lunes, 31 de mayo de 2010

Fiesta de la Santísima Trinidad en Viña del Mar.

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Sancta Missa Tridentina celebrada por el Rev. Padre Jaime Herrera en la Capilla San Juan de Dios, Viña del Mar, Chile. Domingo 30 de mayo de 2010. Una Voce Casablanca.
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domingo, 30 de mayo de 2010

Fiesta de la Santísima Trinidad.


Misterio inefable del Dios vivo en tres personas: Padre creador, Hijo redentor, Espíritu santificador de la Iglesia.
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(I clase, blanco) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. Para la aspersión de la agua bendita antes de la Misa mayor se cante el Asperges me.
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El dogma fundamental al que todo se reduce en la religión cristiana es el de la Santísima Trinidad, en cuyo nombre se bautizan los fieles.
La fiesta de la Santísima Trinidad pide se le comprenda y celebre en la prolongación de los misterios de Cristo, como la expresión solemne de nuestra fe en la vida trinitaria de las personas divinas, en que nos han introducido el bautismo y la redención de Cristo. Solamente en el cielo hemos de comprender cómo podremos nosotros tener por Cristo una verdadera participación de hijos en la misma vida de Dios.
Aunque introducida en el siglo IX, la fiesta de la Santísima Trinidad no se extendió a la Iglesia universal hasta el siglo XIV. No obstante, el culto de la Santísima Trinidad aflora por doquier en toda la liturgia.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo comenzamos y terminamos la misa y el oficio divino y se confieren todos los sacramentos. Todos los salmos terminan con el Gloria Patri; los himnos, con una doxología, y las oraciones, con una conclusión en honor de las tres divinas personas. Continuamente, pues, nos hace alabar y adorar la Iglesia al Dios tres veces santo, que tanta misericordia ha tenido de nosotros, pues nos ha dado el participar de su propia vida.
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Benedícta sit sancta Trínitas,
atque indivísa únitas:
confitébimur ei, quia fecit
nobíscum misericórdiam suam.
Ps. Dómine Dóminus noster,
quam admirábile est nomen
tuum in univérsa terra! V/
Glória Patri.
(Introito, Tobías 12.6; Salmo 8.2)

sábado, 29 de mayo de 2010

Los vasos sagrados.

El Cáliz.
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Es el vaso en que se consagra la Sangre del Señor. Su forma es muy variada, así como su simbolismo ornamental.
En un comienzo fueron los cálices de madera, vidrio o de diversos metales. Actualmente la copa ha de ser de oro o plata dorada. Hasta el siglo XIII, se usaron, además de los cálices para la comunión del celebrante y clero, los cálices ministeriales destinados a la comunión de los fieles y los cálices ofertorios que servían para recoger las ofrendas de vino de los fieles.
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La Patena.
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Es un platillo en el que coloca la Hostia consagrada durante la Misa: es de oro o plata dorada. El cáliz y la patena son consagrados por el Obispo.
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El Copón.
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Está destinado a guardar las Hostias consagradas para la comunión de los fieles; está cubierto con una tapa que remata en una cruz y un pabelloncito de seda, llamado conopeo, lo recubre.
El Portaviátivo es una cajita para llevar la comunión a los enfermos. Estos dos vasos sólo son bendecidos: pueden ser de oro, plata u otro metal fino.
Los copones antiguos o ciborios tenían forma de caja, de torre o de paloma. Estos copones o ciborios solían estar suspendidos del ciborio y siempre cubiertos con rica tela.
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El Viril.
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Es una pequeña caja de forma redonda, destinada a contener la Hostia que se expone en la custodia. En el interior tiene dos anillos de metal fino con el objeto de que la Hostia no toque los vidrios.
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La Custodia.
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Se usa en la exposición solemne del Santísimo Sacramento. La Hostia queda circundada por rayos de metal. La forma de sol recuerda que Jesús es el Sol de Justicia, cuya luz y rayos iluminan a los hombres.
Los simples fieles no pueden tocar directamente los vasos sagrados, a no ser que haya una causa razonable.

viernes, 28 de mayo de 2010

Las sagradas imágenes.

Los fieles veneran la memoria de los Santos en sus imágenes: son un recordatorio perpetuo de la vida de santidad que llevaron aquellos miembros de la Iglesia que reinan ya en la gloria.
La imaginería religiosa no sólo se exhibe ya en cuadros y retablos, sino que llena el interior y el exterior de nuestros templos. Puertas, arcos, capiteles, sillas corales, paredes interiores y exteriores del coro, vidrieras, pináculos, nos ofrecen en todas las formas de manifestación artística, no sólo un completo santoral, sino pasajes históricos de los dos Testamentos, de la vida de Jesús, de la Virgen, de los Santos, hasta el punto que puede decirse que con la imaginería sagrada podría recomponerse nuestro historia religiosa (…) Sólo la Catedral de Chartres, tiene 4.200 estatuas. Las imágenes de culto, suelen llevar nimbos o aurelolas.
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El órgano.
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Es el órgano el instrumento que, por la variedad, riqueza y majestad de sus sonidos, interpreta los sentimientos religiosos del pueblo cristiano. Ignórase su origen; quedo introducido en las iglesias por el Papa Vitaliano, por los años 600, dice Bona. Su forma suele estar en armonía con el estilo de la iglesia.
“El instrumento propio de la Iglesia, y a ella legado por nuestros mayores es el órgano, el cual por su admirable grandiosidad y majestad ha sido considerado digno de juntarse a los ritos litúrgicos, ora acompañando al canto, ora sonando armonías dulcísimas, cuando el coro debe callar en algunos casos” (Bula Divini Cultus Sanctitatem de S.S. Pío XI).
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El Viacrucis (Camino de la Cruz).
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Está formado por catorce cruces, bendecidas y erigidas canónicamente y distribuidas en las paredes del templo. De ordinario las catorce estaciones dolorosas está representadas por artísticas pinturas o relieves, que nos traen a la memoria las escenas del camino que hizo el Señor con la Cruz a cuestas desde el Pretorio de Pilato hasta el Calvario. La Santa Iglesia ha enriquecido la práctica del Viacrucis con muchas indulgencias.
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Vasos Sagrados.
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Los vasos sagrados benditos son: el cáliz, la patena, el copón, el viril y la custodia.

jueves, 27 de mayo de 2010

Mobiliario litúrgico.

