les dirige la admonición que está en el Manual y que comienza: “Mirad, hermanos, que celebráis el sacramento del Matrimonio…, etc”,o les predica sobre el Sacramento que van a recibir, a fin de disponerlos a ese acto. Terminada la admonición ordena a los esposos y a los presentes que si hay algún impedimento por donde este matrimonio no pueda, ni deba ser contraído, ni ser firme y legítimo lo manifiesten claramente.

Parte esencial.

El sacerdote dirigiéndose a la esposa, dice: Señora N., ¿queréis al Señor N. por vuestro legítimo esposo y marido por palabras de presente, como lo manda la Santa, Católica y Apostólica Iglesia Romana?

R. Sí, quiero.

Sac. ¿Os otorgáis por su esposa y mujer?

R. Sí me otorgo.

Sac. Recibísle por vuestro esposo y marido?

R. Sí le recibo.

Luego el sacerdote, pregunta al esposo: Señor N., ¿queréis a la Señora N. por vuestro legítima esposa y mujer por palabras de presente, como lo manda la Santa, Católica y Apostólica Iglesia Romana?

R. Sí, quiero.

Sac. ¿Os otorgáis por su esposo y marido?

R. Sí me otorgo.

Sac. Recibísla por vuestro esposa y mujer?

R. Sí la recibo.

El sacerdote pone la mano derecha del esposo sobre la mano derecha de la esposa y dice: “Y yo, de parte de Dios Todopoderoso y de los bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo y de la Santa Madre Iglesia, os desposo, y este Sacramento entre vosotros confirmo en nombre del Padre + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Y los rocía con agua bendita.

(1935).

jueves, 21 de julio de 2011

La comunión de los enfermos.

Comunión ordinaria de los enfermos.

Los enfermos pueden comulgar por devoción, con tal que observen el ayuno prescrito, o estén dispensados de él por derecho o indulto apostólico. El sacerdote les lleva a su lecho la Santa Comunión. Para estas ocasiones debe prepararse una mesa cubierta con un mantel blanco, dos velas, un vasito con agua y un pañito blanco para colocarlo ante el pecho del comulgante.; el altar, así preparado, debe adornarse con flores.

El sacerdote entra y dice: “Paz a esta casa, y a todos los que moran en ella”; deja en la mesa y sobre los corporales el Santísimo, rocía con agua bendita la habitación, y reza una oración pidiendo a su Santo Ángel para que custodie, proteja y defienda a todos los moradores de esa habitación. Da la Comunión en forma ordinaria, termina con una oración en la que pide que esa Comunión sea remedio sempiterno para el cuerpo y para el alma del enfermo. Finalmente, le da la bendición.

El Santo Viático.

Todos los fieles están obligados a comulgar en peligro de muerte. Esta comunión se llama Viático, porque lo acompaña en el viaje a la otra vida.

El Viático se puede recibir a cualquiera hora del día, aún no estando en ayunas, y habiendo comulgado ya en ese día; el Viático puede repetirse varias veces, en distintos días, siempre que perdure el peligro de muerte. La administración del Viático está reservada al Párroco; si el Párroco no puede hacerlo, puede administrarlo cualquier otro sacerdote.

“No se difiera demasiado el dar el Viático a los enfermos; los que tienen cura de almas han de vigilar para que reciban el Viático cuando todavía estén en pleno conocimiento” (canon 865).

Cuando desfallece el espíritu del enfermo; y su corazón está abrumado por el dolor, y mira con pavor el más allá, y siente abandonar este mundo, la Santa Iglesia viene a traerle el Pan de los fuertes que lo reanima, lo llena de dulces consuelos, de esperanzas, lo espiritualiza más y lo desprende suavemente de este valle de lágrimas para conducirlo a la patria inmortal.

El ceremonial es el mismo que se usa en la Comunión de los enfermos, excepto las palabras que pronuncia el sacerdote al darle la Comunión: “Recibe, hermano (o hermana), el Viático del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, el cual te guarde del enemigo maligno y te conduzca a la vida eterna. Amén”.

