miércoles, 30 de septiembre de 2009

Monseñor Eladio Vicuña, fiel servidor de Dios.



Nació en la ciudad de Santiago de Chile el 2 de junio de 1911 en el hogar formado por Eladio Vicuña Echaurren y Margarita Aránguiz Cerda. Al sentir su vocación religiosa, ingresó al seminario para prepararse al sacerdocio e incorporarse al clero diocesano. El 22 de septiembre de 1934 fue ordenado sacerdote en la Iglesia Catedral por el Arzobispo de Santiago Horacio Campillo.
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Durante su dilatada vida tuvo varias e importantes misiones pastorales. Fue vicario cooperador de la Parroquia Santo Tomás de Aquino en 1935, párroco de Santa Teresita hasta 1947 y luego párroco fundador del Buen Pastor, cargo que cumplió entre 1947 y 1955. Fue también prelado doméstico de Su Santidad, el Papa Pío XII.
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A los 44 años de edad, Pío XII lo nombró obispo de Chillán, tomando posesión de la diócesis en octubre de 1955, sucediendo a Monseñor Jorge Larraín, quien había fallecido ese año. Fue consagrado en el templo parroquial del Buen Pastor por Msr. Ramón Munita, Obispo de Puerto Montt, siendo co-consagrantes Msr. Manuel Larraín, Obispo de Talca, y Msr. Alejandro Menchaca, Obispo de Temuco. Su lema episcopal fue “Gressus meus dirige”.
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Participó en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. Celebró el I Sínodo de Chillán en 1969, el II en 1970 y el III en 1971. Hizo la visita ad limina en 1958 como Obispo de Chillán y en 1979 y 1984 como Arzobispo de Puerto Montt. El 16 de julio de 1974, el Papa Pablo VI lo promovió al Arzobispado de Puerto Montt, tomando posesión el 18 de agosto de ese año. En 1987 tuvo el honor y la gracia de recibir al Papa Juan Pablo II en esa ciudad austral de Chile.
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Hace cuatro años en un artículo se sostuvo que “un rato de conversación con él es sumergirse en la historia de la Iglesia y de Chile, y en entrañables recuerdos personales de épocas pasadas en común. Su vida recorre la de casi todos los arzobispos de Santiago del siglo XX”. Quienes lo conocieron recordaron sus años de servicio pastoral a la Iglesia y sus condiciones de educador al dedicar, desde joven, tiempo y energías a la formación de la juventud en la Sociedad de Santo Tomás. El Papa Juan Pablo II le aceptó la renuncia al Arzobispado el 13 de mayo de 1987, por razón de edad. Fue Presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia en varios periodos.
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En 2002, mediante una carta suya publicada en El Mercurio de Santiago, destacó la valiosa personalidad del Cardenal Jorge Medina Estévez al decir que el “matrimonio no es desechable, que el aborto es un crimen, que la píldora del día después es abortiva. Eso mismo es lo que diría todo obispo y todo buen católico”.
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Fue autor del libro “Oremus”, con varios millones de ejemplares editados, y que ha servido a la fe de generaciones de católicos chilenos. Su primera edición es de 1939.Tenemos a la vista la edición 18ª del “Oremus”, 1961, y en prólogo cuenta la génesis del libro: “Era yo párroco de Santa Teresita, en un barrio apartado de Santiago. Comprendí que era indispensable poner en manos de mis feligreses un manual completo de piedad para obtener la participación de ellos en el culto público de la Parroquia. (…) Después de varios años de experiencia en esa Parroquia, tan querida, me decidí a componer “Oremus”. Pronto todos los feligreses adictos a la Parroquia lo adquirieron; las Misas eran emocionantes, al obtenerse que todos tomaran activa parte rezando y cantando al unísono”. Y terminaba diciendo: “Ofrezco, humildemente a Dios todo el bien que se ha podido hacer con mi modesto trabajo. Sea para El toda la gloria”.
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Para muchos, la vida de don Eladio Vicuña, cargada de años y trabajos, lo mostró siempre fiel a Dios y cómo debe ser un sacerdote y un obispo. Falleció en el Año del Señor de 2008.
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martes, 29 de septiembre de 2009

Dedicación de San Miguel Arcángel.


“Los Santos Padres interpretan estos versículos del Apocalipsis ( Apoc. 12, 7-9). como testimonio de la lucha entre Miguel y el diablo cuando fueron sometidos a prueba los espíritus angélicos. Bajo esta luz entendieron también la lucha que Satanás sostiene contra la Iglesia a lo largo de los siglos y que se radicalizará al final de los tiempos.
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“Según tradiciones judías seguidas por algunos Padre de la Iglesia, el demonio fue una criatura angélica que se convirtió en enemiga de Dios al no aceptar la dignidad concedida al hombre. Entonces el diablo y sus seguidores fueron arrojados a la tierra, y desde entonces no cesan de tentar al hombre para que, pecando, se vea también privado de la gloria de Dios. En el Antiguo Testamento se presenta al Arcángel San Miguel como aquel que, de parte de Dios, defiende al pueblo elegido. La lucha constante contra el demonio, que intenta sacar partido de cada situación, y que, “caracteriza la figura del Arcángel Miguel, es actual también hoy, porque el demonio está todavía vivo y operante en la tierra”. Es más: “hay épocas en que la existencia del mal entre los hombres se hace singularmente evidente en el mundo (…). Se tiene la impresión de que el hombre actual no quiere ver ese problema. Hace todo lo posible por eliminar de la conciencia general la existencia de esos dominadores de este mundo tenebroso, esos astutos ataques del diablo de los que habla la Carta a los efesios. Con todo, hay épocas históricas en las que esa verdad de la revelación y de la fe cristiana, que tanto cuesta aceptar, se expresa con gran fuerza y se percibe casi palpable”.
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“Esa actuación del diablo en la sociedad y en las personas, que a veces se expresa con gran fuerza y se percibe de forma casi palpable, ha llevado a la Iglesia a invocar a San Miguel como guardián en las adversidades y contra las asechanzas del demonio: Manda, Señor, en ayuda de tu pueblo al gran Arcángel Miguel, para que nos sintamos protegidos en nuestras luchas contra Satanás y sus ángeles. Asechanzas reales y terribles, que tratan de aniquilar la vida de Cristo en las almas, si no contáramos con la gracia divina y la ayuda de los ángeles y de Nuestra Madre del Cielo.
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Sancte Michaël Archángele, defénde
nos in praélio; contra nequítiam et
insídias diáboli esto praesídium.
Imperet illi Deus, súpplices deprecámur:
tuque princeps milítiae caeléstis,
Sátanam aliósque spíritus malígnos,
qui ad perditiónem animárum
pervagántur in mundo divína
virtúte in inférnum detrúde. Amén.
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Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo VII.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Las visitas de la Virgen de Lo Vásquez.