Fuente bautismal.
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Generalmente está colocada en el Baptisterio, dentro o fuera de la Iglesia. Allí están las aguas regeneradoras del bautismo, consagradas con extraordinaria pompa: “OH Dios Todopoderoso, enviad vuestro soplo divino, dice el sacerdote al consagrar el agua de la pila bautismal, bendecid con el hálito de vuestra boca, estas puras aguas, a fin de que a más de la natural virtud que tienen de lavar los cuerpos, tengan también eficacia para lavar las almas. Que la fuerza del Espíritu Santo descienda sobre la plenitud de esta fuente; que ella fecunde esta agua con el efecto de su regeneración”.
A las aguas purificadoras del bautismo se refería el Señor al decir a Nicodemo: “Si no renaciere el hombre del agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar en el Reino de Dios”.
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La cátedra episcopal.
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La cátedra o trono episcopal es la sede del Obispo; desde allí el Pontífice preside las reuniones y predica. Además de la cátedra se construyeron en las iglesias los ambones o jubetes, destinados a la lectura de los libros santos y a la predicación.
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El púlpito.
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El púlpito, cuyo origen data del siglo XV, es la Cátedra del Espíritu Santo, desde la que los ministros de Dios predican el Evangelio de Jesucristo. Allí no es la elocuencia humana la que fluye de los labios del orador, sino la elocuencia divina de la predicación de un Dios Crucificado.
Los bancos y las sillas se han emplazado en las iglesias para comodidad de los que escuchan la palabra de Dios.
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El confesionario.
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El confesionario es el trono de la misericordia y el tribunal de la justicia: está destinado a las confesiones de los fieles. Las rejillas y velos que tiene el confesionario rodean el acto de la confesión de un carácter de confidencia íntima. A postrarse a ese santo tribunal acuden todos los hombres que han ofendido al Señor, para acusar como reos sus delitos al Juez, Ministro de Jesucristo, a fin de recibir el perdón que Dios no niega a los que tienen un corazón contrito y humillado.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Sacras, atril y credencia.

Las sacras son tres cuadritos que contienen algunas oraciones de la Misa y que se colocan, durante la celebración de ella, al medio y a los lados del Altar, apoyados en las gradillas del retablo. Cuando celebra Misa un Obispo las sacras son reemplazadas por un libro llamado Canon.
El atril, que puede ser de madera o metal, se usa para sostener el Misal. Es costumbre laudable cubrirlo con un velo del color litúrgico del día.
La credencia es una mesita, colocada cerca del altar, al lado de la Epístola, en la que se colocan los objetos necesarios al servicio del altar.
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Adornos del altar.
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El altar puede adornarse con flores y con relicarios. El mejor adorno de un altar son las flores naturales, artísticamente colocadas y con moderación, que van consumiéndose ante la Divina Majestad en olor de suavidad; han de ser pocas y bien distribuidas.
Desde el siglo IX comenzaron a exponerse los relicarios en el altar. Los relicarios son ostensorios en que se exponen las reliquias de los santos a la veneración de los fieles. Actualmente se suelen colocar en las grandes fiestas, como adorno. Cuando se inciensa el altar, también se inciensan las reliquias de los Santos. Durante la Exposición del Santísimo han de ser retirados del altar, o por lo menos cubiertos con un velo.
Estos adornos deben retirarse del altar en los oficios fúnebres, durante el Adviento y la Cuaresma, excepto el tercer domingo de Adviento, el cuarto de Cuaresma, en las Misas del Jueves y Sábado Santos y en las fiestas dobles celebradas durante este tiempo.
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Mobiliario litúrgico.
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Forman parte del mobiliario litúrgico: la pila de agua bendita, la fuente bautismal, la cátedra episcopal, el púlpito, los bancos y sillerías, el confesionario, las imágenes sagradas, el órgano y el via crucis.
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Pila de agua bendita.
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Las pilas de agua bendita han reemplazado a las fuentes para las purificaciones, colocadas en el atrio de los antiguos templos cristianos. Al tomar el agua bendita se nos aplica la virtud purificadora que tiene por la bendición sacerdotal. La pila de agua bendita está colocada a la entrada del templo a fin de que antes de ofrecer nuestras oraciones y votos al Señor, nos purifiquemos con esta agua, que es un sacramental. “El uso del agua bendita, al formar sobre nosotros la señal de la Cruz, nos aplica la virtud de la pasión y muerte del Salvador”.

martes, 25 de mayo de 2010

El Crucifijo, los candeleros y la lámpara del Santísimo.

En cada altar ha de haber un Crucifijo que domine el altar, de suerte que el celebrante y los fieles lo vean fácilmente. El mundo cristiano adora a Jesucristo crucificado, al Buen Pastor que dio su vida por sus ovejas, y que eternamente reina desde la Cruz.
Los candeleros con velas de cera, que en los primeros siglos se colocaban en el suelo a ambos lados del altar, tienen actualmente su colocación en el altar mismo, a la derecha e izquierda del Crucifijo; generalmente su número es de seis.
Está prescrito que durante la celebración de la Santa Misa estén encendidos por lo menos dos cirios, que representan el Antiguo y el Nuevo Testamento. Cuando un simple presbítero celebra la Misa rezada sólo pueden encenderse dos cirios, excepto en la Misa de comunidad de las fiestas principales en que pueden encenderse cuatro. Si es un Obispo el celebrante pueden encenderse asimismo cuatro cirios.
En las Misas solemnes se encienden seis cirios, y si el Obispo diocesano celebra la Misa Pontifical, se enciende un séptimo cirio, que se coloca detrás del Crucifijo.
El uso de los cirios en la Santa Misa remonta a los orígenes de la Iglesia. En el siglo XI un autor explica su uso así: “No es para disipar las tinieblas de la noche, porque celebramos la Misa en el día, sino para honrar a Nuestro Señor Jesucristo, cuyo sacramento se realiza en el altar y sin el que estaríamos en las tinieblas de la noche”.
Constantemente, noche y día, ha de arder una lámpara delante del Santísimo Sacramento. Su uso data del siglo XIII: con motivo de que los herejes negaban la presencia real del Señor en la Santa Eucaristía, desde el siglo XVI se prescribió como obligatoria.
La lámpara del Santísimo debe cebarse con rico aceite de oliva; pero por razones justas, el Ordinario puede permitir el uso de otros aceites vegetales, de parafina y aún una ampolleta de luz eléctrica.
La lámpara del Santísimo, con su luz suave, misteriosa y viva, nos anuncia la presencia del Señor y nos invita a conservar nuestra fe viva y a consumirnos en el servicio y amor del Señor.
“Su llama, brillante, nos dice que Cristo brilla, triunfante, a la diestra del Padre; trémula e inquieta, nos hace pensar en esta palabra: “Yo vine a poner fuego a la tierra, y ¿qué quiero si no que arda?”

lunes, 24 de mayo de 2010

Accesorios y adornos del Altar.