Entre nosotros, puede usarse también el ceremonial que trae el Manual Toledano: contiene una hermosa profesión de fe que debe hacer el enfermo y el perdón de todas las injurias.

(1935).

miércoles, 20 de julio de 2011

Ceremonial de la Comunión.

El sacerdote, revestido de cota y estola, se dirige al altar, saca del sagrario el copón, mientras el acólito, en nombre de los fieles, reza el Confiteor (Yo pecador).El oficiante se vuelve al pueblo y dice:

“El Dios Todopoderoso tenga misericordia de vosotros, y habiendo perdonado vuestros pecados os lleva a la vida eterna. Así sea. El Señor Todopoderoso y misericordioso os conceda el perdón, la absolución y la remisión de vuestros pecados, Así sea”.

Toma el copón en su mano izquierda y con los dedos pulgar e índice de la mano derecha toma una de las hostias y la levanta mostrándola al pueblo y diciendo: “He aquí el Cordero de Dios; he aquí el que quita el pecado del mundo”. En seguida repite tres veces la súplica humilde del centurión, cuando el Señor le comunicó que iría a su casa: “Señor, yo no soy digo de que entres en mi morada, pero habla solamente y mi alma quedará sana”.

Estas ceremonias tan sencillas, contienen los actos preparatorios de fe, humildad, amor y gratitud, para que los fieles aviven sus sentimientos de fe, humildad, etc.

El sacerdote, al depositar, la Hostia Consagrada en el lengua del comulgante, dice: “El Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna”.

Vuelto al altar, el sacerdote purifica la patena y reza la antífona O sacrum convivium con los versículos y pide al Señor en la oración que conceda “que de tal modo veneremos los Sagrados Misterios de su Cuerpo y Sangre, que sintamos siempre en nosotros el fruto de su redención”. En el tiempo pascual dice: “Oh Señor, infundid en nosotros el Espíritu de vuestra caridad, para que con vuestra piedad hagáis que tengan un solo corazón y una sola alma aquellos a quienes habéis alimentado con los Sacramentos pascuales. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea”.

Finalmente el sacerdote bendice a los que han comulgado: “La bendición de Dios Omnipotente, Padre e Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y permanezca siempre. Así sea”.

Los fieles, después de la Sagrada Comunión deben dar la conveniente acción de gracias, para la glorificación de Jesucristo y santificación propia.

martes, 19 de julio de 2011

Aniversario 1ª Santa Misa.

17 de julio de 2011
V Domingo después de Pentecostés

19 de julio de 2009
VII Domingo después de Pentecostés
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A.M.D.G.

lunes, 18 de julio de 2011

Bautismo Tradicional en la Parroquia Santa Bárbara de Casablanca.

Este domingo 17 de julio de 2011, 5º Domingo después de Pentecostés, en la Parroquia Santa Bárbara de Casablanca, se celebró el bautismo, en la forma tradicional, del niño Juan Pablo Benedicto María Navarro Maldonado, siendo el celebrante nuestro Capellán Msr. Jaime Astorga Paulsen. Las fotos pueden verse cliqueando AQUI.

domingo, 17 de julio de 2011

V Domingo después de Pentecostés.

Evangelio (San Mateo V, 20-24)
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EN AQUEL TIEMPO, dijo Jesús a sus discípulos: “Si vuestra justicia no es más cumplida que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a vuestros mayores: “No matarás;” Y quien matare, será condenado en juicio*. Yo os digo aún más: quienquiera que tome ojeriza con su hermano, merecerá que el juez le condene. Y el que le llamare “raca”**, merecerá que le condene la asamblea. Mas, quien le llamare “fatuo”, reo será del fuego del infierno. Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda”***.
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*Los escribas y fariseos se contentaban con observar la letra de la ley, no el espíritu; los cristianos, en cambio, debemos atender ante todo a su espíritu. Ellos se contentaban con no matar corporalmente; nosotros, debemos, además, no molestar ni hacer daño alguno a los demás.
**“Raca” significa mentecato, imbecil, cabeza vacía.
***Dios no acepta gustoso las ofrendas, por ricas y santas que sean, si quien las presenta esta lleno de saña y de rencor contra el prójimo, o sabe que tiene a alguno ofendido o justamente resentido.
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sábado, 16 de julio de 2011

El Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

“¿Qué es exactamente el Escapulario? En sentido material, es una de las piezas del hábito religioso. Pero, en sentido formal, es un signo externo de devoción mariana, sobre todo de dedicación o consagración que uno hace de sí mismo a María y de la esperanza en su protección maternal. Este signo externo es el pequeño escapulario de paño de lana, marrón o negro, por todos conocidos; un hábito o vestido que se halla reducido a su mínima expresión.

Concretamente, la imposición y el uso del Escapulario es un sacramental. Es decir, un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan afectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por intercesión de la Iglesia y según las disposiciones interiores. Lo propio de un signo, algo sensible, es significar una realidad invisible. Lo invisible del Escapulario es la devoción a la Madre de Dios. Esta, como toda devoción, para que sea auténtica, debe conformarse a la definición de Santo Tomás:“Una sincera voluntad para seguir todo lo que conduce a la gloria de Dios y a su agrado”. Sincera voluntad, disposición pronta… La devoción reside, por tanto, en la voluntad. Lo externo: palabras, gestos, ejercicios devotos, medallas, imágenes, hábitos, etc., valen en tanto en cuanto son manifestación externa de una voluntad sincera de servir a Dios, en este caso por María y en María”. (Iglesia de San Bernardo, julio 2011).

El Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo consiste en dos pedacitos de tela lanosa, unidos por cuerdecitas. Este Escapulario es bendecido e impuesto por un sacerdote con una oración de la Iglesia. Se lleva de día y noche como señal de verdadera consagración a la Santísima Virgen María.

En el año 1215 Nuestra Señora del Monte Carmelo regaló, durante una aparición, este Escapulario a Santo Simón Stock, carmelita, con esta promesa:

“El que muera devotamente mientras lleve esta vestidura, será salvado del fuego del infierno. Es una protección contra todos los peligros. Esta vestidura es una señal de consagración continua a mí. Es también señal de paz”.

Este Escapulario debe ser bendecido e impuesto por un sacerdote, se debe llevar esta vestidura con devoción, y vivir una vida ejemplar (según las palabras del Papa Pío XI).

Entonces Nuestra Señora nos otorga gracias especiales e incluso la gracia de la perseverancia final. La persona que fuera tan astuta que llevara el Escapulario para poder vivir en pecado sin ser castigado, cometería un pecado contra el Espíritu Santo, y perdería la protección de la Santísima Virgen.

Otros Escapularios reconocidos por la Iglesia son: el Escapulario de la Santísima Trinidad, el de Los Siete Dolores de María, el de la Inmaculada Concepción, el de la Cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, el de la Preciosísima Sangre, el de los Santos Corazones de Jesús y de María, el de Nuestra Señora del Buen Consejo, el de Nuestra Señora Salvación de los Enfermos, el del Arcángel San Miguel, el de San José y otros.

Todos los Escapularios son para los católicos fieles y sinceros, una ayuda especial para obtener gracias insignes para su santificación y salvación.

El Escapulario-medalla fue introducido por el Papa San Pío X en el año 1910. Esta medalla tiene en un lado el Sagrado Corazón y en el otro lado una imagen de Nuestra Señora.

“¡Llevemos el Escapulario! ¡Difundámoslo entre la gente!, sabiendo explicar que su imposición y su uso piadoso –el que libra de la condenación eterna- requiere de una disposición, aunque sea mínima, de abandonarse a la protección maternal de la Madre de Dios, la que Cristo nos dio por Madre nuestra en el árbol de la Cruz”.

viernes, 15 de julio de 2011

Liturgia de la Eucaristía.

Doctrina de la Iglesia.