El Santuario de Lo Vásquez, lugar donde se venera a la Santísima Madre de Dios, se encuentra a escasos kilómetros de la ciudad de Casablanca. Según cuenta la tradición, la pequeña imagen que se ubica en la ermita ubicada a la entrada del santuario, fue hallada casualmente y puesta para su veneración de los viajeros que hacían el recorrido entre Santiago y Valparaíso y viceversa, por don José Ulloa promediando el siglo XIX, quien tenía una posada en el sector.
Con el transcurso del tiempo, cuenta Alejandro Magnet, la milagrosa imagen comenzó a aumentar el número de sus devotos, por lo que don José Ulloa habilitó un galpón como capilla. Este galpón de adobes estaba desde el tiempo de don Vicente Vásquez, su anterior dueño y orillaba el jardín de su casa. El mismo Magnet relata que Ulloa “buscó también un sacerdote que oficiara en la capilla y que orientara la devoción. Es así como en el archivo parroquial de Casablanca en el año 1849 figuran los primeros bautizos hechos por el párroco José León en la capilla de Lo Vásquez”.
La devoción a la Madre de Dios en Lo Vásquez se incrementó gracias a la labor pastoral de fray José Manuel Troncoso, un mercedario que siendo capellán de la capilla promovió el fervor de los cristianos hacia la Virgen. De acuerdo a las crónicas, la tercera capilla de Lo Vásquez que venía funcionando desde 1854, fue destruida por el terremoto de 1906. En septiembre y diciembre de este año se organizaron dos grandes procesiones con la imagen de la Virgen hacia la parroquia de Casablanca, encabezadas por su párroco don Lindolfo Rojas. Dos años después del devastador terremoto, el párroco don José Miguel Galaz bendijo y colocó la primera piedra de lo que sería ya no una capilla sino un templo para la Purísima. Mientras tanto, la venerada imagen fue puesta bajo la custodia de doña Virginia Leiva Vásquez preceptora de la Escuela parroquial de Lo Vásquez.
El 6 de diciembre de 1913, la imagen fue llevada nuevamente en procesión hacia Casablanca para la bendición del templo parroquial reconstruido después del terremoto. El 8 de diciembre de ese año fue bendecido solemnemente el santuario. En 1918 se hizo cargo de la parroquia de Casablanca, el presbítero Eladio Lazcano, quien también asumió como rector del santuario. A él se deben grandes obras de adelanto para el templo dedicado a la Virgen, como por ejemplo las naves laterales y la amplia sacristía, en cuyo segundo piso se ubicó la capilla del nicho de la Virgen y que contendría la imagen más grande que para esos efectos se adquirió. Actualmente, sus restos mortales descansan la interior del santuario a los pies de un Cristo Crucificado. Una placa recordatoria dice:
“A sombra de este santuario descansan los restos del Itrmo. Mons. Eladio Lazcano S., que fue su capellán administrador y párroco de Casablanca durante 44 años. * 6 enero 1886 + 24 agosto 1962 . Su amor y devoción a la Purísima de Lo Vásquez y sus numerosas obras proclaman los méritos de este emprendedor y celoso servidor de la Iglesia. Sus feligreses”.
A raíz del X Congreso Eucarístico Nacional de Valparaíso, la imagen de la Virgen de Lo Vásquez visitó las parroquias de la diócesis para ser coronada solemnemente el 13 de octubre de 1951 por el Obispo de Valparaíso, monseñor Rafael Lira Infante. El 18 de enero de 1951 el Papa Pío XII mediante una bula autoriza “la coronación con corona de oro de la Virgen de Lo Vásquez”. Pío XII escribe y autoriza al obispo Lira para que “pueda por sí mismo ornar válida y lícitamente con diadema de oro la imagen de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada que se venera en el Santuario de Lo Vásquez”.
Cabe señalar que siendo párroco de Casablanca, el presbítero Jaime Ringeling Leigh, consiguió la autorización para que la imagen de la Virgen visitara la parroquia de Santa Bárbara y recorriera sus diversas capillas. La visita de la Virgen fue todo un acontecimiento pastoral, por cuanto se concentró una gran cantidad de fieles en todos los lugares en que estuvo, donde hubo rezo del santo Rosario, cantos a lo divino, y la Santa Misa. Esta última visita de la imagen bendita de María, Nuestra Señora Purísima de Lo Vásquez es uno de los acontecimientos que han marcado la vida de nuestra parroquia.
A un costado del Santuario de la Virgen de Lo Vásquez se ubica el Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Valparaíso, construido e inaugurado bajo el gobierno pastoral de Monseñor Emilio Tagle Covarrubias (1961-1983). En este seminario se forman los jóvenes que serán los sacerdotes de la diócesis, como también de otras del país.
También como un dato histórico importante, hay que consignar que a los pies de la Virgen Inmaculada de Lo Vásquez oró el fundador del Opus Dei, san José María Escrivá de Balaguer cuando visitó Chile en 1974. Una placa conmemorativa recuerda el significativo hecho:
“El día 8 de julio de 1974, el beato José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, oró fervientemente por las intenciones de la Santa Iglesia y nuestra Patria ante esta imagen de Nuestra Señora la Purísima de Lo Vásquez acompañado de la presencia de muchos fieles. Que no cese ante el trono de Dios su intercesión por nosotros. Valparaíso, 8 de julio de 1994”.
A la entrada del templo, otra significativa placa de carácter histórico señala:
“La Provincia Mercedaria de Chile junto al Obispado de Valparaíso rinden homenaje a Fr. Manuel Troncoso Caviedes 1816-1865 Religioso mercedario misionero del valle de Casablanca y fundador de este Santuario dedicado a la Inmaculada Concepción de María, con motivo de la solemne declaración de su dogma el 8 de diciembre de 1854. Lo Vásquez, 12 de octubre de 1989. Año 772 de la fundación de la Orden de la Merced y año 454 de la llegada de los mercedarios a Chile”.

Por el Prof. Eddie Morales Piña.
En la foto, el antiguo altar, hoy inexistente, con la imagen de la Santísima Virgen.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Domingo XVII después de Pentecostés.

"Amarás a Dios y a tu prójimo": el gran precepto de la antigua Ley que alcanza su perfección en la caridad cristiana, don del Espíritu.
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Domingo XVII despues de Pentecostés (II clase, verde) Gloria, Credo y Prefacio de la Santísima Trinidad.
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Reflexión:
“Amar a Dios no es simplemente algo muy importante para el hombre: es lo único que importa absolutamente, aquello para lo que fue creado y, por tanto, su quehacer fundamental aquí en la tierra y, luego, su único quehacer eterno en el Cielo; aquello en lo que alcanza su felicidad y plenitud. Sin esto, la vida del hombre queda vacía. Verdaderamente acertadas fueron aquellas palabras que, después de una vida de muchos sufrimientos físicos, dejó escritas un alma que amó mucho al Señor: “lo que frustra una vida –escribió en una pequeña nota- no es el dolor, sino la falta de amor”. Este es el gran fracaso: no haber amado. Haber hecho quizás muchas cosas en la vida, pero no haber llevado a cabo lo que realmente importaba: el Amor a Dios.
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“Leemos hoy en el Evangelio de la Misa que, con ánimo de tentarle, de tergiversar sus palabras, se acercó a Cristo un fariseo y le preguntó: Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Quizá esperaba oír algo que le permitiera acusar a Jesús de ir contra la Escritura. Pero Jesús le respondió: Amarás la Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. Dios no pide para Sí un puesto más en nuestro corazón, en nuestra alma, en nuestra mente, junto a otros amores: quiere la totalidad del querer. No un poco de amor, un poco de la vida, sino que quiere la totalidad del ser. “Dios es Todo, el Único, lo Absoluto, y debe ser amado ex toto corde, absolutamente”, sin poner término ni medida.
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“Cristo, el Dios hecho hombre que viene a salvarnos, nos ama con amor único y personal, “es un amante celoso” que pide todo nuestro querer. Espera que le demos lo que tenemos, siguiendo la personal vocación a la que nos llamó un día y nos sigue llamando diariamente en medio de nuestros quehaceres y a través de las circunstancias –gratas o no- que suceden en cada jornada. “Dios tiene derecho a decirnos: ¿piensas en Mí?, ¿tienes presencia mía?, ¿me buscas como apoyo tuyo?, ¿me buscas como Luz de tu vida, como coraza…como todo?
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“Por tanto, reafírmate en este propósito: en las horas que la gente de la tierra califica de buenas, clamaré: ¡Señor! En las horas que llama malas, repetiré: ¡Señor!. Toda circunstancia nos debe servir para amarle con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente…, con la existencia entera. No sólo cuando vamos al templo a visitarle, a comulgar…, sino en medio del trabajo, cuando llega el dolor, el fracaso, o una buena noticia inesperada. Muchas veces hemos de decirle, en la intimidad de nuestro corazón: “Jesús, te amo”, acepto esta contradicción con paz por Ti, terminaré esta tarea acabadamente porque sé que a Ti te agrada, que no Te es indiferente el que lo ha de un modo u otro… Ahora, en nuestra oración, podemos decirle: Jesús, te amo…, pero enséñame a amarte; que yo aprenda a quererte con el corazón y con obras”.
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Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo IV. Ediciones Palabra. 1987.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Pensamientos del Santo Cura de Ars, V.