Los manteles.
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El altar debe estar cubierto por tres manteles de lino, para evitar los inconvenientes de una efusión accidental de la Preciosa Sangre. El mantel superior debe caer por los lados hasta tocar el pavimento. Los tres manteles, que recuerdan los tres días en que el cuerpo del Señor permaneció en el sepulcro y los lienzos con que fue amortajado, han sido prescritos por la Iglesia, además de la razón dada, porque el altar es la Mesa del Señor, sobre la que se colocan los alimentos más preciosos. Fuera de las funciones litúrgicas en que se ocupa el altar, debe recubrírsele con un tapiz.
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El frontal.
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Si el frontis del altar no es de mármol o no es suficientemente adornado debe llevar el antipendium o frontal, que es un bastidor, recubierto de tela del color litúrgico del día.
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El tabernáculo.
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En el Santo Sacrificio de la Misa, el pan y el vino se convierten en Jesucristo, cuyas delicias son habitar entre sus hermanos, para derramar sus favores y bendiciones: para permanecer día y noche en los templos, Jesús vive en el tabernáculo.
El tabernáculo o sagrario, es una caja de madera, mármol o metal, destinada a guardar el Santísimo Sacramento. Su nombre recuerda el Tabernáculo de Moisés, que guardaba el Arca de la Alianza. El tabernáculo debe tener una puertecita cerrada con llave, y ha de estar tapizado interiormente con seda blanca, y ha de haber un corporal, sobre el que se dejan los copones. Cuando el Santísimo está reservado se coloca ante su puerta una cortina de color blanco, o del color litúrgico del día; las cortinas no pueden ser negras.
El tabernáculo está ubicado al medio del altar y forma un solo todo con el retablo; su origen se remonta sólo al siglo XVI.
Desde los primeros tiempos se reservaba la Santa Eucaristía, principalmente para los enfermos. Los primeros tabernáculos para la reserva fueron la paloma eucarística, la torrecilla, la píxide, la copa y el ciborio. Estos vasos se suspendían del baldoquino, o se guardaban en un nicho del ábside o en la sacristía; cuando cayó en desuso el baldoquino, la paloma o cofre se colgó de la encorvadura de un báculo, sujeto al altar.
El arte cristiano ha estampado en el Sagrario expresivos símbolos: el pelícano que se desentraña por sus hijos y el Buen Pastor que lleva a la oveja sobre sus hombros, la Cruz, signo de la Redención, el Cordero Inmaculado, el Cáliz con la Sagrada Hostia, etc.

domingo, 23 de mayo de 2010

Domingo de Pentecostés.


Cumplióse ya la profecía de Joel: el Espíritu Santo baja sobre María y los apóstoles; y las maravillas de Dios serán predicadas en todo el mundo.
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(I clase, rojo) Gloria, Secuencia, Credo, prefacio y comunicantes propio.
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Ya los profetas habían anunciado para los tiempos mesiánicos el don del Espíritu. El envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles abre la nueva era. La Iglesia está fundada y se le da el Espíritu de Cristo para que "renueve la faz de la tierra".
El relato de los Hechos recuerda los acontecimientos del día de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y los fenómenos que la acompañan; en particular, el milagro de las lenguas, símbolo de la misión universal de los apóstoles. Todas las naciones son llamadas a oir la proclamación de la Buena Nueva.
A esta presencia del Espíritu, que inspira y dirige a la Iglesia en su misión de predicar el evangelio hasta en los confines de la tierra, se añade otra presencia más íntima y más personal, que hace de los discípulos hombres nuevos, transformados en su mismo ser. La secuencia de la misa y el himno de vísperas describen y piden esta acción penetrante del Espíritu Santo en los corazones de los fieles.
Y esta doble acción del Espíritu Santo, en la Iglesia y en las almas de los creyentes, es la que mostrarán durante toda la octava las lecturas del libro de los Hechos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Vigilia de Pentecostés

Vigilia de Pentecostés (I clase, rojo) Gloria sin Credo, prefacio, comunicantes y hanc igitur de Pentecostés.
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Estación en San Juan de Letrán
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La estación es en San Juan de Letrán, a causa de su bautisterio, único lugar en que antiguamente se administraba el bautismo en Roma.
Antaño se bautizaba en Pentecostés a los catecúmenos que no habían podido recibir el bautismo en la noche de Pascua. Por ello toda la misa canta la renovación bautismal por la acción del Espíritu Santo. A diferencia de otras vigilias, es una misa festiva, como la de la vigilia pascual.
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Cuando fuere santificado en
vosotros, os recogeré de todos
los países y derramaré sobre
vosotros agua pura, y quedareís
purificados de todas vuestras
inmundicias, y os daré un nuevo
corazón, aleluya, aleluya. Sl.
Alabaré al Señor en todo tiempo;
no cesarán mis labios de
pronunciar sus alabanzas.
V/ Gloria al Padre.
(Introito, Ezequiel 36, 23-24,26; salmo 33,2)

viernes, 21 de mayo de 2010

Altar fijo y altar portátil.

Según el Derecho Canónico, los altares pueden ser fijos o portátiles. El altar fijo es una mesa de piedra o mármol, de una sola pieza, sostenida por un macizo o por columnas de la misma materia, formando con ellas un solo cuerpo: ha de ser consagrada por el Obispo.
El altar fijo pierde la consagración, cuando se le cambia de lugar, o cuando se separa la mesa del sostén con el que había sido consagrada.
Toda iglesia consagrada tiene, a lo menos, un altar fijo, que ordinariamente es el Mayor.
El altar portátil, llamado ordinariamente piedra de ara, es una pequeña piedra o mármol de forma rectangular, consagrada por el Obispo, sobre la que se colocan durante el Santo Sacrificio, la Hostia y el Cáliz. Puede colocarse sobre la mesa de un altar de madera, piedra o metal que no ha sido consagrado: el altar propiamente dicho es la piedra de ara; la mesa sobre la que se coloca sólo es un sostén y una prolongación de ella.
Los altares fijos y portátiles deben tener el sepulcro con reliquias de Mártires y tres granos de incienso. El sepulcro es un pequeño forado hecho en el medio de la piedra del altar y cubierto, en seguida, con cemento.
La Santa Iglesia ha prescrito que los altares encierren reliquias de Santos Mártires, porque en los primeros siglos se celebraba, en las Catacumbas, la Santa Misa sobre las tumbas de los mártires; para significar la unión de la Iglesia militante con la triunfante, y porque el origen y fuente de toda santidad es Jesucristo, Víctima y Altar del Sacrificio Eucarístico.
Ambos altares pierden la consagración: 1º si se quiebran notablemente, sea en razón de la extensión, sea en razón del lugar de la unción; 2º si se retiran las reliquias, o se quiebran o se retira la tapa del sepulcro, a no ser que el mismo Obispo o su delegado descubra el sepulcro para afirmarlo, cambiarlo, o para visitar las reliquias.
Los altares, fijos y portátiles, tiene grabadas cinco cruces en memoria y representación de las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo, que son ungidas por el Obispo en las ceremonias de la consagración.
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Altar privilegiado.
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Es el que tiene anexa una indulgencia plenaria, aplicable al difundo por el que el sacerdote celebra la Misa. Todo altar privilegiado deber tener su título: Altar privilegiado.
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Materia y forma del altar.
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El altar en que Nuestro Señor Jesucristo celebró el santo sacrificio de la Misa fue una mesa de madrea. Los primeros cristianos, siguiendo este ejemplo, celebraban la santa Misa en las mesas comunes; sin embargo, sabemos que junto al altar de madera, existía el altar de piedra. En las Catacumbas se celebraba la Santa Misa en una mesa de piedra o de mármol colocada sobre los sepulcros de los mártires.
Cuando se dio libertad a la Iglesia, y los cristianos pudieron confesar públicamente su fe, continuó la costumbre de construir los altares sobre las tumbas de los Mártires: son estos los altares de la Confesión. De aquí proviene la forma de sarcófago que tienen algunos altares. Como no siempre era posible tener el cuerpo entero de un mártir se introdujo la costumbre de colocar algunas reliquias solamente, en un pequeño sepulcro sobre la mesa del altar.

jueves, 20 de mayo de 2010

El altar eucarístico.