La Santa Eucaristía es Sacrificio y Sacramento, la Santa Misa y la Comunión. La Comunión tiene relación íntima con la Misa: no puede haber Comunión sin Misa, ni Misa sin Comunión.

En la Santa Eucaristía, por la admirable y singular conversión de toda la sustancia del pan en el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y de toda la sustancia del vino en su Sangre, permaneciendo sus accidentes, se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismo Jesucristo, autor de la gracia, bajo las especies de pan y de vino, para alimento espiritual de nuestras almas.

La materia es el pan de trigo y el vino de uva.

La forma son las palabras de la Consagración.

El ministro ordinario de la Comunión es el sacerdote; el extraordinario, es el diácono.

Para recibir dignamente la Santa Eucaristía, se requiere, además de ser bautizado, estado de gracia, suficiente instrucción, conveniente preparación y acción de gracias, y estar en ayunas desde las doce de la noche hasta la hora de la Comunión.

Los efectos que produce la Santa Comunión en los que la reciben dignamente son:

a) aumentar la gracia santificante y el fervor de la caridad;

b) perdonar los pecados veniales, y

c) disminuir la concupiscencia, preservar de los pecados graves, dar facilidad para el ejercicio de las buenas obras.

La Santa Iglesia desea vivamente que los fieles comulguen con frecuencia y, a ser posible, diariamente. Jesús, que es el camino, la verdad y la vida, al entrar dentro de nosotros por la Santa Comunión, nos hace fácil el camino de la perfección, ilumina nuestra inteligencia para conocer las verdades sobrenaturales y nos comunica abundantísimamente la vida sobrenatural de la gracia.

“Es esta la más profunda transfusión de vida que Jesucristo comunica al alma de los fieles. El con la Comunión se entrega todo para imprimir a las almas los caracteres venerables de su persona, y para comunicar toda su vida”(Gubianas).

Sólo la Comunión del sacerdote es parte integrante de la Santa Misa, pero podríamos decir, en sentido lato, por cierta relación de participación, que también lo es la Comunión de los fieles, puesto que juntamente con el sacerdote ha ofrecido la materia del Sacrificio en el Ofertorio, y durante toda la Misa han estado estrechamente unidos a él: por esto los primeros cristianos comulgaban dentro de la Misa, y sólo se guardaba la Santa Eucaristía para los enfermos, presos, etc. Restablecer esta costumbre, siempre que no haya algún obstáculo, sería confortarse con el espíritu litúrgico de la Iglesia.

Sin embargo, la misma Iglesia, permite que habiendo alguna causa, la Santa Comunión se distribuya inmediatamente antes o después de la Misa, o también independientemente de ella.

Los fieles comulgaban antes bajo las dos especies, pero, por razones graves, la Iglesia ordenó que sólo comulgaran bajo la especie del pan.

(1935),

jueves, 14 de julio de 2011

El Episcopado.

Es la plenitud del sacerdocio. Corresponde al Obispo “Juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar y confirmar”. Primero hace el Obispo un juramento de fidelidad a la Iglesia y al Romano Pontífice y la profesión de fe; se rezan, en seguida, las Letanías de Todos los Santos, para pedir gracias para el Obispo electo. Luego se efectúa la consagración: el Obispo Consagrante y los dos asistentes imponen las manos sobre la cabeza del Obispo Electo diciendo: Recibe el Espíritu Santo. El Consagrante unge la cabeza y las manos del Electo con el Santo Crisma, a fin de que: cuanto bendijere, sea bendito, y cuanto santificare, sea santificado. Mientras tanto un sacerdote sostiene sobre los hombros y cabeza del Electo el libro de los Evangelios, significando con eso que el Obispo ha de estar compenetrado de la palabra de Dios: se le hace entrega de las insignias pontificales:báculo, anillo, mitra, guantes y el libro de los Evangelios.

Continúan los Obispos celebrando la Misa en los dos altares y en el Ofertorio el Consagrado ofrece al Consagrante dos cirios encendidos, dos panes y dos barrilitos de vino, en memoria de los dones que en el Ofertorio hacían los fieles en los tiempos antiguos.