“La mayor parte de los cristianos vive en pecado, esperando siempre tener una buena muerte, confiando en que dejarán el estado de culpa, que harán penitencia y que antes de ser juzgados repararán los pecados que cometieron. Mas el demonio los engaña, y no saldrán del pecado más que para ser precipitados al infierno”.
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“Cuanto más nos retrasamos en salir del pecado y volver a Dios, mayor es el peligro en que nos ponemos de perecer en la culpa, por la sencilla razón de que son más difíciles de vencer las malas costumbres adquiridas”.
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“Cada vez que despreciamos una gracia, el Señor se va apartando de nosotros, quedamos más débiles, y el demonio toma mayor ascendiente sobre nuestra persona”.
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“Cuanto más tiempo permanezcamos en pecado, nos ponemos en mayor peligro de no convertirnos nunca”.
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“¿No es verdad, amigo mío, que muchas veces piensas: dejemos hablar al cura, y hagamos nosotros nuestra vida ordinaria? Pues, amigo mío, tú te estás condenando”.
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“¿Cuál será nuestra desesperación en el momento final de nuestra vida terrena, al ver que podíamos salvarnos y que nos hemos condenado?”.
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“A cuántos ha arrastrado el demonio al infierno, con la esperanza de que se convertirían. Hermanos míos, ¿qué pensarán ustedes, que me escuchan y no practican la oración, ni se confiesan, ni piensan en convertirse?”.
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“Un momento más, y aquel pecador que vivía tranquilo en el pecado será juzgado y condenado; un instante más, y llevará consigo sus lamentos por toda la eternidad”.
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“De haberlo querido Dios, todos seríamos iguales. Pero no fue así, previó que por nuestra soberbia, no habríamos resistido someternos unos a otros”.
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“Dios puso en el mundo ricos y pobres, para que unos a otros nos ayudáramos a salvar nuestras almas”.
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“Mi único deseo es amarte, Dios mío, y sé que te amaré en mi hermano…”
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“¡Oh! amoroso Dios, prefiero morir amándote que vivir un instante sin ti”.
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Fuente: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Recuerdos de Benedicto XVI, IV.


“Una Iglesia que sólo hace música “corriente” cae en la ineptitud y se hace ella misma inepta. La Iglesia tiene el deber de ser también “ciudad de la gloria”, ámbito en el que se recogen y elevan a Dios las voces más profundas de la humanidad”.
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“Dice Gregorio: “Si el canto de la salmodia sale de la intimidad del corazón, a través de él el Señor todopoderoso encuentra acceso al corazón, para derramar en los sentidos atentos los misterios de la sabiduría o la gracia de la contrición. Así está escrito: “El canto de alabanza me honra, y este es el camino para mostrarle al hombre la salvación de Dios” (Sal. 50, 23). Donde el latín dice salutare, salvación, el hebreo dice Jesús. Por eso, el canto de alabanza abre un acceso donde el Señor puede manifestarse, pues cuando la salmodia desata la contrición, nace en nosotros una vía al corazón, al final de la cual llegamos al Jesús…” Este es el servicio supremo de la música, que no pierde por eso su grandeza artística sino que la colma: la música despeja el obstruido camino del corazón, del centro de nuestro ser, donde nos encontramos con el ser del Creador y Redentor”.
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“La liturgia y la música estuvieron hermanadas desde el principio. Cuando el ser humano alaba a Dios, no basta con la mera palabra. Hablar con Dios es algo que sobrepasa los límites del lenguaje humano; por eso ha recabado siempre y por esencia la ayuda de la música: el canto y las voces de la creación en el sonido de los instrumentos. Porque la alabanza de Dios no es algo exclusivamente del ser humano. Dar culto a Dios es sumarse a lo que todas las cosas pregonan”.
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“La belleza es el resplandor de la verdad, ha dicho Tomás de Aquino, y podríamos añadir que la ofensa a la belleza es la autoironía de la verdad perdida”.
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Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger, Orar, Planeta, 2009.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Bienaventurada Virgen María de la Merced.


San Pedro Nolasco, inspirado por la Santísima Virgen, funda una orden dedicada a la Merced (Obras de Misericordia). Su misión particular era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos miembros de la orden canjearon sus vidas por la de presos y esclavos. San Pedro fue apoyado en tan extraordinaria empresa por el Rey Jaime I de Aragón. El santo y sus frailes eran muy devotos de la Virgen María, tomándola como patrona y guía. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los Mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, tras la muerte del fundador, los frailes oficialmente toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, pero son mas conocidos como Mercedarios.
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El Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, expresaba el 23 de mayo de 1980 a los religiosos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, comprometidos apostólicamente en 19 países de diversos continentes.
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"...Os agradezco vuestra visita, con la que deseáis manifestarme vuestros sentimientos de fiel adhesión al Magisterio de la Iglesia. En esta oportunidad quiero confirmar la alta estima que nutro hacia vuestra antigua y benemérita Orden, que desde hace más de siete siglos y medio ha ido prodigándose en favor de los miembros más afligidos y oprimidos del Cuerpo místico de Cristo.
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La misión que vuestro Fundador San Pedro Nolasco os confió, en la obra directa de redención y ayuda a los cautivos, y que impregnó toda su actuación apostólica en parroquias, hospitales para pobres, enseñanza y misiones, se halla hoy prolongada en un carisma de servicio a la fe, para proyectar un rayo de esperanza y ofrecer la asistencia de la caridad de Cristo a cuantos se encuentran sometidos a nuevas formas de cautiverio en nuestra sociedad: en centros penitenciarios, en suburbios de pobreza y hambre, en ambientes de droga, en zonas de materialismo en las que se persigue a la Iglesia o se la reduce al silencio, etc.
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Se trata de un vasto campo en el que ha de volcarse sin reserva vuestro espíritu religioso y la disponibilidad total a la que os abre la vivencia generosa de los consejos evangélicos y la profesión de vuestro cuarto voto. Esa será la manera de ser fieles hoy a vuestro carisma, en la línea trazada por San Pedro Nolasco y recogida ya en las primitivas constituciones de 1272.
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No cabe duda de que es un exigente compromiso eclesial al que os invita vuestra vocación. Para mantener viva esa entrega, es necesario que seáis almas de profunda vida interior y que renovéis vuestras fuerzas en el contacto con el Modelo de toda perfección: Cristo Jesús, Buen Pastor y Salvador. Por ello os repito a vosotros: “Vuestras casas deben ser sobre todo centros de oración, de recogimiento, de diálogo -personal y comunitario- con Aquel que es y debe ser el primero y principal interlocutor en la sucesión laboriosa de las horas de cada jornada vuestra” . En esa escuela sublime el religioso apagará la sed de Dios que debe ser una característica en su vida y se llenará de ese amor grande que da sentido nuevo a la propia existencia.
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Hablando a Religiosos cuyo Fundador puso tanto empeño en la devoción a la Madre de Dios y nuestra, no puedo menos de exhortaros a mantener y profundizar ese gran amor mariano que es una nota peculiar de vuestra Orden. Tomad de la “Madre de la Misericordia” y “Consuelo de los afligidos” el ejemplo e inspiración en cada instante. Ella os guiará a su Hijo y os enseñará el valor de cada alma, a la que prodigar celosamente el cuidado de vuestro ministerio..."
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En la foto, el Altar de la Parroquia de Lagunillas, Casablanca, Chile con la Vírgen de la Merced al centro.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

San Pío de Pietrelcina.