Memorial permanente de la Pasión y de la muerte del Salvador, monumento elocuente de su amor a los hombres, piedra del sacrificio perpetuo, sobre la que se renueva místicamente el sacrificio del Calvario, mesa, verdadero vínculo de la amistad de un Dios para sus criaturas, siempre levantada, siempre abierta a los invitados al banquete eucarístico, aparece el altar, a los ojos de la fe, revestido de la más alta dignidad, porque la Liturgia sagrada nos muestra allí el símbolo y la figura de Cristo Jesús. ¿No es, en efecto, su trono en la tierra, y no encierra el reflejo de la santidad de Aquél que se digna descender a él?
El altar en que ofrecemos el sacrificio es el símbolo del sacerdocio eterno de Jesucristo, por quien las oraciones de los fieles son presentadas a Dios Padre, dice el Pontifical Romano en la instrucción que precede a la ordenación de un subdiácono. De él suben al Altísimo los votos, ofrendas, oraciones, las adoraciones de los fieles, el homenaje universal del mundo entero, unido al de Nuestro Señor Jesucristo, ennoblecido, santificado por su virtud divina.
“El altar de la Iglesia, dice el Pontifical Romano, es el mismo Cristo, según el testimonio de San Juan quien, en su Apocalipsis, dice haber visto, delante del trono del Altísimo, el altar de oro sobre el que y por el que son consagradas las ofrendas de los fieles a Dios Padre”. (Bayard, en Liturgia).
El altar, símbolo, figura y representante de Jesucristo, es el centro de toda la liturgia, y en cierta medida participa de los honores que la sagrada liturgia rinde a Dios.
El altar es el alma del templo. “Un templo sin altar es un cuerpo sin alma… en los templos todo converge al altar; él es la cabeza y el corazón de nuestras iglesias” (Gomá). “Toda la arquitectura de esta grande obra, dice un autor, extiende y cruza sus líneas, dispone sus armonías alrededor del altar; todo en la iglesia está ordenado en relación al altar, las ventanas que le iluminan, las capillas que le circundan, los arcos que le demuestran, las altas torres que le señalan, los ministros que le sirven, el incienso que le envuelve”.
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Definición del Altar.
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El altar es una mesa de piedra, consagrada por el Obispo, y que contiene reliquias de santos mártires, sobre el que se ofrece el santo sacrificio de la Misa. Etimológicamente, altar viene del latín: alta ara, esto es, un ara elevada. Los paganos designaban con el nombre de ara el altar de las divinidades terrenas, y con el nombre de altare, el altar de las divinidades celestes.
La primera mención del altar aparece en la carta de San Pablo a los hebreos: “Tenemos un altar del que no pueden comer los que sirven al tabernáculo”.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Una joyita bibliográfica litúrgica.


Recientemente ha llegado a nuestras manos un librito de más de trescientas contundentes páginas cuyo título es simplemente “Liturgia”. El texto fue publicado por la Federación de los Colegios Católicos Femeninos en Santiago de Chile en el año 1935. La dos entradas que hemos publicado han sido tomadas de esta joyita bibliográfica donde vamos a ir espigando lecciones que no han perdido vigencia para los lectores de nuestro tiempo.
En el prólogo los autores de este verdadero vademécum litúrgico sostienen que en sus sencillas páginas se apreciará el simbolismo y la grandiosidad del templo cristiano, la sublimidad de su Altar, la magnificencia que la Santa Iglesia despliega en la celebración de su Sacrificio y en la administración de sus Sacramentos, la inspiración de sus oraciones, el arte y belleza de su canto tan simple y variado, la dignidad sobrenatural de la sagrada jerarquía que actúa; agregan que en el librito se aprenderá a recibir las lecciones y enseñanzas que día a día la Iglesia da a los fieles en el desenvolvimiento del ciclo litúrgico; a interiorizarse en el desarrollo de las ceremonias, a comprender su espíritu, a tomar parte activa en el culto divino, a unirse con los Ministros de Dios que, en nombre la Iglesia, ofician en el Altar; el manual litúrgico hará abrir los ojos de la fe y a transportar a los fieles a la excelsa Liturgia de los Cielos donde veremos al Pontífice Eterno, sentado a la diestra del Padre, intercediendo sin cesar por el mundo y oficiando en el Altar de los cielos, mientras los ejércitos angélicos cantan las eternas melodías y queman los perfumes e inciensos ante la tremenda majestad de la Unidad Trina.
Seguidamente, argumentan en el prólogo que el Papa Pío XI expone con claridad luminosa en la Bula Divini Cultus Sanctitamen, la importancia que tiene la Liturgia en la vida cristiana: “La Liturgia es cosa sagrada, pues por medio de ella nos levantamos hasta Dios, y nos unimos a El, atestiguamos nuestra fe y nos rendimos a El, con obligación gravísima por los beneficios y protección que del mismo tenemos recibidos y de que necesitamos continuamente. De aquí dimana cierta íntima dependencia entre el dogma y la liturgia, no menos que entre el culto cristiano y la santificación del pueblo”.
La liturgia es la pedagogía divina que nos enseña conocer y amar a Jesucristo Nuestro Señor. “Los ritos sagrados, dice el Papa Sixto V, las ceremonias que, instituidas en virtud de las tradiciones apostólicas, usa la Iglesia en la administración de los Sacramentos, en los oficios divinos y en el culto en general, envuelven una enseñanza excelente para el pueblo cristiano, y una profesión de la verdadera fe, llevan a las almas hacia la meditación de las cosas más sublimes, y encienden en ella el fuego de la verdadera devoción”.
Ciertamente este librito debió formar a muchas generaciones en una piedad sólida, verdadera y sobrenatural. Por eso que hemos querido compartir su contenido con nuestros lectores.

martes, 18 de mayo de 2010

Los primeros templos cristianos.

