jueves, 30 de junio de 2011

Principales elementos litúrgicos (II).

El altar es una mesa situada en un lugar elevado, sobre la cual se ofrece el santo sacrificio. El altar es símbolo de Jesucristo, llamado por San Pablo piedra angular de la Iglesia. El primer altar cristiano fue la mesa en que Jesucristo celebró la última cena. En la piedra ara del altar se guardan reliquias de santos, de las cuales una por lo menos debe ser de mártir.

Los accesorios del altar son: el sagrario, el crucifijo, los candeleros y los manteles.

Se da el nombre de vasos sagrados a aquellos objetos que tienen contacto inmediato con el Santísimo Sacramento.

Los vasos sagrados son el cáliz, la patena, el copón, el viril y la custodia.

Además de los vasos sagrados se usan en el culto los siguientes objetos: las sacras, el atril, las vinajeras, la campanilla, el platillo de la comunión, el incensario con su naveta, el acetre o calderillo con su hisopo, la cruz procesional con sus ciriales, el palio y los pendones o estandarte.

Los ornamentos sagrados son la ropa que los ministros del altar usan en el desempeño de las funciones litúrgicas. Son los siguientes: el amito, el alba, el roquete y la sobrepelliz, el cíngulo, el manípulo, la estola, la casulla, la capa pluvial, el humeral, la túnica y la dalmática.

Los obispos tienen además el anillo, la cruz pectoral, el báculo y la mitra.

El Papa en las grandes solemnidades es llevado en la Silla Gestatoria; en su mano tiene el anillo del pescador, y sobre la cabeza, la tiara.

Las tres coronas que forman la tiara significan: su triple poder de obispo, pontífice y rey; y su triple autoridad doctrinal, sacramental y pastoral.

El color de los ornamentos sagrados significa:

-el blanco, la alegría e inocencia, la gloria de los ángeles, el triunfo de los santos, la dignidad y victoria del Salvador. Se usa en las fiestas del Señor, de la Virgen y en general de los santos no mártires.

-el encarnado, por su viveza y color simboliza la sangre y representa la caridad. Se usa en las fiestas del Espíritu Santo, de la Cruz, de la Pasión, de los Apóstoles y de los Mártires.

-el verde con sus tintas de primavera, denota la esperanza. Se usa en los tiempos después de Epifanía y Pentecostés.

-el morado denota penitencia, aflicción, humillación. Se usa en Adviento, Septuagésima, Cuaresma y rogaciones.

El negro es señal de duelo y tristeza. Se usa en los oficios de difuntos y el viernes santo.

El significado de las principales ceremonias es el siguiente:

-la genuflexión (sencilla y doble) significa el acto de adoración debida sólo a Dios

-la posición de pie es señal de respeto, alegría y esperanza; es también una protesta de fe y amor

-los golpes de pecho son expresivas señales de dolor y arrepentimiento

-las manos juntas denotan recogimiento y oración

-los brazos extendidos significan una suprema invocación y anhelo del cielo

-los besos son elocuentes expresión de afecto y gratitud, de veneración y respeto

-la imposición de las manos, uno de los más solemnes actos litúrgicos, significa absolución e invocación del Espíritu Santo.

El idioma oficial de la Iglesia en todo el occidente es el Latín.

(1939).

miércoles, 29 de junio de 2011

La Liturgia y la vida cristiana.

La Iglesia, sociedad de los fieles, desempeña en este mundo, una doble misión: honrar a Dios y santificar a los hombres.

La Iglesia lleva a cabo esta doble misión con la Liturgia, es decir, mediante el sacrificio eucarístico y los sacramentos.

La Iglesia mediante el sacrificio eucarístico, recuerdo y renovación del sacrificio de la cruz, adora, da gracias, vuelve propicio y ruega a Dios; con la administración de los sacramentos señales sensibles y eficaces de la gracia, comunica a los hombres el fruto de la Redención. Y los hombres, al tomar parte activa en la Liturgia, que es la vida de la Iglesia, consiguen el fin para el cual fueron creados: honrar a Dios y se santifican, asegurándose de esta suerte, el galardón que Dios reserva a los buenos, es decir, el Paraíso.

La Liturgia es, pues, el conjunto de los actos de culto, cuya finalidad doble no es otra que honrar a Dios y santificar a las almas.

La Liturgia es, por tanto, esto: cada día cristianamente vivido; cada año religiosamente pasado; los sacramentos bien recibidos; la asistencia inteligente al augusto sacrificio; las oraciones todas de la Iglesia bien entendidas; el incienso, las flores, los ritos, la música, el conjunto de todos los objetos y adornos de un templo, etc.

Principales elementos litúrgicos.

El templo y el altar.

El templo es el edificio oficialmente destinado por la Iglesia para la celebración de los diversos oficios.

Para ser apropiado al culto se ha de bendecir o consagrar solemnemente. Esta consagración se llama “dedicación” y ha de conmemorarse anualmente.

El primer templo cristiano fue el Cenáculo. En él Jesucristo instituyó la Eucaristía, dio a los apóstoles el poder de perdonar los pecados y les envió el Espíritu Santo.

Un templo consta de las siguientes partes:

-el Santuario, sitio donde está el altar mayor: allí se verifican las funciones más santas del culto

-el coro, lugar que sigue al santuario: es el sitio de los que toman parte más activa en las ceremonias y cantos

-las capillas, distribuidas alrededor del santuario y el coro

-la nave, que va desde el coro a la puerta principal: está destinado a los fieles

-el atrio, parte generalmente cubierta, situado en la entrada principal

-el campanario, torre donde están las campanas que llaman a los fieles a los oficios

-la sacristía, donde se guardan los ornamentos sagrados y los objetos del culto.