Reportaje al Padre Pío.
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-Padre, ¿qué es la Misa para usted? –“La sagrada consumación de la pasión de Jesús”.
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-¿Cuánto sufre usted en la Santa Misa? –“Todo lo que ha sufrido Jesús en su pasión, aunque inadecuadamente y dentro de lo que es posible a una criatura humana. Y esto por su bondad y a pesar de mi desmerecimiento”.
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-¿Cuál “fiat” es el que usted practica? –“Sufrir siempre, y sufrir por los hermanos de exilio y por el Reino divino”.
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-En el divino sacrificio, ¿carga con nuestras iniquidades? –“No se puede hacer otra cosa, porque eso forma parte del divino sacrificio”.
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-¿Por qué llora siempre cuando lee el evangelio? –“¿Te parece poca cosa que un Dios converse con sus criaturas? ¿Y que sea por ellas ignorado? ¿Y que sea continuamente herido por su ingratitud e incredulidad?”.
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-¿Por qué padece tanto en la consagración? –“Porque es justamente allí que sucede una nueva y admirable destrucción y creación. Los secretos del Rey supremo no se revelan sin profanarlos. ¿Me preguntas por qué sufro? ¡No lagrimitas, sino torrentes de lágrimas quisiera derramar! ¿No reflexionas frente al tremendo misterio? ¡Un Dios víctima de nuestros pecados! ¡Entonces nosotros somos sus verdugos!”.
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-¿Cuánta gloria da a Dios la Santa Misa? –“Infinita gloria”.
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-¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa? –“Tener compasión y amar”.
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-¿Cómo debemos participar en la Santa Misa? –“Como hicieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió San Juan al sacrificio eucarístico y al sacrificio cruento de la Cruz”.
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-¿Qué beneficios recibimos participando de la Misa? –“No se pueden enumerar. Los veréis en el Paraíso”.
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-¿Qué quiere decir que el hijo de Dios se encarnó para glorificar al Padre? –“Entre creador y criatura hay una diferencia infinita. ¿Cómo podría la criatura elevarse a Dios y ser admitida en el Paraíso? El hijo de Dios la incorporó, la elevó haciéndola capaz de esto. El es el puente entre Dios y el hombre”.
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-“Debemos agregar lo que falta a la pasión de Cristo”. ¿Qué falta? –“Jesús nos ha redimido, pero es necesaria nuestra cooperación: esto es lo que falta”.
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-¿Qué le pediría a Jesús crucificado? ¿El amor? –“Sí, pídele sufrir por amor suyo. Jesús, antes de entrar en la gloria, tuvo que padecer. Nosotros debemos seguirlo”.
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-Dígame alguna palabra sobre Jesús coronado de espinas? –“No retrocedas frente a las pruebas que Jesús prepara y reserva para sus elegidos; acepta seguirlo generosamente, y síguelo, sino alegre, al menos con dulzura, con la esperanza del premio que te tiene reservado”.
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-¿En qué consiste la perfección cristiana? –“En cumplir con la voluntad de Dios y de quien lo representa, tanto si es dulce como si es amarga. Consiste en adaptarse a la voluntad del amante”.
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-¡Tengo tanto miedo a la muerte! –“Pidamos al Señor que nos mande la muerte cuando estemos en gracia de Dios, asistidos por El, por su Madre y por San José; y después de haber cumplido aquí con el purgatorio”.
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-¿Cómo puedo cumplir con el purgatorio en esta tierra para subir al cielo? –“Aceptando todo de las manos de Dios. Ofreciéndole también todo con amor y gratitud, para que nos dé la posibilidad de pasar del lecho de muerte directamente al Paraíso”.
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-¿Cuál es la penitencia que más agrada y acepta Dios? –“El dolor por los propios pecados; el cargar con dulce resignación la propia cruz”.
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-¿Y cuál es el camino para llegar a la salvación? –“El de la misericordia”.
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-¡Yo no doy tanta importancia a la meditación! –“Con la oración se busca a Dios; en la meditación, se lo encuentra y saborea”.
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-Padre, yo me doy cuenta de que usted lo es todo para todos. –“Corrijo: todo de cada uno. Cada uno puede decir “el Padre es todo mío”.
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Fuente: Padre Pío de Pietrelcina: Los estigmas de la fe. Bs.As.: San Pablo. 2001.

martes, 22 de septiembre de 2009

Recuerdos de Benedicto XVI, III.

“Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cfr. Lc. 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia… Todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona”.
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“Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo”.“… los cristianos han de estar siempre dispuestos a hacerse esclavos los unos de los otros, y que únicamente de este modo podrán realizar la revolución cristiana y construir la nueva ciudad”.
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Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger, Orar, Planeta, 2009.

lunes, 21 de septiembre de 2009

El ministro que ayuda a Missa.


"Creo con­veniente decir algunas palabras acerca del ministro que ayuda a Misa. En estos días desempeñan este oficio los niños o personas sencillas, mientras que ni aún las testas co­ronadas serían dignas de un honor tan sin­gular. SAN BUENAVENTURA dice que el ayudar a Misa es un ministerio angélico, puesto que los muchos Ángeles que asisten al Santo Sa­crificio sirven a Dios durante la celebración de este augusto misterio. SANTA MATILDE vio el alma de un fraile lego más resplandeciente que el sol, porque había tenido la devoción de ayudar a todas las Misas que podía. SAN­TO TOMAS DE AQUINO, brillante antorcha de las escuelas, no apreciaba menos la dicha del que sirve al sacerdote en el altar, puesto que, después de celebrar, nada deseaba tanto co­mo ayudar a Misa. El ilustre canciller de Inglaterra, TOMÁS MORO, tenía sus delicias en el desempeño de tan santo ministerio. Ha­biéndole reprendido cierto día uno de los grandes del reino, diciéndole que el Rey vería con disgusto que se rebajase hasta el punto de convertirse en monaguillo, Tomás Moro respondió: "No, no, al Rey mi señor no pue­den disgustarle los servicios que yo hago al que es Rey de los reyes y Señor de los señores". ¡Qué motivo de confusión para aquellos cristianos que, aun haciendo alguna vez profesión de piedad, se hacen rogar para ayu­dar a Misa, mientras que debieran disputar a otros este honor, que envidian los Ángeles del cielo!
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Por otra parte, es preciso tener cuidado de que el que ayuda a Misa sea capaz de cumplir con su ministerio de una manera conveniente. Debe tener la vista mortificada y manifestar un exterior grave, modesto y piadoso: debe pronunciar las palabras claramente, sin apresurarse y a media voz; no en tono tan bajo que no le oiga el sacerdote, ni tan alto que incomode a los que celebran en otros altares. Por consiguiente, no deben ser admitidos ciertos niños desvergonzados, que están burlándose unos de otros durante la Misa y distraen al celebrante. Yo suplico al Señor se digne iluminar a los hombres sabios, e inspirarles la resolución de ocuparse en un ministerio tan santo y meritorio. A las personas más distinguidas corresponde dar el ejemplo".