En los primeros tiempos los cristianos utilizaron como templo la basílica doméstica, que era el salón, o sala de fiestas y recepciones de los nobles. De forma rectangular, estaba dividida en tres naves por dos hileras de columnas; la nave principal terminaba en un semicírculo llamado ábside.
En tiempos de persecución celebraban los oficios en las catacumbas. La arquitectura cristiana no comenzó sino con la libertad de la Iglesia por el edicto de Milán. Comenzaron a levantar templos sobre los lugares más sagrados, sobre la tierra regada por la sangre de los mártires.
Protegido el arte cristiano por el Emperador Constantino, desplegó toda su inspiración en la construcción y ornamentación del templo cristiano.
Levantáronse entonces las basílicas de San Pedro en el Vaticano; de San Pablo en la vía Ostiense; de San Lorenzo, de Santa Inés, de los santos Pedro y Marcelino, y la de la Santa Cruz de Jerusalén.
Fuera de Roma se construyeron iglesias, principalmente en Palestina, en recuerdo de los principales misterios de la vida del Señor. La actual basílica de Belén es de origen constantiniano.
La basílica más célebre fue la de Letrán, la iglesia madre, la iglesia del Obispo de Roma, en la que celebraba el Papa los oficios litúrgicos, consagrada a Cristo Salvador, dedicada en el siglo X a san Juan Evangelista.
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La primitiva basílica cristiana.
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En los tiempos que siguieron al Edicto de Milán, Constantino entregó a los cristianos, para el culto religioso, varias basílicas romanas.
La antigua basílica cristiana se componía del peristilo, atrio, naves, coro, santuario, ábside y dependencias.
a) El peristilo (del griego peri=alrededor y stylos=columna) era una galería exterior que conducía al atrio.
b) El atrio era un patio cuadrado, descubierto, rodeado de galerías o pórticos sostenidos por columnas. En medio del atrio había una fuente para las purificaciones de los fieles antes de la oración. En las galerías podían estar los mendigos y los penitentes llamados plorantes y los excomulgados.
Al fondo del atrio había un gran pórtico, el pronaos (del griego pro=delante y naos=templo) en el que estaban los oyentes, penitentes también, y los catecúmenos.
c) Tres puertas separaban el atrio de la nave. Cerca de estas puertas se colocaban los prosternados, tercera clase de penitentes. Dos hileras de columnas dividían la nave en tres partes. La parte de la derecha (Evangelio) estaba reservada a los hombres, y la de la izquierda a las mujeres. Allí podía asistir al Santo Sacrificio los consistentes, cuarta clase de penitentes.
d) Al final de la nave del medio estaba el coro para los cantores y clérigos inferiores: estaba rodeado de una balaustrada y separado de la nave por dos ambones, pequeñas tribunas para la lectura pública del Evangelio y de la Epístola. La nave terminaba en el arco triunfal.
e) Antes del ábside se encontraba el santuario; en medio del santuario, se levantaba el altar de la confesión sobre el sepulcro de un mártir, confesor de la fe. A veces se levantaba el altar sobre le sepulcro mismo, otras veces, el sepulcro estaba en una cripta debajo del altar: esta era la confesión superior, porque en la cripta misma, a la que se bajaba por una escala, estaba la confesión inferior.
El altar estaba cubierto con el ciborio, sostenido por columnas, con cortinas que se corrían para cubrir el altar durante el Canon.
f) Al fondo del ábside estaba el presbiterio, con la cátedra episcopal, rodeada, en forma de semicírculo, por sillas para los presbíteros. Las dependencias eran: el vestiarium en el que los ministros se revestían; el oblationarium, para depositar las ofrendas que no se consagraban; el diaconium, en el que se guardaban los ornamentos y vasos sagrados; el secretarium, sala en la que se reunía el Obispo con su consejo para tratar los asuntos eclesiásticos y el baptisterio, donde se administraba el bautismo por inmersión.
Fuente: Liturgia, Santiago de Chile, F.C.C.F., 1935.

lunes, 17 de mayo de 2010

Los orígenes del Templo.

Los orígenes del Templo.
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En la antigua Ley el pueblo escogido tuvo un templo en el que se sacrificaban las víctimas inmoladas por el pueblo, y las oraciones del pueblo, mezcladas con los suavísimos perfumes quemados en el altar, subían a los cielos. Grandioso sobre toda ponderación fue este templo; pero cuando la muerte del Señor marcó el término de la antigua Alianza, rasgóse su riquísimo velo purpurino, termináronse oficialmente sus sacrificios y comenzó a ofrecerse la Hostia pura e inmaculada que exige también un templo, una iglesia.
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El Templo de Jerusalén.
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Dios ordenó a Moisés la construcción del Tabernáculo para colocar el Arca de la Alianza. El mismo Dios dispuso su forma y quiso habitar allí de un modo especialísimo: “En este lugar manifestaré mi voluntad a los hijos de Israel, y habitaré en medio de ellos, y seré su Dios” (II Paralip. 7, 16)
El santo Rey David quiso levantar un templo al Señor: aceptó Dios la idea, pero no quiso que ese templo de paz fuera construido por el Rey guerrero: reservó esta gloria al pacífico y sabio Rey Salomón. Terminada esta obra grandiosa, se celebró con pompa única la dedicación. Miles y miles de animales fueron sacrificados en honor del Dios de Israel. Manifestóse el Señor a Salomón y le dijo: “He escuchado tu oración, y he elegido este lugar como mío, como casa mía. Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración de todos los que me invocarán en este lugar; pues, he elegido y santificado este lugar, a fin de que él lleve eternamente mi nombre, y mis ojos y mi corazón estén sobre él en todo tiempo” (II Paralip. 7, 12. 15. 16.).
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Necesidad del Templo.
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Dios es infinito y está en todas partes: “Si subo a los cielos, Tú estás allí; si bajo a los infiernos, allí también estás. Si tomo las alas de la aurora, y voy a habitar a los confines del mar, allí también me conducirá tu mano, y tu diestra me cogerá (Salmo 138, 8.9). Sin embargo, la naturaleza misma nuestra exige, para elevarse más a Dios, revestir su culto interno de las cosas sensibles, necesita hacer su oración en un lugar, que por la suavidad de sus luces, por el recogimiento de su silencio, por la belleza y espiritualidad de sus líneas, por la grandiosidad de su construcción y la magnificencia de su ornamentación, contribuya a elevar a dios todos sus sentidos y potencias.
La constitución misma de la Iglesia, sociedad jerárquica, cuyo fin es tributar a Dios un culto social, santificar a sus miembros por medio de los Santos Sacramentos pide la existencia del templo, lugar sagrado del que de un modo especial emanan torrentes de la gracia sobrenatural.
El Cenáculo fue el primer templo cristiano: allí en la víspera de su pasión, consagró el Señor su propio cuerpo y su sangre; allí se reunieron los Apóstoles con la Santísima Virgen a esperar el Espíritu Santo. Desgraciadamente esta reliquia veneranda está hoy entregada al culto del Islam.
Fuente: Liturgia, Santiago de Chile, F.C.C.F., 1935.

domingo, 16 de mayo de 2010

Domingo en la Ascensión del Señor.

Acogiéndonos a lo indicado por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei en 2008, hemos celebrado hoy domingo la Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Más imágenes aquí.

viernes, 14 de mayo de 2010

Fatimae

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In anniuersario primae apparitionis B.M.V. ad pastorulos uico Fatimae in Lusitania. Oremus pro Sanctissimo in Christo Patre Benedicto PP XVI ibi itinerante ad commemorandam Francisci et Hyacinthae uidentium beatificationem decem abhinc annos a decessore eius uenerabile Ioanne Paulo PP II.

jueves, 13 de mayo de 2010

En la Ascensión de Fray Luis de Léon.