El mobiliario litúrgico del templo consiste principalmente en las siguientes cosas

-las imágenes que decoran el templo y fomentan la devoción

-el via crucis, catorce cuadros que representan escenas de la Pasión y Muerte del Señor

-el púlpito, desde donde los sacerdotes predican la palabra de Dios

-los confesionarios, tribunales en los que los sacerdotes perdonan los pecados a los penitentes

-la pila bautismal y las pilas de agua bendita

-el órgano o armonium.

(1939).


martes, 28 de junio de 2011

El Matrimonio.

El matrimonio es un sacramento que santifica la legítima unión de los esposos y les da las gracias necesarias a su estado.

Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad, las cuales en el matrimonio cristiano, revisten especial firmeza, por razón del sacramento.

La unidad del matrimonio consiste en que el varón, viviendo su mujer, no puede tener otra, ni la mujer otro varón, viviendo su marido.

La indisolubilidad del matrimonio consisten en que el vínculo matrimonial no puede romperse jamás, si no es por la muerte.

El matrimonio de los cristianos se rige por el derecho divino y por el eclesiástico, dejando a salvo la competencia del poder civil, en cuanto a los efectos meramente civiles.

Por impedimento matrimonial entendemos todo lo que hace ilícita (impedimento impediente), o también inválida (impedimento dirimente) la celebración del matrimonio.

Para contraer válidamente el matrimonio se requiere que los esposos:

-carezcan de todo impedimento dirimente

-consientan libremente

-contraigan las nupcias, los que han sido bautizados en la Iglesia Católica, delante del párroco o del ordinario del lugar, o del sacerdote delegado por uno de ellos, y de dos testigos por lo menos.

Para contraer lícitamente el matrimonio, además se requiere que los esposos:

-estén en estado de gracia

-estén suficientemente instruidos en la doctrina cristiana

-carezcan de todo impedimento impediente

-observen lo demás que prescribe la Iglesia para la celebración del matrimonio

El matrimonio civil es la formalidad prescrita por el Estado para que el contrato matrimonial tenga efectos civiles. (1939).

lunes, 27 de junio de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.

Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada en la Festividad del Corpus Christi. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando AQUI. La galería general se puede ver en este enlace.

sábado, 25 de junio de 2011

Santa Misa.

INVITACION
*
Se invita cordialmente a Ud. y Familia a la
a la SANTA MISA de acuerdo al venerable
RITO ROMANO ANTIGUO
(en latín y con canto gregoriano)
*
Domingo 26 de junio de 2011
a las 16:30 hrs
Parroquia Santa Bárbara de Casablanca

viernes, 24 de junio de 2011

El Orden Sagrado (II).

El Orden es un sacramento que hace al que lo recibe partícipe del sacerdocio de Jesucristo, y le da potestad y gracias para desempeñar dignamente las funciones sagradas.

Se prueba que el orden es verdadero sacramento por la Sagrada Escritura, por la enseñanza de la Iglesia y por el testimonio unánime de la tradición.

Por la Sagrada Escritura vemos que el orden sagrado reúne todas las condiciones que requiere un verdadero sacramento: es signo sensible (Hechos VI, 6; XIII, 3); tiene virtud para producir la gracia (S. Pablo II Tim. I , 6); es de institución divina (Hechos XIII, 2; XX, 28).

El Orden Sagrado obliga a vivir santamente; y desde el subdiaconado impone el rezo cotidiano del oficio divino y el celibato en la Iglesia latina.

El sacerdote es un mediador entre el cielo y la tierra, el cual lleva todos nuestros mensajes y representa todas nuestras necesidades y nuestras buenas obras y aún malas ante Dios para que las vea, las acepte, las premie o las perdone; y también trae del cielo todas las bendiciones y gracias celestiales que Dios reparte a sus fieles. Media, suplica, intercede, propicia, reconcilia, aplaca, amiga, atrae al Señor para los hombres. Aviva, conforta, eleva, conduce, presenta, recomienda, introduce al hombre en la presencia de Dios.

Es la escala de Jacob por quien Dios baja a los hombres y los hombres suben a Dios. Como que el sacerdote es el Jesucristo ministerial en la tierra, que hace los oficios que haría nuestro Divino Redentor. Gran dignidad y merecedora de extraordinario respeto, no por la persona que pueda ser el sacerdote, sino por su altísima elevación.

Es por lo tanto, como se ve, necesario el sacerdote en la Iglesia porque sin él no se harían en ella muchas cosas que son absolutamente necesarias. Y no podría subsistir l Iglesia. Por lo cual también el sacerdocio es perdurable, y no dejará de haber sacerdotes hasta que deje de haber Iglesia, que es decir hasta el fin del mundo.

Ejemplos bíblicos: Elección de los Apóstoles (S. Marcos III, 13-19). Elección de S. Matías (Hechos I, 15-26). Elección de los siete diáconos (Hechos VI, 1-6). Jesucristo instituyó el sacerdocio en la Última Cena. Los Apóstoles confieren el orden sacerdotal por la imposición de las manos (Hechos XIII, 3).

(1939).

jueves, 23 de junio de 2011

El Orden Sagrado.

El Orden es un sacramento que da la potestad y gracia de ejercer las funciones sagradas.

Se da el nombre de Orden a este sacramento:

-porque pone a los que lo reciben en un orden o categoría superior al de los simples fieles

-porque comprende varios grados u órdenes que constituyen la jerarquía del orden.