Tomado de "EL TESORO ESCONDIDO DE LA SANTA MISA", San Leonardo de Porto-Maurizio.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Reflexión: Domingo XVI después de Pentecostés.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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El Santo Evangelio de la Missa de hoy nos habla de una virtud que constituye el fundamento de todas las demás, la humildad; es tan necesaria que Jesús aprovecha cualquier circunstancia para ponerlo de relieve. En esta ocasión, el Señor es invitado a un banquete en casa de uno de los principales fariseos. Jesús se da cuenta de que los comensales iban eligiendo los primeros puestos, los de mayor honor. Quizás cuando ya estaban sentados y se puede conversar, el Señor expone una parábola que termina con estas palabras: cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar, para que cuando llegue el que invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado.
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Nos recuerda esta parábola la necesidad de estar en nuestro sitio, de evitar que la ambición nos ciegue y nos lleve a convertir la vida en una loca carrera por puestos cada vez más altos, para los que no serviríamos en muchos casos, y que quizá, más tarde, habrían de humillarnos. La ambición, una de las formas de soberbia, es frecuente causa de malestar íntimo en quien la padece. “Por qué ambicionas los primeros puestos?, ¿para estar por encima de los demás?”, nos pregunta san Juan Crisóstomo, porque en todo hombre existe el deseo –que puede ser bueno y legítimo- de honores y de gloria. La ambición aparece en el momento en el que se hace desordenado este deseo de honor, de autoridad, de una condición superior o que se considere como tal.
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La verdadera humildad no se opone al legítimo deseo de progreso personal en la vida social, de gozar del necesario prestigio profesional, de recibir el honor y la honra que a cada persona le son debidos. Todo esto es compatible con una honda humildad; pero quien es humilde no gusta de exhibirse. En el puesto que ocupa sabe que no está para lucir y ser considerado, sino para cumplir una misión cara a Dios y en servicio a los demás.
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Nada tiene que ver esta virtud con la timidez, la pusilanimidad o la mediocridad. La humildad nos lleva a tener plena conciencia de los talentos que el Señor nos ha dado para hacerlos rendir con corazón recto; nos impide el desorden de jactarnos de ellos y de presumir de nosotros mismos; nos lleva a la sabia moderación y a dirigir a Dios los deseos de gloria que se esconden en todo corazón humano: Non nobis, Domine, non nobis. Sed nomini tuo da gloriam: No para nosotros, sino para Ti, Señor, sea toda la gloria. La humildad hace que tengamos vivo en el alma que los talentos y virtudes, tanto naturales como en el orden de la gracia, pertenecen a Dios, porque de su plenitud hemos recibido todo. Todo lo bueno es de Dios; de nosotros es propio la deficiencia y el pecado. Por eso, “la viva consideración de las gracias recibidas nos hace humildes, porque el conocimiento engendra el reconocimiento”. Penetrar con ayuda de la gracia en lo que somos y en la grandeza de la bondad divina nos lleva a colocarnos en nuestro sitio; en primer lugar ante nosotros mismos: “¿acaso los mulos dejan de ser torpes y hediondas bestias porque están cargados de olores y muebles preciosos del príncipe?”. Esta es la verdadera realidad de nuestra vida: ut iumentum factus sum apud te, Domine, dice la Sagrada Escritura: somos como el borrico, como un jumento, que su amo, cuando Él quiere, lo carga de tesoros de mucho valor.
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Para crecer en la virtud de la humildad es necesario que, junto al reconocimiento de nuestra nada, sepamos mirar y admirar los dones que el Señor nos regala, los talentos de los que espera el fruto. (…) Humildad es reconocer nuestra poca cosa, nuestra nada, y a la vez sabernos “portadores de esencias divinas de un valor inestimable”.
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(…) La humildad da consistencia a todas las virtudes. De modo particular, el humilde respeta a los demás, sus opiniones y sus cosas; posee una particular fortaleza, pues se apoya constantemente en la bondad y en la omnipotencia de Dios: cuando me siento débil, entonces soy fuerte, proclamaba San Pablo. Nuestra Madre Santa María, en la que hizo el Señor cosas grandes porque vio su humildad, nos enseñará a ocupar el puesto que nos corresponde ante Dios y ante los demás. Ella nos ayudará a progresar en esta virtud y a amarla como un don precioso.
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Que así sea.
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En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Recuerdos de Benedicto XVI, II.

“Ya desde enero mi hermano había notado que nuestra madre asimilaba peor el alimento. A mediados de agosto, el médico nos confirmó la triste noticia de que se trataba de un cáncer de estómago, que ya avanzaba veloz e inexorablemente por su camino. Hasta fines de octubre, aunque reducida a piel y huesos, continuó haciendo las labores domésticas para mi hermano, hasta que se desmayó en una tienda y desde entonces no pudo abandonar más el hospital. Habíamos revivido con ella la misma experiencia de mi padre. Su bondad era cada día más pura y transparente y continuó aumentando en las semanas en que el dolor iba acrecentándose. El día después del domingo de “Gaudete”, el 16 de diciembre de 1963, cerró para siempre los ojos, pero la luz de su bondad permaneció y para mí se convirtió cada vez más en una demostración concreta de la fe por la que se había dejado moldear. No sabría señalar una prueba de la verdad de la fe más convincente que la sincera y franca humanidad que ésta hizo madurar en mis padres y en otras muchas personas que he tenido ocasión de encontrar”.
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“Aunque el modo de vivir y de pensar de cada persona en particular no siempre correspondía a la de la Iglesia (evoca su infancia), ninguno podía imaginar morir sin el consuelo de la Iglesia o vivir sin su compañía otros grandes acontecimientos de la vida. La vida, sencillamente, se habría perdido en el vacío, habrá perdido el lugar que la sostenía y le daba sentido. No se iba tan habitualmente como hoy a comulgar, pero había días fijos para recibir el sacramento, que casi nadie dejaba pasar; si alguien no podía mostrar la hojita que atestiguaba la confesión pascual, era considerado un asocial. Hoy, cuando escucho decir que todo esto era muy externo y superficial, reconozco ciertamente que la mayoría lo hacían más por obligación social que por convicción interior. No obstante, no carecía del todo de significado el hecho de que en Pascua también los grandes campesinos, que eran los verdaderos propietarios de la tierra, se arrodillaran humildemente en el confesionario para confesar sus pecados igual que los hacían sus criadas y criados, que eran, todavía entonces, muy numerosos. Este momento de humillación personal, en el que las diferencias de clase social no existían, no dejaba de tener consecuencias”.
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Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger: Orar. Planeta. 2009.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sancta Missa Romana Clásica.


Domingo XVI después de Pentecostés.
(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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SANCTA MISSA ROMANA CLASICA
MOTU PROPRIO “SUMMORUM PONTIFICUM”
DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2009 Y
CADA 3º DOMINGO DE MES
A LAS 17:00 HRS
TEMPLO PARROQUIAL SANTA BARBARA DE CASABLANCA
OFICIARA MONSEÑOR JAIME ASTORGA PAULSEN
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«Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande». Benedicto XVI.

Te Deum Laudamus.


Al abrir el año dedicado a celebrar el bicentenario de nuestra Independencia Nacional, nos acercamos al Señor con gratitud y humildad, para bendecir su Nombre por tantos dones recibidos y poner nuestra mirada en el futuro para contribuir a edificar la Patria que anhelamos, desde un proyecto común que asuma nuestra identidad y diversidad.
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Memoria agradecida.
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Tal como su nombre lo indica, tanto cuando celebramos la Eucaristía (que significa acción de gracias) como cuando celebramos un “Te Deum Laudamus”, (“a Ti Dios alabamos”), lo primero que brota de nuestro corazón es bendecir al Señor por los dones recibidos. Es un deber de justicia, un deber de lealtad, un deber de profundo reconocimiento de que ni nosotros ni nuestra Patria nos hemos hecho solos. Por eso, los invito a bendecir al Señor.
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Bendecimos al Señor por formar parte de esta América Latina que se extiende desde México hasta el Cabo de Hornos, tierra de esperanza donde la multitud de lenguas ancestrales comparten la lengua castellana y la lengua lusitana, lenguas que nos permiten entendernos y compartir tradiciones muy queridas. Reconocemos, a la vez, que la historia nos ha enfrentado y dividido, y que los nacionalismos extremos fácilmente se apoderan de nuestros pueblos fortaleciendo las fronteras en vez de abrirlas con mayor fraternidad.
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Bendecimos al Señor por este Continente de presente y de futuro, pródigo en recursos naturales, como el agua dulce y el agua de mar, con toda su riqueza, la cordillera que en sus entrañas alberga minerales, una flora y fauna tan variadas y bosques originarios con los que aún respira nuestra gente. Pero reconocemos, a la vez, que no siempre hemos respetado estas riquezas, que no ponemos atajo a su depredación irresponsable, y que nos cuesta comprender que hay que construir el presente conscientes de la herencia a la que tienen derecho las futuras generaciones.
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Bendecimos al Señor porque esta larga y angosta geografía chilena alberga razas y etnias muy diversas, oriundas de esta tierra algunas y avecindados en ella, la gran mayoría. Reconocemos, a la vez, que no hemos brindado las oportunidades y ni el espacio equitativo para que cada una de ellas pudiese realizar sus talentos, particularmente hermanos y hermanas de nuestros pueblos originarios.
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Bendecimos al Señor por la historia vivida y sufrida, amante de la justicia y el derecho, construida con los amores y sudores de todos y de todas, y le pedimos perdón por los quiebres tan profundos que hemos protagonizado por no saber enfrentar nuestras discrepancias. Quiebres que aún hoy nos enfrentan y dividen, y que nos urge sanar y reconciliar, para que Chile sea efectivamente una Patria de hermanas y hermanos.
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Bendecimos al Señor porque con el esfuerzo de todos hemos construido un país más desarrollado, más estable económicamente y con mayores oportunidades de estudio y de trabajo. Pero debemos reconocer que no hemos sabido compartir con equidad los frutos del trabajo y los bienes generados, lo cual significa tener a muchos - ¡demasiados compatriotas! - viviendo en condiciones de pobreza y hasta de miseria que claman al cielo y son el humus de la violencia que lamentablemente crece en nuestras relaciones.
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Bendecimos al Señor por la fe de los cristianos, de diversas Iglesias y comuniones, que nos llevan a buscar y a adorar a Dios y a querer ponerlo en el primer lugar de nuestras vidas, aportando a Chile la riqueza del amor al prójimo, que nos lleva a unirnos solidariamente. Pero reconocemos, a la vez, que la idolatría del dinero, la suficiencia en el saber insuficiente así como la altivez del poder, nos llevan a formular proyectos y decisiones que se toman a espaldas de Su presencia, aunque vivamos su Nombre en nuestros labios.
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Bendecimos al Señor por la diversidad de expresiones culturales del norte extremo y el sur austral, pasando por el centro frutícola del país, … las culturas que se expresan en nuestras maneras de sentir y de pensar, y que en estos tiempos mutan de manera acelerada, y le pedimos perdón por la enorme dificultad que tenemos para vivir con respeto y apertura, dejándonos fecundar por los demás. Es paradójica nuestra auto imagen de gente acogedora que, a la vez, podemos ser tan intolerantes.
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Bendecimos a Dios por los héroes conocidos de nuestra Historia, a quienes honramos con justicia en este bicentenario, y por los héroes anónimos que han entregado su sangre y sus fatigas para construir el país de sus sueños en la educación, en el foro, en la empresa, transformando la tierra con sus manos, mineros, pescadores, campesinos, así como artistas y literatos insignes que merecen estatuas en el corazón de todo buen chileno y le pedimos perdón por quienes quisieran construir un futuro sin tomar entre sus manos la herencia tan rica que hemos recibido, dispuestos a ser padres y madres del mañana renunciando torpemente a ser hijos e hijas del ayer.
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Fuente: Extracto Documento Conferencia Episcopal de Chile con ocasión del aniversario patrio.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Conmemoración de la Impresión de las Sagradas Llagas en el cuerpo de San Francisco.