¿Y dejas, Pastor santo,
Tu grey en este valle hondo, escuro,
Con soledad y llanto;
Y tú, rompiendo el puro
Aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados,
Y los ahora tristes y afligidos,
A tus pechos criados,
De Ti desposeídos,
¿ a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
Que vieron de tu rostro la hermosura,
Que no les sea enojos?
Quién oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
Al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube, envidïosa
Aun deste breve gozo. ¿Qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!
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(Coster lanza la suposición de que pudo ser compuesta en la festividad de la Ascensión de 1572, poco después de su arresto, el 26 de marzo, cuando abrigaba la esperanza de un triunfo inmediato de su causa. No caben más que conjeturas. Llobera cree que no puede ser anterior a 1578. Desde luego, es de la mejor época de Fray Luis. “No tiene más que cinco estrofas –dice Arjona-; pero estas bastarían para dar a León la corona de la lírica moderna. Toda ella es belleza y grandeza”. Gerardo Diego la encuentra retórica en exceso. Soberbia oda la llama Vossler. No cabe decir más que es incomparable”. Obras Completas Castellanas de Fray Luis de León, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, MCMLVII).

miércoles, 12 de mayo de 2010

Vísperas de la Ascensión del Señor.

El Señor nos habló de muchas maneras de la incomparable felicidad de quienes en este mundo amen con obras a Dios. La eterna bienaventuranza es una de las verdades que con más insistencia predicó nuestro Señor: La voluntad de mi Padre, que me ha enviado, es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite a todos en el último día. Por tanto, la voluntad de mi Padre… es que todo aquel que ve al Hijo, y cree en El, tenga vida eterna, y yo lo resucite en el último día. Oh Padre, dirá en la Última Cena, yo deseo ardientemente que aquellos que Tú me has dado estén conmigo allí donde yo estoy, para que contemplen mi gloria, que Tú me has dado, porque Tú me amaste antes de la creación del mundo.
La bienaventuranza eterna es comparada a un banquete que Dios prepara para todos los hombres, en el quedarán saciadas todas las ansias de felicidad que lleva en el corazón el ser humano.
Los Apóstoles nos hablan frecuentemente de esa felicidad que esperamos. San Pablo enseña que ahora vemos a Dios como en un espejo y bajo imágenes oscuras; pero entonces le veremos cara a cara, y que la alegría y la felicidad allí son indescriptibles.
Además del inmenso gozo de contemplar a Dios, de ver y estar con Jesucristo glorificado, existe una bienaventuranza accidental, por la que gozaremos de los bienes creados que responden a nuestras aspiraciones. La compañía de las personas justas que más hemos querido en este mundo: familia, amigos; y también la gloria de nuestros cuerpos resucitados, porque nuestro cuerpo resucitado será numérica y específicamente idéntico al terreno: es preciso –indica San Pablo- que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Este, el nuestro, no otro semejante o muy parecido… San Agustín afirma con toda claridad: “Resucitará esta carne, la misma que muere y es sepultada… La carne que ahora enferma y padece dolores, esa misma ha de resucitar”.
El recuerdo del Cielo, en las vísperas de la Ascensión del Señor, nos impulsa a buscar sobre todos los bienes que perduran y a no desear a toda costa los consuelos que acaban.

martes, 11 de mayo de 2010

SS. Felipe y Santiago, Apóstoles.

Entre aquellos galileos que tuvieron la inmensa dicha de ser elegidos por Jesús para formar parte de sus más íntimos se encuentran Felipe, hijo de Alfeo, y Santiago, el Menor.
Santiago nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y era pariente del Señor. No nos narra el Evangelio el momento en que Jesús le llamó. La Sagrada Escritura pone de relieve que Santiago ocupaba un puesto preeminente en la Iglesia de Jerusalén. Santiago tuvo el privilegio de que el Señor se le apareciese a él personalmente.
Felipe era natural de Betsaida, la patria de Pedro y de Andrés… Muy probablemente Felipe era ya amigo de estos dos hermanos. Un día, en la rivera del Jordán, Felipe encontró a Jesús que, en compañía de sus primeros discípulos, se encaminaba hacia Galilea. El Maestro le dijo: Sígueme… Felipe lo siguió enseguida.
En el Evangelio leemos cómo Jesús enseña a sus discípulos, durante la Última Cena, que en el Cielo tienen un lugar preparado para ellos, para que estén por toda la eternidad con El y que ya conocen el camino… La conversación se prolonga con preguntas de los discípulos y respuestas del Maestro. Es entonces cuando interviene Felipe, con una petición que a todos podría parecer insólita: Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta. Y Jesús con un reproche cariñoso, le contesta: Felipe, ¿tanto tiempo como llevo con vosotros y no me has conocido? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¡Cuántas veces, quizá, tendría que hacernos Jesús el mismo reproche que a Felipe! Y nos podría enumerar el Señor una ocasión y otra, circunstancias difíciles en las que quizá nos encontramos solos y no estuvimos serenos porque nos faltó el sentido de nuestra filiación divina, la cercanía de Dios. ¡Cuánto bien nos hace hoy la respuesta de Jesús a este Apóstol!, porque en él estamos representados también nosotros.
Jesús revela al Padre; la Humanidad Santísima de Cristo es el camino para conocer y tratar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Es la contemplación de Jesús el camino ordinario para llegar a la Trinidad Beatísima. En Cristo tenemos la suprema revelación de Dios a los hombres. “El, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su Muerte y gloriosa Resurrección, con el envío del Espíritu de la Verdad, lleva a plenitud toda la Revelación y la confirma con testimonio divino, a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte, y para hacernos resucitar a una vida eterna”. El llena por completo nuestra vida. “El es suficiente para ti –afirma San Agustín-; fuera de El, ninguna cosa lo es. Bien lo sabía Felipe cuando le decía: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¿Vivimos nosotros con esta convicción?
Hoy, Felipe y Santiago son nuestros intercesores ante Jesús. Les encomendamos especialmente el apostolado que estamos llevando a cabo con nuestros amigos y pariente.
(Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo VI. Madrid. Ediciones Palabra. 1992).

lunes, 10 de mayo de 2010

Pbro. Humberto Moath

En la foto, el recordado Pbro. Humberto Moath junto a algunos feligreses. El lugar corresponde a la fachada de la antigua casa parroquial, hoy la Casa de Pastoral, ahí se encuentra ubicada la Capilla donde estamos celebrando la Sancta Missa Tridentina, cada 3º domingo de mes.

domingo, 9 de mayo de 2010

Quinto Domingo después de Pascua.