Las órdenes son siete; cuatro menores: las de ostiario, lector, exorcista y acólito; y tres mayores: las del subdiácono, diácono y sacerdote.

El Episcopado es la plenitud del sacerdocio. El Obispo puede administrar todos los sacramentos y hacer todas las consagraciones y bendiciones.

Jesucristo instituyó el sacramento del Orden principalmente cuando dio a los Apóstoles y a sus sucesores la potestad de ofrecer el sacrificio de la Misa y de perdonar y retener los pecados.

La dignidad del sacerdocio es la más grande que existe, porque el sacerdote es ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios, mediador entre Dios y los hombres, y posee potestad sobre el cuerpo real y místico de Cristo

El sacramento del Orden:

-aumenta la gracia santificante

-confiere la potestad espiritual de ejercer las funciones sagradas

-imprime el carácter indeleble de ministro de Jesucristo

-da las gracias actuales necesarias para ejercer digna y válidamente las funciones sagradas.

Las principales funciones sagradas son: ofrecer el santo sacrificio de la Misa, predicar la palabra de Dios y administrar los sacramentos.

La materia del Orden es:

-la imposición de las manos del Obispo en el diaconado, el presbiterado y en la consagración episcopal.

-en todas las órdenes es la presentación al ordenando de los libros y objetos litúrgicos que indican las funciones de cada grado.

La forma del Orden consiste en las palabras y oraciones que acompañan la imposición de las manos del Obispo y la entrega de los objetos litúrgicos.

El ministro del sacramento del Orden es el Obispo.

Puede ser sacerdote el que siente en sí la vocación divina.

Las señales y condiciones de la vocación sacerdotal son:

-la aptitud para el ejercicio de los ministerios sagrados

-la recta intención

-la probidad de vida

-la libre elección hecha por el Obispo.

Quien se creyere llamado al sacerdocio debe:

-consultar con su confesor

-evitar el pecado con especial esmero, y

-aplicarse a la piedad y al estudio.

Los fieles deben:

-rogar al Señor de la mies que envíe operarios a su mies (S. Mateo IX, 38).

-respetar la excelsa dignidad del sacerdote

-ayudarle en sus obras de apostolado.

(1939)

miércoles, 22 de junio de 2011

La Extremaunción.

La extremaunción es un sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para el alivio espiritual y corporal de los cristianos gravemente enfermos.

Extremaunción significa última unción que recibe el cristiano.

La extremaunción:

-aumenta la gracia santificante

-borra los pecados veniales y aún los mortales cuando el enfermo ya no puede confesar, si tiene dolor de ellos

-disminuye la pena o castigo temporal merecido por los pecados

-fortalece el alma para las congojas de la agonía.

La extremaunción disminuye los sufrimientos del enfermo y aún le devuelve la salud si le conviene al bien de su alma.

La materia de la extremaunción es la unción en forma de cruz hecha con los santos óleos en los órganos de los sentidos: ojos, oídos, nariz, boca, manos y pies.

La forma de este sacramento consiste en estas palabras: “Por esta santa unción y su piadosísima misericordia, te perdone el Señor lo que hayas pecado con la vista, etc”.

El ministro ordinario de la extremaunción es el párroco; pero en casos urgentes, cualquier sacerdote puede administrar este sacramento.

Todo cristiano que, habiendo llegado al uso de la razón, está gravemente enfermo o herido debe recibir la extremaunción.

No debe esperarse para recibir la extremaunción a que el peligro de muerte sea inminente, sino que hay que recibirla, a ser posible, en pleno uso de la razón y de los sentidos.

Este sacramento debe recibirse en estado de gracia y con sentimientos de confianza en Dios y de sumisión a su divina voluntad.

Este sacramento puede recibirse una vez en cada enfermedad grave o todas las veces que se recayere en una misma después de haber plenamente convalecido.

Los que asisten a los enfermos de gravedad están obligados a facilitarles los auxilios del sacerdote, sin esperar que hayan perdido el conocimiento.

Conviene hacerles besar frecuentemente el crucifijo, sugerirles a menudo los santos nombres de Jesús, María y José y breves actos de fe, esperanza y caridad. Al acercarse la muerte conviene rezar las preces de los moribundos.

(1939).

martes, 21 de junio de 2011

La absolución y la satisfacción.

La absolución es la sentencia con que el sacerdote, en nombre de Jesucristo, perdona los pecados al penitente, diciendo: Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea.

La satisfacción o penitencia sacramental es aquella oración u obra buena que el confesor impone al penitente, en castigo y enmienda del pecado, y en descuento de la pena temporal que ha merecido pecando.

Al perdonar el pecado, Dios remite siempre la pena eterna, pero ordinariamente no remite toda la pena temporal.

Satisfacemos a Dios por la pena temporal:

-con la penitencia que nos impone el confesor

-con las buenas obras, como la oración, el ayuno y la limosna

-con los trabajos y penas de la vida, soportados con paciencia, y

-con las indulgencias.

Hay obligación de cumplir la penitencia impuesta por el confesor, porque forma parte del sacramento.

La Iglesia nos ayuda a satisfacer por la pena temporal debida por nuestros pecados con las indulgencias.

Las indulgencias son la remisión de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados.

La Iglesia nos remite la pena temporal por las indulgencias, aplicándonos los méritos satisfactorios y superabundantes de Jesucristo, de la Santísima Virgen y de los santos.

Una indulgencia es plenaria cuando remite toda la pena debida por el pecado.