Ambos comulgan con la misma Hostia y el mismo Cáliz.

Finalmente se canta el Te Deum y el nuevo Obispo bendice al pueblo.

(1935)

miércoles, 13 de julio de 2011

Órdenes Mayores.

El Subdiaconado.

El que recibe el Subdiaconado no puede ya retirarse de la Jerarquía de la Iglesia y queda ligado con voto perpetuo de castidad; por eso el Obispo, antes de ordenarlo, le pide que piense bien lo que va a hacer.

“Al Subdiácono incumbe preparar el agua para el servicio del altar, ayudar al Diácono, lavar los manteles del altar y los corporales y presentar al mismo el cáliz y la patena para el Sacrificio”.

El Obispo le entrega el cáliz vacío con la patena, las vinajeras con vino y agua y el platillo con el manutergio. En seguida le impone el amito, el manípulo y la tunicela y le entrega el Epistolario para que pueda leerlo a los fieles en la iglesia.

El Diaconado.

“Al Diácono toca servir directamente al altar, bautizar y predicar”. El obispo le impone las manos para que el Espíritu Santo “lo fortalezca y le dé resistencia contra el demonio y sus tentaciones”. Lo reviste de estola, de dalmática y le entrega el Libro de los Evangelios, con la potestad de leerlo en la Iglesia.

El Presbiterado.

Antes de proceder a la Ordenación, el Obispo pregunta al Arcediano que los presenta, si son dignos de ser promovidos al Presbiterado (esta pregunta la hace también para el Diaconado); pregunta en seguida al pueblo si hay algo en contra del candidato. Hechas las preguntas y oídas las respuestas favorables, el Obispo les amonesta sobre la dignidad y sobre los poderes que pronto va a conferirles: el presbítero debe “ofrecer, bendecir, presidir, predicar y bautizar”. El Obispo reza las Letanías de Todos los Santos para pedir por los ministros que luego va a ordenar; pide a Dios que se digne bendecirlos, santificarlos y consagrarlos. El Obispo y los sacerdotes imponen las manos sobre el ordenando; le hace entrega a continuación de la estola y de la casulla plegada por detrás, le unge las manos con el Óleo de los Catecúmenos, le entrega el cáliz con vino y agua y la patena con la hostia dándole la potestad de ofrecer el Sacrificio: “Recibe, le dice, el poder de ofrecer a Dios el Sacrificio y de celebrar Misas, por los vivos y difuntos, en el nombre del Señor”.

En este momento, ya están consagrados los nuevos ministros del Señor, los que, juntamente con el Obispo concelebran la Misa, pronuncian las palabras de la consagración y comulgan de manos del Obispo. Este finalmente les da el poder de perdonar los pecados: “Recibir el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos”; les desdobla la casulla para significar que ya tienen todos los poderes. El sacerdote es otro Cristo; mirémoslo, respetémoslo y amémoslo como a tal.

martes, 12 de julio de 2011

Liturgia de las Ordenaciones.

Doctrina de la Iglesia.

El Orden es un Sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para dotar a su Iglesia de Obispos, presbíteros y ministros, cada orden con potestad y gracia especial para desempeñar debidamente los sagrados misterios.

La materia de la Sagrada Ordenación es la imposición de las manos o la entrega de los instrumentos, prescritos en los libros pontificales aprobados.

La forma son las palabras que pronuncia el ministro, al imponer las manos o al entregar los instrumentos.

El ministro ordinario de la Sagrada Ordenación es el Obispo propio del ordenando, o un Obispo delegado por él; el ministro extraordinario, es aquel que, por derecho o por indulto apostólico, recibe potestad de conferir algunas Órdenes.

Las Órdenes se dividen en Órdenes Mayores y Menores. Las Mayores son: el Episcopado, el Presbiterado, el Diaconado y elSubdiaconado; las Menores son: el Ostiario, el Lectorado, el Acolitado y el Exorcistado. La tonsura no es orden, sino sólo una preparación a las Órdenes.