Anhela Jesús a su Padre: modelo de la oración cristiana.
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En este último domingo después de Pascua los cánticos de la misa continúan siendo, como en todo el Tiempo Pascual, cánticos de triunfo y de alegría. La Iglesia no se cansa de celebrar la resurrección de Cristo y las gracias redentoras que han transformado nuestra vida.
Pero el hombre se olvida de lo mejor que hay en sí mismo con una facilidad desconcertante. Por eso nos exhorta la epístola a practicar con seriedad nuestros deberes de cristianos y pide la colecta, con la gracia de pensar rectamente, la de conformar nuestra conducta al ideal que se nos ha enseñado. Esta doble invitacióna un constante esfuerzo personal, al mismo tiempo que a la oración, llevan a un justo equilibrio de la ascesis cristiana. Por su parte, también los evangelios nos inculcan durante este Tiempo la oración frecuente, a la que ponen en relación con el envío del Espíritu Santo y la plegaria del mismo Cristo por los suyos. Los tres días de rogativas de esta semana insisten todavía más.
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Reflexión
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En estos cuarenta días que median entre la Pascua y la Ascensión del Señor, la Iglesia nos invita a tener los ojos puestos en el Cielo, nuestra Patria definitiva, a la que el Señor nos llama. Esta invitación se hace más apremiante cuando se acerca el día en que Jesús sube a la derecha del Padre.
El Señor había prometido a sus discípulos que después de un poco de tiempo estaría con ellos para siempre. Todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis… El Señor ha cumplido su promesa en estos días en que permanece junto a los suyos, pero esta presencia no se terminará cuando suba con su Cuerpo glorioso al Padre, pues con su Pasión y Muerte nos ha preparado un lugar en la cas del Padre, donde hay muchas moradas. De nuevo vendré –les dice- y os llevaré junto a mí para que donde yo estoy estéis también vosotros.
Los apóstoles, que habían quedado entristecidos por la predicación de las negaciones de Pedro, son confortados con la esperanza del Cielo. La vuelta a la que hace referencia Jesús incluye su segunda venida al fin del mundo y el encuentro con cada alma cuando se separe del cuerpo. Nuestra muerte será eso: el encuentro con Cristo, a quien hemos procurado servir a lo largo de nuestra vida. El nos llevará a la plenitud de la gloria, al encuentro con su Padre celestial, que es también Padre nuestro. Allí, en el Cielo, donde tenemos preparado un lugar, nos espera Jesucristo, a quien tenemos presente y hablamos en nuestra oración, con el que hemos dialogado tantas veces.
Del trato habitual con Jesucristo nace el deseo de encontrarnos con El. La fe lima muchas asperezas de la muerte. El amor al Señor cambia por completo el sentido de ese momento final que llegará para todos. (…) “Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo. Vultum tuum, Domine, requiram, buscaré Señor tu rostro”.
El pensamiento del Cielo nos ayudará a vivir el desprendimiento de los bienes materiales y a superar las circunstancias difíciles. Es muy agradable a Dios que fomentemos esta esperanza teologal, que está unida a la fe y al amor, y en muchas ocasiones tendremos especial necesidad de ella (…) La meditación sobre el Cielo, hacia donde nos encaminamos, debe espolearnos para ser más generosos en nuestra lucha diaria, “porque la esperanza del premio conforta el alma para realizar las buenas obras”. El pensamiento de ese definitivo encuentro de amor, al que somos llamados, nos ayudará a estar vigilantes en las cosas grandes y en las pequeñas, haciéndolas acabadamente, como si fueran las últimas antes de irnos al Padre.
No existen palabras para expresar, ni de lejos, lo que será nuestra vida en el Cielo que Dios ha prometido a sus hijos. Sabemos que “estaremos con Cristo y veremos a Dios”; promesa y misterio admirables en los que consiste esencialmente nuestra esperanza. Será una realidad dichosísima lo que ahora entrevemos por la revelación y que apenas podemos imaginar en nuestro ser actual. En el AT se describe la felicidad del Cielo evocando la tierra prometida después de tan largo y duro caminar por el desierto. Allí, en la nueva y definitiva patria, se encuentran todos los bienes, allí se terminaran las fatigas de tan largo y difícil peregrinaje.
El Señor nos habló de muchas maneras de la incomparable felicidad de quienes en este mundo amen con obras a Dios. La eterna bienaventuranza es una de las verdades que con más insistencia predicó nuestro Señor… La bienaventuranza eterna es comparada a un banquete que Dios prepara para todos los hombres, en el que quedaran saciadas todas las ansias de felicidad que lleva en el corazón el ser humano.
La felicidad de la vida eterna consistirá ante todo en la visión directa e inmediata de de Dios. Esta visión no es sólo un perfectísimo conocimiento intelectual, sino también comunión de vida con Dios, Uno y Trino. Ver a Dios es encontrarse con El, ser felices en El.
El recuerdo del Cielo, próxima ya la fiesta de la Ascensión del Señor, nos debe llevar a una lucha decisiva y alegre por quitar los obstáculos que se interpongan entre nosotros y Cristo, nos impulsa a buscar sobre todo los bienes que perduran y a no desear a toda costa los consuelos que acaban.
Pensar en el Cielo de una gran serenidad. Nada aquí es irreparable, nada es definitivo, todos los errores pueden ser reparados. El único fracaso definitivo sería no acertar con la puerta que lleva a la Vida. Allí nos espera también la Santísima Virgen María.
Que así sea.

sábado, 8 de mayo de 2010

Ntra. Sra. de Luján.



La devoción a María Inmaculada fue la preferida de los descubridores y conquistadores, y la que arraigó más hondamente en la América Española. Prueba de ello son los numerosos títulos y advocaciones de la Virgen existentes en estos países.
En la Argentina, en el Uruguay y en el Paraguay, el más famoso es el de Nuestra Señora de Luján, venerado aquí desde hace más de 300 años. Su sagrada imagen quiso quedarse en Luján por modo milagroso, para ser madre del pueblo argentino y la “Perla del Plata”, y atraer desde allí los corazones de todos los buenos cristianos.
El primer modesto santuario, erigido de 1754 a 1763 y que medía 48,50 mts. de largo por 8,25 mts. de ancho, cedió su lugar a la actual magnífica Basílica gótica, de 115 mts. de largo por 20 mts. de ancho y 30 mts. de alto, más de 70 mts. de crucero, coronada de esbeltas torres, cuyas dos flechas principales se levantan a 110 mts. de altura. Es, por cierto, un monumento digno de María y de la fe de los argentinos, y bajo sus bóvedas resuenan año tras año cánticos y plegarias en todas las lenguas de la tierra, ya que peregrinos de toda raza y nación van a postrarse ante la querida imagen en demanda de su protección.
Dicha imagen fue solemnemente coronada el 18 de mayo de 1887, coronación que se rememora en la fiesta de hoy.
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jueves, 6 de mayo de 2010

Calendario Litúrgico Mes de Mayo

Normas generales para el tiempo pascual:
Se añaden dos aleluyas al Introito de todas las misas.
Se dice siempre “Gloria in excelsis Deo”
No se dice Gradual ni Tracto, sino el aleluya pascual, también en las fiestas de los santos.
Se añade a la Ant. del Ofertorio y de la Comunión un aleluya.
Se dice siempre el prefacio pascual - in hoc potissimum-, excepto que lo tenga propio.
En todas las ferias de IV clase, se permite celebrar misa votiva del algún santo o cotidiana de difuntos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

San Pío V, Papa y Confesor.