Las expresiones 50, 100 días, etc., de indulgencia significan que la Iglesia concede una remisión parcial de pena, igual a la que se lograba antiguamente ya con 50, ya con 100, etc., días de penitencia canónica.

Jubileo es una indulgencia plenaria acompañada de ciertos privilegios que el Papa concede a toda la Iglesia por un tiempo determinado.

La indulgencia in articulo mortis es una indulgencia plenaria que la Iglesia concede a los enfermos que están a punto de morir.

Jesucristo comunicó a su Iglesia el poder de conceder indulgencias cuando dijo a sus apóstoles: “Todo lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo” (S. Mateo XVIII, 18).

Para ganar indulgencias se requiere:

-estar en gracias de Dios

-cumplir con fidelidad las obras prescriptas

-tener la intención de ganarlas.

Todas las indulgencias concedidas por los Sumos Pontífices pueden aplicarse a las almas del purgatorio, salvo las que son estrictamente personales, como la indulgencia in articulo mortis.

(1939).


lunes, 20 de junio de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.

Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada este domingo 19 de junio de 2011, correspondiente a la Fiesta de la Santísima Trinidad. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando AQUI. La galería general se puede ver en este enlace.

domingo, 19 de junio de 2011

In Festo Sanctissimae Trinitatis.

Misterio inefable del Dios vivo en tres personas: Padre creador, Hijo redentor, Espíritu santificador de la Iglesia.
*
(I clase, blanco) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Para la aspersión de la agua bendita antes de la Misa mayor se cante el Asperges me.
*
*
El dogma fundamental al que todo se reduce en la religión cristiana es el de la Santísima Trinidad, en cuyo nombre se bautizan los fieles.
La fiesta de la Santísima Trinidad pide se le comprenda y celebre en la prolongación de los misterios de Cristo, como la expresión solemne de nuestra fe en la vida trinitaria de las personas divinas, en que nos han introducido el bautismo y la redención de Cristo. Solamente en el cielo hemos de comprender cómo podremos nosotros tener por Cristo una verdadera participación de hijos en la misma vida de Dios.
Aunque introducida en el siglo IX, la fiesta de la Santísima Trinidad no se extendió a la Iglesia universal hasta el siglo XIV. No obstante, el culto de la Santísima Trinidad aflora por doquier en toda la liturgia.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo comenzamos y terminamos la misa y el oficio divino y se confieren todos los sacramentos. Todos los salmos terminan con el Gloria Patri; los himnos, con una doxología, y las oraciones, con una conclusión en honor de las tres divinas personas. Continuamente, pues, nos hace alabar y adorar la Iglesia al Dios tres veces santo, que tanta misericordia ha tenido de nosotros, pues nos ha dado el participar de su propia vida.
*
Benedícta sit sancta Trínitas,
atque indivísa únitas:
confitébimur ei, quia fecit
nobíscum misericórdiam suam.
Ps. Dómine Dóminus noster,
quam admirábile est nomen
tuum in univérsa terra! V/
Glória Patri.
(Introito, Tobías 12.6; Salmo 8.2)

sábado, 18 de junio de 2011

Los actos del penitente. La confesión.

La confesión de los pecados es la acusación dolorosa de los pecados propios, hecha a un sacerdote aprobado, para recibir la absolución.

Sacerdote aprobado es aquel que ha recibido de su obispo la autorización para confesar.

Jesucristo instituyó la confesión, como lo prueban:

-las palabras de la institución del sacramento de la Penitencia

-la doctrina de la Iglesia

-la práctica constante y universal de los fieles

Se deben confesar los pecados porque el confesor no puede juzgar si los ha de perdonar o retener, sino después de conocerlos por la confesión del culpable.

Hay obligación de confesar todos los pecados mortales no confesados todavía o confesados mal.

La confesión de los pecados debe ser íntegra y sincera. Es íntegra la confesión cuando se declaran todos los pecados mortales cometidos y no perdonados con su especie y número y con las circunstancias que pueden añadir una nueva y grave malicia. Es sincera la confesión cuando se declaran los pecados tal como son, sin excusarlos, disminuirlos ni aumentarlos.

La especie significa la calidad del pecado que se debe acusar; el número significa el total de veces que se ha cometido un pecado; por circunstancia se entienden ciertas particularidades que pueden aumentar la malicia o gravedad de un acto.

El que voluntariamente calló uno o más pecados mortales en la confesión debe confesar de nuevo todos sus pecados mortales, desde la última confesión bien hecha.

Además de ser la confesión íntegra y sincera es conveniente que sea humilde sin arrogancia, prudente acusando las propias faltas no las ajenas, y breve.

La confesión de los pecados mortales debe ser íntegra. Esta integridad puede ser material y formal. Estamos obligados a esta segunda manera de integridad, es decir, a acusarnos de los pecados mortales que recordemos, como podamos, y con la exactitud de número que podamos.

Hay obligación de confesar los pecados mortales; estos constituyen la materia necesaria del sacramento; los pecados mortales yaperdonados y los pecados veniales son materia suficiente para la absolución sacramental.

(1939).

viernes, 17 de junio de 2011

Los actos del penitente. La contrición.

Las partes esenciales del sacramento de la Penitencia son: la confesión, la contrición y la satisfacción, que se refieren al penitente; y la absolución, que se refiere al sacerdote.

El dolor de los pecados es un verdadero y sincero pesar de haber ofendido a Dios, unido al propósito de no pecar en adelante.

Este dolor es el primer acto esencial e indispensable para obtener el perdón de los pecados.

Este dolor es de dos maneras: perfecto o de contrición, e imperfecto o de atrición.