La santidad y preparación que la Santa Iglesia exige de los sacerdotes están claramente indicadas por los diversos Órdenes que tiene que pasar el candidato antes de llegar al sublime ministerio del Altar, y por las ceremonias de las ordenaciones que van encaminadas a tener ministros santos.

Este sacramento imprime carácter.

Ceremonial de las Ordenaciones.

Tonsura clerical.

La tonsura es una ceremonia por la que un seglar pasa oficialmente a formar parte del Clero; se confiere sólo a los que tienen la intención de llegar al sacerdocio. La ceremonia consiste en cortar el cabello al tonsurado y revestirlo de la cota.

Ordenes menores.

El Ostiarado.

El Ostiario o Portero debe “tocar la campana, abrir la iglesia y la sacristía y sostener el libro abierto delante del que predica”. El Obispo le entrega las llaves.

El Lectorado.

“El oficio del Lector es leer las cosas que se han de predicar, cantar las lecciones y bendecir el pan y todos los nuevos frutos”. El Obispo le hace entrega del Leccionario.

El Exorcistado.

“El exorcista debe arrojar los demonios, avisar al pueblo que el que no ha de comulgar ceda el lugar a los demás, y suministrar el agua para el ministerio”. El Obispo le hace entrega del Libro de los Exorcismos.

El Acolitado.

“El acólito debe llevar el candelero, encender las luces de la iglesia y suministrar el vino y el agua necesarios para el Sacrificio”. El obispo le entrega el candelero con una vela apagada y las vinajeras vacías.

lunes, 11 de julio de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.

Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada en este 4º Domingo después de Pentecostés. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando AQUI. La galería general se puede ver en este enlace.

sábado, 9 de julio de 2011

El Oficio Divino (II).

Composición del Oficio Divino.

La alabanza Divina está compuesta de los salmos, de los cánticos del Antiguo y del Nuevo Testamento, y de los himnos debidos a la inspiración de los autores eclesiásticos.

Son los salmos pequeños poemas líricos, inspirados por el Espíritu Santo: “Dios se alabó a sí mismo, dice San Agustín, para que los hombres pudieran alabarlo dignamente”. El fondo de los salmos lo constituyen las verdades dogmáticas y morales y la providencia divina manifestada en la historia del pueblo de Israel. El alma piadosa descansa y se sacia con la recitación de estos poemas divino-humanos.

Forman la lectura los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, los escritos de los Santos Padres, las Actas de los Mártires, las Vidas de los Santos y otros grandes documentos eclesiásticos. La lectura de libros tan santos no sólo instruye a los que digna y atentamente recitan el Oficio, sino que los estimula al bien y a la virtud.

En el Oficio hay una inmensa variedad de hermosas y sustanciosas oraciones, acomodadas a todas las necesidades de la vida del hombre.

Entre los salmos se rezan las antífonas; después de cada lección, los responsorios, que generalmente son breves trozos entresacados de los libros santos.

Los ministros del Oficio Divino.

Esta plegaria litúrgica es deber necesario, actividad imperiosa y manifestación de la Iglesia; pero un deber tan alto y sagrado, que debe ella llenar, no puede cumplirlo por medio de la comunidad de los fieles: deberá tener sus ministros especiales que serán “la boca de toda la Iglesia”, y su voz será “la de Cristo y su Iglesia”.

Estos ministros destinados por la Iglesia para el rezo del Oficio Divino son los clérigos ordenados in sacris, es decir, subdiáconos, diáconos, presbíteros y obispos, los religiosos y religiosas de Coro y los canónigos.

Los canónigos, religiosos y religiosas de Coro deben rezar el Oficio Divino en común.

Estos ministros oficiales de la Iglesia constituyen la escuela del divino servicio, según la frase de San Benito.

El Breviario, monumento de la literatura cristiana.