“Pero el mayor y más raro milagro de todos es el de las sagradas llagas, que el Señor en el cuerpo de este gran prodigio celestial imprimió, para que no solamente su purísima alma, sino también su cuerpo fuese un vivo y perfecto retrato de Jesucristo. La historia como pasó, cuenta San Buenaventura de esta manera. Dos años antes que muriese el santo padre, se recogió al monte de Alvernia (que está en la provincia de Toscana), para darse más a la oración y ayunar como solía la cuaresma de San Miguel. Regalóle aquella vez el Señor, e ilustróle extraordinariamente, y revelóle que abriese el libro de los Evangelios, porque allí le diría lo que pensaba obrar en él y por él. En cumplimiento de lo que Dios le mandaba, hecha primero oración, tomó del altar el libro de los Evangelios, y díjole a su compañero que le abriese tres veces: abrióle, y todas las tres veces hallaron la historia de la Pasión del Señor (la de Mateo, la de Marcos y la de Juan). Luego entendió el Santo que Dios quería que así como había imitado en sus acciones a Cristo nuestro Salvador en vida, así antes que muriese, se había de conformar con el Él en las aflicciones y dolores. Vino el día de la Exaltación de la Santa Cruz, que es el 14 de septiembre; y estando orando aquella mañana al lado del monte, y con el corazón abrasado de amor de Dios y transportado en el Señor, vio que bajaba del cielo un serafín con seis alas encendidas y resplandecientes, con un vuelo muy ligero se ponía en el aire cerca de donde estaba, y entre las alas le apareció un hombre crucificado, clavadas las manos y pies en la cruz. Las dos alas del serafín se levantaban sobre la cabeza del crucifijo, las dos cubrían todo el cuerpo y las otras dos se extendían como para volar. En esta visión se imprimieron en las manos, pies y costado del seráfico padre las llagas de la misma figura que él las había visto en aquel serafín. Quedaron unos como clavos de carne dura, cuyas cabezas eran redondas y negras, y en la manos se echaban de ver en las palmas y en los pies, por la parte alta del empeine: las puntas eran largas y excedían a la demás carne, y estaban retorcidas y como redobladas con martillo: la llaga del costado derecho era como una cicatriz colorada, de la cual manaba muchas veces sangre que mojaba la túnica…”.
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“La verdad histórica de esta estigmatización está probada por miles de testigos. Francisco intentó ocultar sus llagas y clavos de carne, pero hubo de enseñarlos a varios de los religiosos de su orden, a algunos cardenales y al propio Papa Alejandro IV, que, en un sermón en el que se encontraba San Buenaventura, confirmó que había visto y tocado cada una de las cinco heridas del cuerpo de Francisco. A su muerte, quiso quedar desnudo en el suelo a imitación de Cristo y así le contemplaron sus religiosos y constataron sus llagas. Después se llevó el cuerpo a san Damián, para devoción de Santa Clara y sus monjas, que tuvieron ocasión de besar con veneración sus cinco heridas. Luego lo llevaron a la iglesia de san Gregorio, donde había aprendido sus primeras letras, y allí se puede decir que todos los habitantes de Asís, al enterarse que “el santo había muerto”, se acercaron para verle por última vez y observaron sus cinco llagas que estaban al descubierto.
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“Escribe Miguel Alvarez: “De la estigmatización hasta su muerte van a pasar dos años. Dos años de enfermedades y penalidades, la dolencia de los ojos se le recrudece y apenas ve. Sin embargo, son los años más alegres de Francisco. Una mañana, sentado con unos fraile al lado de la cabaña en que vivía de cerca de San Damiano, compone su famoso Canto al hermano Sol”.
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“El último hecho extraordinario ocurrido sobre el cuerpo de Francisco fue doscientos veintitrés años después de su muerte, en que lo desenterró “el Papa Nicolao V acompañado de un cardenal, de un obispo, de un secretario, del guardián del convento y tres religiosos, y lo vio sin corrupción alguna, manteniéndose en pie sin ningún arrimo, con los ojos abiertos y levantados al Cielo y las sangre de las llagas encarnadas y líquidas”.
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“Dómine Jesu Christe, qui frigescénte mundo, ad inflammándum corda nostra tui amóris igne, in carne beatíssimi Francísci passiónis tuae sacra stígmata renovásti: concede propítius; ut ejus méritis et précibus crucem júgiter ferámus, et dignos fructus poeniténtiae faciámus. Qui vivis”.
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Fuente: Francisco Ansón: Santos del siglo XIII y su época. Madrid: Ediciones Palabra. 2001.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

martes, 15 de septiembre de 2009

Nuestra Señora de los Siete Dolores.