Dolor de contrición es el pesar de los pecados cometidos, porque son ofensa a Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas.

Dolor de atrición es el pesar de haber ofendido a Dios por el temor de los castigos merecidos en esta o en la otra vida, o bien por la fealdad del pecado.

Para que el dolor sea bueno ha de tener cuatro condiciones: 1) ha de ser de interno, esto es, ha de venir del corazón, y radicar en la voluntad y no en las solas palabras; 2) ha de ser sobrenatural, esto es, ha de ser excitado en nosotros por la gracia de Dios y con la consideración de los motivos que nos sugiere la fe; 3) ha de ser sumo, es decir, que nos haga detestar el pecado más que otro mal cualquiera; 4) ha de ser universal, esto es, ha de extenderse a todos los pecados mortales cometidos sin exceptuar uno solo.

El propósito de enmienda es la voluntad resuelta de no pecar y de huir de las ocasiones de pecar.

Para que el propósito sea bueno ha de tener cuatro cualidades: 1) ha de ser absoluto, esto es, ha de consistir en la firme voluntad de no pecar más. No basta, pues, una resolución indecisa o vacilante, ni tampoco la resolución de abandonar el pecado bajo alguna condición; 2) ha de ser universal, es decir, que se extienda a todos los pecados mortales; 3) ha de ser eficaz, lo cual quiere decir que se pongan los medios conducentes a la enmienda.

Los principales motivos sobrenaturales de nuestro arrepentimiento son:

-la bondad infinita de Dios, ofendida por el pecado

-la pasión y muerte de Jesucristo

-el infierno merecido y el cielo perdido.

El dolor de los pecados debe preceder a la absolución que da el sacerdote, pero no es necesario que sea próxima a ella y así vale el dolor que se tuvo y no se retractó cuando se preparó uno para confesarse aunque se el día anterior.

Como muchas personas se angustian pensando si habrán tenido dolor verdadero en sus confesiones, han de tener presente que toda persona que sea de conciencia delicada, si quiere tener dolor, o si siente no tenerlo y lo procura, tiene ya dolor aunque no lo sienta.

Asimismo tampoco es señal absoluta de no haber tenido dolor ni propósito el recaer en los pecados sino que hay que ver en cada caso, porque las recaídas pueden depender de otras causas, aún habiendo tenido el penitente dolor y sincero deseo y propósito de no pecar.

Ejemplos bíblicos: Contrición del publicano del Evangelio (S. Lucas XVIII, 13). Sincero arrepentimiento de Magdalena (S. Lucas VII, 37-50). Dolor de San Pedro después de su negación (S. Lucas XXII, 61-62).

(1939).

jueves, 16 de junio de 2011

El sacramento de la Penitencia (II).

Es necesario insistir en la institución divina del sacramento de la penitencia y en la permanencia en la Iglesia del poder otorgado por Jesucristo a los apóstoles. La razón es clara ya que Jesucristo instituyó los sacramentos para todos los hombres y para todos los tiempos.

Tenemos tres pruebas convincentes de que la ley de la confesión fue impuesta por Jesucristo al instituir este sacramento; las palabras del Salvador, como constan en el Evangelio, la enseñanza unánime de la Tradición y la práctica universal de la Iglesia, a las que hay que añadir el testimonio de nuestra misma razón y del buen sentido.

Las palabras de Jesucristo al conferir esta potestad a los apóstoles y a sus sucesores nos dan a entender que la Iglesia debe ejercer dicha potestad a modo de juicio. Modo judicial quiere decir que atendiendo el juez, que aquí es el confesor, a lo que el pecador, hizo o dejó de hacer, y a las circunstancias en que cometió el pecado, dé sentencia autoritativamente de absolución, o de no absolución (atar y desatar) como lo hacen los superiores en toda sociedad bien organizada. Pero mal pueden decretar con justicia el perdón o el castigo, si no juzgan la causa con las circunstancias. De este modo lo entendieron los apóstoles, como se ve en San Pablo (2ª Cor. XIII, 10).

La Tradición. Los Santos Padres y Doctores de la Iglesia han enseñado desde los primeros tiempos de ella que no podemos esperar de Dios el perdón de nuestros pecados, si nos avergonzamos de confesarlos al sacerdote. La práctica de confesar los pecados es tan antigua como la Iglesia y es constante en todos los siglos; hasta las sectas separadas de la Iglesia en los primeros siglos observaron siempre esta práctica, probando así su remota antigüedad.

La razón y el buen sentido convencen que la confesión no puede ser invención humana. A la verdad, nadie se hubiera determinado jamás a confesarse ni esta práctica se hubiera jamás generalizado tanto, si la confesión se hubiera querido introducir en virtud de leyes humanas. Sólo una ley divina puede imponerla, y la confesión fue impuesta por una ley divina establecida por Jesucristo, promulgada por los apóstoles y conservada fielmente por la Iglesia.

Ejemplos bíblicos: David confiesa su crimen y se arrepiente de él (II Reyes XII, 1-16). La penitencia de los ninivitas aplaca a Dios y obtiene su misericordia (Jonás III, 5-10). San Juan Bautista predica penitencia (S. Mateo III, 1-8). El primer regalo de Jesucristo resucitado (S. Juan XX, 19-23). Alegría que hay en el cielo por la conversión de un pecador (S. Lucas XV, 1-10). (1939).

miércoles, 15 de junio de 2011

El sacramento de la Penitencia.

Por la palabra penitencia se entiende:

-una virtud

-el sacramento de la penitencia

-la pena o castigo con que el pecador satisface a Dios por sus pecados.