“El Breviario Romano es un fruto maravilloso de la tradición católica; en su forma, en su esencia… representa y recuerda los trabajos penosos, bendecidos de Dios, que ejecutaron los Papas y todos aquellos que, en el curso de los siglos, vivieron de la vida de la Iglesia, experimentaron su influencia y sostuvieron sus luchas. Contiene el meollo de los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento, los formularios de preces que Moisés, David, Cristo Nuestro Señor, los Apóstoles y los Santos nos han transmitido, del siglo I al XX. Nos cuenta los destinos del mismo Dios, desde la creación del mundo hasta la venida del Divino Redentor; hace pasar ante nuestros ojos el sacrificio de Cristo, los dolores de los mártires, los combates de los confesores, las penas y cuidados de los Papas y Obispos, las obras de caridad de los santos y santas, las virtudes de las castas vírgenes y puros donceles, las lágrimas de contrición de los penitentes” (Baumer).

Unión de los fieles al Oficio Divino.

Para que los fieles reciban gracias especiales de esta oración oficial y solemne de la Iglesia, es menester que no sólo tengan la intención general de unirse a las oraciones de la Iglesia, sino que hagan la intención particular de unirse al Oficio Divino.

En algunas iglesias suelen cantarse solemnemente la Vísperas, el domingo. Ojalá que los fieles asistan a estas ceremonias a fin de que se aumente entre nosotros la vida litúrgica.

(1935).

viernes, 8 de julio de 2011

El Oficio Divino.

Eco y presagio de la salmodia celeste, es la oración oficial con que la Iglesia alaba a Dios en las diversas horas del día. El Oficio Divino no es una oración privada, sino una oración pública y social, hecha en nombre de toda la humanidad.

Fin del Oficio Divino.

La Iglesia, al prescribir la recitación del Oficio Divino, ha querido presentar a Dios el homenaje que toda la sociedad humana debe rendirle a El, Supremo Señor de toda la Creación; por tanto, el fin último de esta plegaria pública es la gloria de Dios.

Eficacia del Oficio Divino.

Esta oración tiene una eficacia especial por ser la voz de la Santa Iglesia, la Esposa muy amada de Jesucristo, y porque contiene, en gran parte, las palabras inspiradas por el Espíritu Santo. De aquí se sigue, naturalmente, que esta oración es escuchada por el Señor y que hace descender sobre su Santa Iglesia sus bendiciones y sus misericordias.

Sus enseñanzas dogmáticas y morales son asimismo eficaces, porque son las enseñanzas de la Iglesia y del mismo Dios.

El Oficio Divino, bien recitado, es una gran escuela de santificación: se enseñan las virtudes, se ponen a nuestra vista los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo y de los Santos.

División del Oficio Divino.

El Oficio Divino abarca todo el año litúrgico son todas sus fiestas y misterios. Está dispuesto de modo que el Señor sea alabado de día y de noche con las preces litúrgicas. Se divide en Oficio diurno y Oficio nocturno. El Oficio nocturno, a su vez, se divide en cuatro partes o vigilias: tres Nocturnos que forman los Maitines, y que deben rezarse durante la noche, y el Oficio de Laudes, al amanecer. El Oficio diurno consta de las Horas menores y de Vísperas y Completas. Las Horas menores son: Prima, Tercia,Sexta y Nona, que se recitan a las seis, nueve, doce y quince horas; las Vísperas, a las dieciocho horas, y finalmente las Completasal anochecer. La Misa solemne se canta después de Tercia.

Composición del Oficio Divino.

El Oficio Divino está compuesto de alabanzas, de lecturas y oraciones.

“En la alabanza la Esposa habla al Esposo y se complace en decirle toda clase de elogios. En la lectura es el Esposo quien la habla y la regocija con su voz; y, finalmente, en la oración la Esposa que ha encontrado al Esposo, a quien había requerido mediante la alabanza, y que lo ha reconocido y escuchado su voz, háblale y le confía sus anhelos, sus dolores y sus gozos, sus necesidades y sus sentimientos de gratitud” (Dom Gréa).