Nuestra Señora de Dolores.
De una homilía de S.S. Benedicto XVI en Lourdes el 15 de septiembre de 2008.
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Ayer celebramos la Cruz de Cristo, instrumento de nuestra salvación, que nos revela en toda su plenitud la Misericordia de nuestro Dios. En efecto, la Cruz es donde se manifiesta de manera perfecta la compasión de Dios con nuestro mundo.
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Hoy, al celebrar la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, contemplamos a María que comparte la compasión de su Hijo por los pecadores. Como afirma San Bernardo, la Madre de Cristo entró en la Pasión de su Hijo por su compasión (cf. Sermón en el Domingo de la infraoctava de la Asunción). Al pie de la Cruz se cumple la profecía de Simeón de que su Corazón de madre sería traspasado (cf. Lc 2,35) por el suplicio infligido al Inocente, nacido de su carne. Igual que Jesús lloró (cf. Jn 11,35), también María ciertamente lloró ante el Cuerpo lacerado de su Hijo. Sin embargo, su discreción nos impide medir el abismo de su dolor; la hondura de esta aflicción queda solamente sugerida por el símbolo tradicional de las siete espadas. Se puede decir, como de su Hijo Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a Ella a la perfección (cf. Hb 2,10) para hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda poco antes de expirar (cf. Jn 19,30): convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros. En esta Hora, a través de la figura del discípulo a quien amaba, Jesús presenta a cada uno de sus discípulos a su Madre, diciéndole: “Ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26-27).
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María está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección. Las lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han transformado en una sonrisa que ya nada podrá extinguir, permaneciendo intacta, sin embargo, su compasión maternal por nosotros. Lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la historia y no cesa de suscitar una inquebrantable confianza en Ella; la oración Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! expresa bien este sentimiento. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la Hora de su Pasión, están sumidos en el dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la Voluntad de Cristo en la Cruz.
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El salmista, vislumbrando de lejos este vínculo maternal que une a la Madre de Cristo con el pueblo creyente, profetiza a propósito de la Virgen María que “los más ricos del pueblo buscan tu sonrisa” (Sal 44,13). De este modo, movidos por la Palabra inspirada de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la sonrisa de Nuestra Señora, esa sonrisa que los artistas en la Edad Media han sabido representar y resaltar tan prodigiosamente. Este sonreír de María es para todos; pero se dirige muy especialmente a quienes sufren, para que encuentren en Ella consuelo y sosiego. Buscar la sonrisa de María no es sentimentalismo devoto, sino más bien la expresión justa de la relación viva y profundamente humana que nos une con la que Cristo nos ha dado como Madre.
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En la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las criaturas, se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que nunca abandona a quienes están enfermos. Esta sonrisa, reflejo verdadero de la Ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable. Sabemos que, por desgracia, el sufrimiento padecido rompe los equilibrios mejor asentados de una vida, socava los cimientos fuertes de la confianza, llegando incluso a veces a desesperar del sentido y el valor de la vida. Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo, sin la ayuda de la gracia divina. Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no sólo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe. Y ¿quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada? Ellos son, más que nadie, capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento. La Carta a los Hebreos dice de Cristo, que Él no sólo “no es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros” (cf. Hb 4,15). Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida. También junto a Ella se encuentra la gracia de aceptar sin miedo ni amargura el dejar este mundo, a la hora que Dios quiera.
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La sonrisa de María es una fuente de agua viva. “El que cree en Mí -dice Jesús- de sus entrañas manarán torrentes de agua viva” (Jn 7,38). María es la que ha creído, y, de su seno, han brotado ríos de agua viva para irrigar la historia de la humanidad. La fuente que María indicó a Bernadette aquí, en Lourdes, es un humilde signo de esta realidad espiritual. De su corazón de creyente y de Madre brota un agua viva que purifica y cura. Al sumergirse en las piscinas de Lourdes cuántos han descubierto y experimentado la dulce maternidad de la Virgen María, juntándose a Ella par unirse más al Señor. En la secuencia litúrgica de esta Memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, se honra a María con el título de Fons amoris, “Fuente de amor”. En efecto, del Corazón de María brota un amor gratuito que suscita como respuesta un amor filial, llamado a acrisolarse constantemente. Como toda madre, y más que toda madre, María es la educadora del amor. Por eso tantos enfermos vienen aquí, a Lourdes, a beber en la “Fuente de amor” y para dejarse guiar hacia la única fuente de salvación, su Hijo, Jesús, el Salvador.
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“Porque eres la Sonrisa de Dios, el reflejo de la Luz de Cristo, la Morada del
Espíritu Santo,
porque eres la Estrella de la mañana, la Puerta del Cielo y la primera criatura
resucitada,
Nuestra Señora de Lourdes,
junto con nuestros hermanos y hermanas cuyo cuerpo y corazón están doloridos, te
decimos: ruega por nosotros”.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.


(II clase, rojo) Gloria, Credo y Prefacio de de la Santa Cruz.
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Sancta Missa Romana Clásica.
Celebración del 2º Aniversario de la
entrada en vigor del Motu Proprio "Summorum Pontificum"
de Su Santidad el Papa Benedicto XVI,
Capilla Sanatorio Marítimo San Juan de Dios,
lunes 14 de septiembre de 2009 a las 19:30 hrs.
Avda. San Martín Nº 1355, Viña del Mar.
Oficiará Rvdo. Jaime Herrera.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Reflexión: Domingo décimo quinto después de Pentecostés.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Contemplamos en el Evangelio de la Santa Misa la llegada de Jesús a una pequeña ciudad llamada Naín, acompañado de sus discípulos y de un grupo numeroso de gentes que le siguen. El milagro que allí ocurre es, a la vez, un gran ejemplo de los sentimientos que hemos de tener ante las desgracias de los demás. Debemos aprender de Jesús.
Jesucristo viene a salvar lo que estaba perdido, a cargar con nuestras miserias para aliviarnos de ellas, a compadecerse de los que sufren y de los necesitados. El no pasa de largo; se detiene –como lo vemos en el Evangelio de la Misa de hoy-, consuela y salva. “Jesús hace de la misericordia uno de los temas principales de su predicación. Son muchos los pasos de la enseñanza de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada o la mujer que barre la casa buscando la dracma perdida”. Y El mismo nos enseñó con su ejemplo constante la manera de comportarnos ante el prójimo, y de modo singular ante el prójimo que sufre.
Y lo mismo que el amor a Dios no se reduce a un sentimiento, sino que lleva a obras que lo manifiesten, así también nuestro amor al prójimo debe ser un amor eficaz. Nos lo dice San Juan: No amemos de palabra y con la lengua, sino con obras y de verdad. Y “esas obras de amor –servicio- tienen también un orden preciso. Ya que el amor lleva a desear y procurar el bien a quien se ama, el orden de la caridad debe llevarnos a desear y procurar principalmente la unión de los demás con Dios, pues en eso está el máximo bien, el definitivo, fuera del cual ningún otro bien parcial tiene sentido”. Lo contrario –buscar en primer lugar, para uno mismo o para los otros, los bienes materiales- es propio de los paganos o de aquellos cristianos que dejaron entibiar su fe, la cual poco cuenta en su modo de actuar diario.
Junto a la primacía del bien espiritual sobre cualquier bien material, no debe olvidarse el compromiso que todo cristiano de conciencia recta tiene para promover un orden social más justo, pues la caridad se refiere también, aunque secundariamente, al bien material de todos los hombres.
La importancia de la caridad en la atención a las necesidades materiales del prójimo –que supone la justicia y la informa- es tal que el mismo Jesucristo, al hablar del juicio, declaró: venid, benditos de mi Padre… porque yo tuve hambre, y me disteis de comer;… tuve sed, y me disteis de beber… Y enseguida, el Señor señala la condenación de quienes omitieron esas obras. Pidamos al Señor una caridad vigilante, porque para conseguir la salvación y alcanzar nuestro fin es necesario “reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres”. Todos los días nos sale al paso: en la familia, en el trabajo, en la calle…
En el encuentro con aquella mujer de Naín se pone de manifiesto que Jesús se hace cargo inmediatamente del dolor y comprende los sentimientos de aquella madre que ha perdido a su único hijo. Jesús comparte el sufrimiento de aquella mujer. Para amar es necesario comprender y compartir.
Nosotros le pedimos hoy al Señor que nos dé un alma grande, llena de comprensión, para sufrir con el que sufre, alegrarnos con quienes se alegran… y procurar evitar ese sufrimiento si nos es posible, y sostener y promover la alegría allí donde se desarrolla nuestra vida. Comprensión también para entender que el verdadero y principal bien de los demás, sin comparación alguna, es la unión con Dios, que les llevará a la felicidad plena del Cielo.
Pidamos al Corazón Sacratísimo de Jesús y al de su Madre Santa María que jamás permanezcamos pasivos ante los requerimientos de la caridad. De este modo, podremos invocar confiadamente a Nuestra Señora, con palabras de la liturgia: Recordare, Virgo Mater… Acuérdate, Virgen Madre de Dios, mientras estás en su presencia, ut loquaris pro nobis bona, de decirle cosas buenas en nuestro favor y por nuestras necesidades.
Amén.

sábado, 12 de septiembre de 2009

El Santísimo Nombre de María.