La virtud de la penitencia es el acto de aquel que habiendo pecado se vuelve arrepentido a Dios y le pide perdón.

La penitencia es un sacramento instituido por Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo.

Jesucristo instituyó el sacramento de la penitencia el día de su resurrección cuando dijo a sus apóstoles: “Quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes se los perdonareis y retenidos a los que se los retuviereis” (S. Juan XX, 23).

La materia del sacramento de la Penitencia consiste en los actos del penitente, a saber: contrición, confesión y satisfacción.

La forma del sacramento de la penitencia consiste en las palabras de la absolución: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

El ministro ordinario del sacramento de la Penitencia es el sacerdote aprobado por su Obispo; pero en peligro de muerte todo sacerdote puede absolver válidamente.

Los efectos que produce el sacramento de la Penitencia:

-borra los pecados mortales y los veniales de que uno tiene arrepentimiento

-restituye los méritos y el derecho al cielo

-da o aumenta la gracia habitual

-concede gracias actuales para evitar los pecados confesados.

La penitencia como virtud difiere del sacramento en lo siguiente: 1º La virtud de la penitencia ha sido necesaria en todos los tiempos para obtener el perdón de los pecados; el sacramento no es necesario sino después de su institución por Nuestro Señor Jesucristo, y no produce su efecto sino respecto de los pecados cometidos después del Bautismo. 2º La virtud de la penitencia no es más que una parte del sacramento, el cual comprende además la confesión del penitente y la absolución del sacerdote. 3º La virtud de la penitencia puede existir sin el sacramento, pero el sacramento no puede existir sin la virtud.

(1939).


martes, 14 de junio de 2011

La santa Misa (II).

Sacrificio es la ofrenda hecha a Dios, por un ministro legítimo, de una cosa sensible que se destruye o cambia en su honor con el fin de reconocer su soberano dominio.

El ministro del sacrificio se llama sacerdote; la cosa ofrecida cuando es viviente, víctima; el cambio que la víctima sufre,inmolación; el fin religioso que se pretende, objeto del sacrificio. Los fines del sacrificio son cuatro: honrar a Dios, darle gracias, satisfacerle y pedirle beneficios.

El sacrificio es de dos clases: cruento e incruento. Es cruento o sangriento si se derrama sangre de la víctima; es incruento o no sangriento si se hace la ofrenda sin derramamiento de sangre.

Desde el principio del mundo hubo sacrificios, y Dios mismo los ordenó en la Ley antigua. Todos estos sacrificios antiguos eran sombras o figuras del sacrificio de la Ley nueva. Los más notables de estos sacrificios figurativos fueron: los de Abel, Noé, Melquisecec, Abraham, el cordero pascual y las diversas oblaciones y sacrificios de la Ley mosaica.

El sacrificio de la nueva Ley es el sacrificio de la Cruz; en la cual Jesucristo se sacrificó a su Eterno Padre por la redención del mundo, derramando su sangre y muriendo por los hombres. Pero no bastaba a Jesucristo ofrecer su sacrificio una sola vez y en una sola parte de la tierra, sino que quiso extenderlo a todos los tiempos y a todos los lugares instituyendo para ello la Misa, que hace presente a todos el sacrificio de la Cruz.

La santa Misa es el sacrificio permanente de la Nueva Ley, en el cual N. S. Jesucristo se ofrece a su Eterno Padre por manos del sacerdote bajo las especies de pan y de vino. El ministro principal del sacrificio de la Misa es Jesucristo, representado por el ministro visible, que es el sacerdote.

La santa Misa fue instituida por Jesucristo en la última cena cuando dijo a los apóstoles: “Haced esto en memoria mía” (S. Lucas XXII, 19), es decir, celebrad como yo el Santo Sacrificio de la Misa en memoria de mi Pasión. Desde el tiempo de los Apóstoles la Iglesia cumple el encargo de Jesucristo celebrando la Santa Misa, como consta en la enseñanza del Apóstol San Pablo sobre el altar cristiano (1ª a los de Corinto X, 14-21; a los Hebreos XIII, 10), de los testimonios irrebatibles de los Santos Padres, de las celebraciones de los concilios, de las antiquísimas oraciones de la Misa y de muchos monumentos cristianos de Oriente y Occidente.

Triple es la participación del fruto de la Misa: 1ª El fruto general, del cual participan todos los fieles vivos y difuntos, y particularmente los que asisten al santo sacrificio. 2ª El fruto principal que pertenece a aquel por quien se dice la Misa. 3ª El fruto especial que proporciona al celebrante.

La Misa se ofrece por los vivos y los difuntos a los cuales Dios aplica los méritos de su Hijo según las leyes de su justicia y de su misericordia.

Ejemplos bíblicos: Sacrificio de Melquisedec, figura del sacrificio eucarístico (Génesis XIV, 18-20); Isaac que sobrevive a su sacrificio, es figura de Jesucristo en nuestros altares (Génesis XXII, 2-18).

(1939).

lunes, 13 de junio de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.

Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada este domingo 12 de junio de 2011, correspondiente al Domingo de Pentecostés. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando AQUI. La galería general se puede ver en este enlace.

domingo, 12 de junio de 2011

SPIRITUS DÓMINI replévit orbem terrárum, allelúia:

Jesús había establecido los fundamentos de la Iglesia en el curso de su vida apostólica, y le había comunicado sus poderes después de resucitar. Pero el Espíritu Santo debía completar la formación de los Apóstoles y revestirlos de la fuerza de lo alto. (Evangelio). Al reino visible de Cristo sucedía el reino invisible del Espíritu Santo, que venía a terminar y pulir la obra ya admirable de Jesús, a “renovar la faz de la tierra”.
Jesús, dice el Evangelio, había anunciado a sus discípulos la llegada del Espíritu Paráclito; y la Epístola nos muestra el cumplimiento de esa promesa. A la hora de Tercia se apodera del Cenáculo el Espíritu Santo, y un viento huracanado que de repente sopla en torno de la casa y la
aparición de lenguas de fuego en el interior, son las señales maravillosas.
Alumbrados con las luces del Espíritu Santo (Oración colecta) y llenos de la efusión de sus siete Dones (Oración secreta), los Apóstoles son renovados y van a renovar el universo entero (Introito, Aleluya). La Misa Mayor, a la hora de Tercia, es el momento en que nosotros recibimos
también “el Espíritu Santo que Jesús, subido al cielo, derramó en este venturoso día sobre los hijos de adopción” (Prefacio); pues cada uno de los Misterios del ciclo litúrgico produce frutos de gracia en nuestras almas el día en que la Iglesia lo celebra.
Como decíamos durante el Adviento al Verbo: “Ven, Señor, a expiar los pecados de tu pueblo”, digamos en este tiempo con la Iglesia al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo, hinche los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor”.
*

viernes, 10 de junio de 2011

La santa Misa.

Jesucristo instituyó la sagrada Eucaristía:

-para ser alimento de nuestras almas en la comunión

-para ofrecerse en sacrificio a su eterno Padre en la santa Misa

-para ser nuestro compañero en este destierro.

La santa Misa es el sacrificio permanente de la nueva Ley, renovación y continuación del sacrificio de la cruz.

En la santa Misa se renueva el sacrificio de la cruz porque:

-la separación de las especies sacramentales recuerda y representa la separación del cuerpo y de la sangre de Jesucristo en la cruz

-la comunión del sacerdote y de los fieles parece destruir a Nuestro Señor y nos recuerda su muerte y sepultura.

La santa Misa continúa el sacrificio de la cruz porque en uno y otro tenemos un mismo sacerdote, una misma víctima y ambos se ofrecen por los mismos fines.

Entre la santa Misa y el sacrificio de la cruz existen estas diferencias:

-en la cruz Jesucristo derramó su sangre y murió realmente; en la Misa muere sólo místicamente.

-en la cruz Jesucristo se ofreció personalmente; en la Misa se ofrece por manos del sacerdote.

-en la cruz Jesucristo mereció; en la santa Misa nos aplica sus merecimientos.

La santa Misa se ofrece:

-para adorar a Dios

-para agradecer sus favores

-para expiar los pecados

-para conseguir nuevas gracias.

La santa Misa tiene un valor infinito; pero las disposiciones de cada uno limitan su aplicación como expiación y petición.

Oiremos bien la Misa si procuramos el recogimiento exterior y la devoción interior. Para ello:

-uniremos desde el principio nuestra intención con la del sacerdote, ofreciendo el santo sacrificio por los fines por que fue instituido

-acompañaremos al sacerdote en todas las oraciones y acciones del santo sacrificio

-meditaremos la pasión y muerte de N. S. Jesucristo, detestando el pecado que fue la causa de ella

-comulgaremos sacramentalmente o al menos espiritualmente, en el momento en que comulga el sacerdote, participando así en cuanto se pueda, del santo sacrificio.

(1939).

jueves, 9 de junio de 2011

La Sagrada Comunión (II).

Además de las disposiciones esenciales dichas para la comunión se requiere que le preceda una diligente preparación y le siga la conveniente acción de gracias, según las fuerzas, condición o deberes de cada uno.

La preparación consiste en que por algún espacio de tiempo meditemos atenta y devotamente lo que vamos a recibir y nos ejercitemos en actos de fe, esperanza, caridad y contrición.

La acción de gracias que sigue a la comunión consiste en que por algún espacio de tiempo meditemos atenta y devotamente el don que hemos recibido y hagamos actos de fe, esperanza, caridad, de saludables propósitos, de agradecimiento y de súplica.

La comunión espiritual es un deseo vivísimo de recibir a Cristo. Puede practicarse muchas veces al día. Sus efectos son semejantes a los de la sacramental, pero de menos eficacia y variables según las disposiciones de cada uno. Hay que procurar el estado de gracia al menos con un acto de contrición.

Acerca de la comunión como Viático, téngase presente que su administración corresponde al Párroco; si el Párroco no puede hacerlo, puede administrarlo cualquier otro sacerdote. Para entonces y para cuando se lleve la comunión a los enfermos, debe prepararse en la pieza de estos una mesa cubierta con un mantel blanco y en el centro de ella conviene que haya un crucifijo. A ambos lados se colocaran palmatorias con velas de cera, a poder ser, y un vasito con agua. Habrá, además, un pañito blanco para colocarlo ante el pecho del comulgante. El altar preparado debe adornarse con flores. Si en la casa hay agua bendita, téngase un poco de ella en un vaso o copa, y a su lado una ramita o flor que sirva de hisopo.

Ejemplos bíblicos: Disposiciones para la comunión. Castigo del convidado que no llevaba el traje nupcial (S. Mateo XXII, 11-13). Recepción de Jesucristo en casa de Zaqueo (S. Lucas XIX, 6-10). Solicitud de Marta y de María en recibir a Jesucristo (S. Lucas X, 38-42).