¡Oh Dios!, que te dignaste elegir a san Pío como soberano pontífice para destruir a los enemigos de tu Iglesia y reparar el culto divino; haz que hallemos defensa en su auxilio, y de tal modo nos demos a tu servicio que, vencidas las asechanzas de todos los enemigos, gocemos de paz perpetua. Por nuestro Señor Jesucristo.
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San Pío V, nacido en 1504, ingresó a los catorce años en la Orden de predicadores y subió al solio pontificio cuando contaba sesenta y dos años de edad. Su pontificado, aunque muy corto, fue uno de los más fecundos del siglo XVI.
Al protestantismo, que había proclamado la reforma, Pío V contestó con la aplicación de los decretos del concilio tridentino sobre la reforma de la Iglesia. A él se debió en gran parte el retorno del clero a la disciplina eclesiástica. Pero el blanco principal de su actividad se dirigió a la defensa de la fe. El fue en Alemania el alma de la actividad de san Pedro Canisio y de todos los esfuerzos que se hicieron para atraer al catolicismo a los descarriados y detener el avance de la herejía. Logró también se coaligasen las fuerzas cristianas contra el Islam, que amenazaba invadir Occidente, y con públicas oraciones que ordenó se hiciesen en todo el mundo obtuvo la decisiva victoria de Lepanto, en 1571. Murió al año siguiente, el 1 de mayo de 1572. A san Pío V se debe igualmente una reforma de los libros litúrgicos.
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martes, 4 de mayo de 2010

Cardenal Luigi Poggi (R.I.P.)



Hoy ha muerto en Roma, a los 92 años de edad, el Emmo. y Revmo. Sr. cardenal Luigi Poggi, archivista y bibliotecario emérito de la Santa Iglesia romana, defensor y cultivador de la liturgia romana clásica. Nacido en Piacenza el 25 de noviembre de 1917, fue ordenado sacerdote el 28 de julio de 1940. Estudió la carrera diplomática en la Pontificia Academia de Nobles Eclesiásticos. Entró en 1945 al servicio de la Secretaría de Estado de Su Santidad. En 1960 fue nombrado prelado doméstico por el beato Juan XXIII. Desarrolló misiones diplomáticas en el África Central, habiendo sido preconizado arzobispo titular de Forontiniana y recibido la consagración episcopal el 9 de mayo de 1965. De 1969 a 1975 fue nuncio apostólico en el Perú y de 1986 a 1992 ante el Quirinal. Creado cardenal diácono de Santa Maria in Dominica por la santidad del venerable Juan Pablo II en el consistorio del 26 de noviembre de 1994, desde ese año a 1998 se desempeñó como archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana. Cardenal protodiácono desde el 26 de febrero de 2002, optó por el orden de los cardenales-presbíteros el 25 de febrero de 2005 con el título de San Lorenzo en Lucina. Recientemente declaró haber continuado celebrando la Santa Misa según el rito romano clásico aun después de la reforma litúrgica postconciliar. De hecho, era asiduo visitante del seminario de ll Instituto de Cristo Rey en Gricigliano (Florencia). R.I.P.
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Santa Mónica.

Colecta
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¡Oh Dios!, consolador de los afligidos y salvación de los que en ti esperan, que acogiste misericordioso las piadosas lágrimas de santa Mónica por la conversión de su hijo Agustín; concédenos, por la intercesión de entreambos, que lloremos nuestros pecados y hallemos el perdón de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
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Al atribuir a las lágrimas y a las oraciones de santa Mónica la conversión de su hijo (colecta) y aplicarle el evangelio de la viuda de Naím, la Iglesia nos recuerda todo lo que san Agustín debe a su madre. Santa Mónica nació en Tagaste, Africa romana, el 332, y murió en Ostia, el 387. El 4 de mayo es el aniversario de la traslación de sus reliquias a la abadía de Arrouaise, en Francia.

lunes, 3 de mayo de 2010

Vigilantes de la Noche.


Un magnífico documental que trata sobre la Abadía Benedictina de Barroux, Francia, que sigue la Liturgia Romana Tradicional. En el reportaje se muestra la vida de oración y de trabajo de los monjes benedictinos, marcada por los diferentes oficios de la jornada cantados en gregoriano. Todo en Le Barroux es fidelidad, fidelidad al Magisterio, a la Liturgia y a la Regla y Espíritu de San Benito.
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domingo, 2 de mayo de 2010

Cuarto Domingo después de Pascua.

El Espíritu prepara ya el juicio, ilustrando a los buenos que reciben la verdad, confundiendo al mundo pecador que se resiste a la gracia.
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Los últimos domingos después de Pascua continúan cantando la gloria de Cristo y las alegrías de su resurrección. En la misa de hoy llaman la atención el introito y el júbilo exultante del ofertorio, una de las melodías más bellas del canto gregoriano.
Al acercarse la Ascensión y Pentecostés nos advierten los evangelios que Jesús está preparando a sus discípulos para su partida definitiva, con el anuncio del envío del Espíritu Santo. El será para ellos luz, fuerza y apoyo. Esta enseñanza sobre la misión del Espíritu Santo vale tanto para nosotros como para los apóstoles. A él se ha confiado la dirección de la Iglesia de la que es inspirador y guía así como es también para todo fiel "bautizado en el agua y en el Espíritu" la fuente misma de la vida cristiana. Por su papel permanente en la Iglesia prolonga el Espíritu Santo la obra de Cristo y da testimonio de él. A un mismo tiempo convence al mundo de error y de pecado por no haber aceptado al Salvador.
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Propio de la Sancta Missa.
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Jubiláte Deo, univérsa terra,
psalmun dícite nómini ejus:
veníte, et audíte, et narrábo
vobis, omnes qui timétis
Deum, quanta fecit Dóminus
ánimae meae, allelúia.

sábado, 1 de mayo de 2010

San José Obrero.


ORACIÓN DE SAN PÍO X AL
GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ,
MODELO DE LOS TRABAJADORES.
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Glorioso San José, modelo de todos aquellos que se
dedican al trabajo, obtenedme la gracia de trabajar con
espíritu de penitencia para la expiación de mis numerosos
pecados; de trabajar en conciencia, poniendo el culto del
deber por encima de mis inclinaciones; de trabajar con
reconocimiento y alegría, considerando un honor el
emplear y desarrollar por el trabajo los dones recibidos de
Dios; de trabajar con orden, paz, moderación y paciencia,
sin retroceder jamás ante la pereza y las dificultades; de
trabajar sobre todo con pureza de intención y
desprendimiento de mí mismo, teniendo sin cesar ante
mis ojos la muerte y la cuenta que deberé rendir del
tiempo perdido, de los talentos inutilizados, del bien
omitido y de las vanas complacencias en el éxito, tan
funestas para la obra de Dios. Todo por
Jesús, todo por María, todo a imitación vuestra, ¡Oh Patriarca San José!
Tal será mi divisa en la vida y en la muerte.