Diversas clases de comunión. De los discípulos de Meaux (S. Lucas XXIV, 13-32).Comunión frecuente entre los primeros cristianos (Hechos II, 46; XX, 11). Comunión indigna; Judas, su traición y muerte (S. Mateo XXVI, 25-27; Hechos I, 16-20). Reconvención de S. Pablo a los corintios (I Cor. XI, 20-34).

(1939).

miércoles, 8 de junio de 2011

La Sagrada Comunión.

A la recepción de la Eucaristía se le da el nombre de comunión, por la unión íntima que establece entre Jesucristo y los fieles que la reciben.

Para comulgar dignamente se requiere saber a quien se va a recibir, estar en gracia de Dios y estar en ayunas.

Estamos obligados a comulgar por precepto divino y por precepto de la Iglesia.

La Sagrada Comunión:

-nos une íntimamente con N. S. Jesucristo

-conserva y aumenta en nosotros la gracia santificante

-nos purifica de los pecados veniales y nos preserva de los mortales

-debilita nuestras malas inclinaciones y nos da fuerza para el bien

-es una prenda de resurrección gloriosa y de eterna felicidad.

La primera comunión debe hacerse apenas llegue el niño al uso de la razón y sepa distinguir el pan material del pan eucarístico.

Los padres y tutores que por su culpa difieren la primera comunión de sus hijos pecan, y tendrán que dar a Dios rigurosa cuenta del daño que por su descuido causan al alma de sus hijos.

Todo cristiano en peligro de muerte está obligado gravemente a recibir el santo Viático.

La obligación de comulgar por viático nos impone el deber:

-de hacer cuanto podamos para que nuestros parientes y amigos reciban el santo Viático mientras conservan todavía el pleno uso de sus facultades (Derecho Canónico, c. 865).

-de tomar providencias para que se nos avise con tiempo si enfermásemos de gravedad.

La comunión frecuente es la comunión diaria o de varias veces a la semana. Es cosa excelentísima con tal que se haga con las debidas disposiciones.

El ayuno eucarístico es de obligación grave. No obliga a los enfermos en peligro de muerte, los cuales pueden recibir la comunión como Viático todos los días sin observar el ayuno. Además a los enfermos que se hallan en cama desde un mes, sin esperanza cierta de convalecer, se les permite la sagrada comunión, con el prudente consejo del confesor, una o dos veces a la semana, aunque hayan tomado antes alguna medicina o bebido.

(1939).

martes, 7 de junio de 2011

La Eucaristía (II).

El dogma de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía puede enunciarse de este modo: Bajo las especies del pan y del vino existe el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, y no una figura o símbolo que los represente. Este dogma descansa sobre tres pruebas inconmovibles: las palabras de la promesa, las palabras de la institución y la enseñanza tradicional de la Iglesia; y la razón acepta convencida estas tres pruebas.

-Las palabras de la promesa no dejan lugar a duda, Jesucristo dijo: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo…; y el pan que yo os daré es mi carne… Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida” (S. Juan VI, 51, 52, 56)

-Las palabras de la institución: “Esto es mi cuerpo; esta es mi sangre”. El sentido natural de estas palabras es que el pan se había convertido en el cuerpo de Jesucristo y el vino en la sangre del Salvador. No es posible explicarlas en otro sentido: Jesucristo preveía que la Iglesia desde sus comienzos y por todos los siglos tomaría estas palabras en sentido literal; si hubiera querido que las entendiese de otro modo hubiera hablado de otra forma, en asunto de tanta importancia.

-La enseñanza tradicional de la Iglesia. Los apóstoles entendieron literalmente las palabras de Jesucristo y creyeron y enseñaron este misterio. Así, San Pablo transmite esta enseñanza cuando dice que “el cáliz de bendición que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo, y el pan que partimos es la participación del cuerpo del Señor” (a los corintios, X, 16); y que “el que comiere este pan o bebiere este cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor” (XI, 27). Por lo demás, la Iglesia desde los Apóstoles, con la Tradición, con la enseñanza de los Santos Padres y Doctores, con la Liturgia y los monumentos proclaman en todos los siglos la misma creencia.

-Nuestra razón se persuade de la presencia real: 1º porque es un dogma tan extraordinario e incomprensible que no ha podido ser inventado por un hombre; 2º porque ha sido admitido hace más de diecinueve siglos por la Iglesia entera y por los grandes Doctores y privilegiados genios; 3º por los frutos de vida cristiana y de santidad que ha producido en la Iglesia. Un dogma tan extraordinario, universalmente creído, que produce frutos tan admirables, es un hecho divino que se impone a nuestra razón.

De ahí que la Eucaristía sea considerada con razón como la obra maestra de las obras de Jesucristo. La doctrina de Jesucristo es un portento. Pues bien; la Sagrada Eucaristía la recuerda continuamente al alma, la hace brillar con nuevo esplendor, la hace comprender con más fuerza, la hace observar con mayor fidelidad. Las curaciones de Jesucristo son portentosas. Más numerosas y más difíciles las obra la Sagrada Eucaristía: la curación de las almas. Es portentosa sobre toda la Encarnación del Verbo de Dios. La Sagrada Eucaristía la continúa, la completa, hace que produzca los efectos que debía producir.

Ejemplos bíblicos: Figuras de la Eucaristía. El cordero pascual (Éxodo XII, 3-25). El maná (Éxodo XVI, 14-35). El pan milagroso llevado a Elías por un ángel (III Reyes XIX, 5-8). La Sagrada Eucaristía anunciada y prometida por Cristo Nuestro Señor (S. Juan VI, 25-59). Su institución en la última cena (S. Mateo XXVI, 26-29); S. Marcos XIV, 16-25; S. Lucas XXII, 14-20).

(1939).