Según costumbre de los judíos, ocho días después del nacimiento de la Virgen, sus padres le impusieron el nombre de María. La liturgia, que ha fijado algunos días después de la Navidad la fiesta del Santísimo Nombre de Jesús, ha querido instituir también la fiesta del Santísimo Nombre de María cuatro días después de su Natividad.
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El nombre hebreo de María, en latín Domina, significa Señora o Soberana; y eso es Ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo, soberano Señor de todo el universo. Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora, como llamamos a Jesús Nuestro Señor; pronunciar su Nombre es afirmar su poder, implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.
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En su libro "Las Glorias de María", San Alfonso María de Ligorio escribe: "Aprovechemos siempre el hermoso consejo de San Bernardo: "En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. Que no se te caiga de los labios, que no se te quite del corazón". En todos los peligros de perder la gracia divina, pensemos en María, invoquemos a María junto con el nombre de Jesús, que siempre han de ir estos nombres inseparablemente unidos. No se aparten jamás de nuestro corazón y de nuestros labios estos nombres tan dulces y poderosos, porque estos nombres nos darán la fuerza para no ceder nunca jamás ante las tentaciones y para vencerlas todas. Son maravillosas las gracias prometidas por Jesucristo a los devotos del Nombre de María, como lo dió a entender a Santa Brígida hablando con su Madre Santísima, revelándole que "quien invoque el Nombre de María con confianza y propósito de la enmienda, recibirá estas gracias especiales: un perfecto dolor de sus pecados, expiarlos cual conviene, la fortaleza para alcanzar la perfección y al fin la gloria del paraíso". Porque, añadió el divino Salvador, "son para mí tan dulces y queridas tus palabras, oh María, que no puedo negarte lo que me pides."
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En suma, llega a decir San Efrén, que el Nombre de María es la llave que abre la Puerta del Cielo a quien lo invoca con devoción. Por eso tiene razón San Buenaventura al llamar a María "salvación de todos los que la invocan", como si fuera lo mismo invocar el Nombre de María que obtener la salvación eterna. Por tanto, concluye Tomás de Kempis: "Si buscáis, hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María, invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Disfrutad con María, llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante en los caminos del Señor, ya que María, gustosa rezará por vosotros, y el Hijo ciertamente atenderá a la Madre."
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INVOCACIONES AL SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA.
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Madre mía amantísima, en todos los instantes de
mi vida, acuérdate de mí, miserable pecador. Avemaría.
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Acueducto de las divinas gracias, concédeme
abundancia de lágrimas para llorar mis pecados. Avemaría.
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Reina del Cielo y de la tierra, sé mi amparo
y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Avemaría.
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Inmaculada hija de Joaquín y Ana, alcánzame de tu Santísimo
Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Avemaría.
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Abogada y Refugio de los pecadores, asísteme en el
trance de mi muerte y ábreme las puertas del Cielo. Avemaría.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Recuerdos de Benedicto XVI.


“El año litúrgico daba al tiempo su ritmo y yo lo percibí ya de niño, es más, precisamente por ser niño, con gran alegría y agradecimiento. En el tiempo de Adviento, por la mañana temprano, se celebraban con gran solemnidad las misas Rorate en la iglesia aún a oscuras, sólo iluminada por la luz de las velas. La espera gozosa de la Navidad daba a aquellos días melancólicos un sello muy especial. Cada año, nuestro Nacimiento aumentaba con alguna figura y era siempre motivo de gran alegría ir con mi padre al bosque a coger musgo, enebro y ramitas de abeto. Los jueves de Cuaresma se organizaban unos momentos de adoración llamados del “Huerto de los olivos”, con una seriedad y una fe que siempre me conmovían profundamente. Particularmente impresionante era la celebración de la resurrección, la noche del Sábado Santo. Durante toda la Semana Santa las ventanas de la iglesia se cubrían con cortinas negras, de modo que el ambiente, aun a pleno día, resultaba inmerso en una oscuridad densa de misterio. Pero apenas el párroco cantaba el versículo que anunciaba “¡Cristo ha resucitado!”, se abrían de repente las cortinas de las ventanas y una luz radiante irrumpía en todo el espacio de la iglesia: era la más impresionante representación de la resurrección de Cristo que yo consigo imaginarme. El movimiento litúrgico que había llegado entonces a su punto más alto había alcanzado a nuestro pueblo”.
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“Siempre sentí un interés especial por la liturgia. Cuando estaba en la segunda clase, mis padres me regalaron el primer misal. Eso fue para mí como una gran aventura: adentrarme en aquel misterioso mundo del latín y averiguar qué estaba pasando, qué estaban diciendo, que significado tenía todo aquello. Y así fue como, a partir de un misalito infantil, llegué al misal completo. Pero fue paso a paso, como un emocionante viaje de exploración”.
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“El Señor anticipaba ya en su liturgia el retorno prometido: la liturgia es una parusía anticipada, la irrupción del “ya” en el “todavía no”, como expuso Juan en el relato de las bodas de Canaán: la hora del Señor no ha llegado aún; no está cumplido todo lo que ha de suceder; pero ante el ruego de María, de la Iglesia, brinda ya el nuevo vino, ofrece por anticipado el don de su hora”.
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“…la liturgia está siempre en tensión entre la continuidad y la renovación. Esta historia genera constantemente nuevos presentes y debe actualizar constantemente lo que fue pasado, para que lo esencial aparezca nuevo y vigoroso. Necesita tanto el crecimiento como la depuración, y salvaguardar en ambos su identidad, su “para qué”, sin perder el fundamento óptico”.
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De: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger: Orar. Planeta. 2009.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Pensamientos del Santo Cura de Ars, IV.

“El corazón de Dios es un océano de misericordia. ¡Es tan fácil salvarse!”.
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“Si supiésemos cuánto nos ama el Señor, moriríamos de gozo”.
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“Amar a Dios y sabernos amados por El, es la única felicidad verdadera que tenemos en esta tierra”.
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“Es hermoso tener un Padre en el cielo. Somos los hijos de Dios”.
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“Vale más una hora de paciencia que muchos días de ayuno”.
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“Los amigos de Dios hacen lo que no están obligados a hacer”.
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“El sacerdote no será bien comprendido más que en el cielo. Si se lo entendiese en la tierra, uno no se moriría de espanto, pero sí de amor”.
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“¡El sacerdote tiene que estar siempre envuelto por el Espíritu Santo como lo está en su vestimenta!”.
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“Es tremendo ser sacerdote. Confesión, sacramentos: son una pesada responsabilidad. Si se supiese lo que es ser sacerdote, ¡se huiría al desierto, como lo hicieron los santos para no serlo! Pero gracias al Espíritu Santo podemos hacer cosas inimaginables para la gloria de Dios”.
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“Un verdadero cristiano nunca se queja de nada”.
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“Cosa extraña: he encontrado a muchos que se arrepintieron de no haber amado a Dios, pero no he encontrado jamás a uno solo que estuviese triste y arrepentido de amarlo”.
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“El tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro”.
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“Hermanos míos, es una gran miseria, una profunda humillación para nosotros, el haber sido concebidos en pecado original, ya que por él vinimos al mundo como hijos de maldición; es, indudablemente, otra muy gran miseria vivir en pecado. Mas el colmo de todas las desdichas es morir en él”.
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Fuente: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Pensamientos del Santo Cura de Ars, III.


“Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido”.
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“Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración”.
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“La oración no es otra cosa que la unión con Dios”.
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“Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable”.
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“La oración es una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros”.
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“El impío, en este mundo, parece hacer gala de desconocer el poder de Dios, viendo a los pecadores sin castigo; llega hasta decir:¡No hay Dios no infierno!; o bien: No atiende Dios a lo que pasa en la tierra. Pero deja que venga el Juicio, y en aquel día grande Dios manifestará su poder y mostrará a todas las naciones que El lo ha visto todo y de todo ha llevado cuenta”.
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“Para crear el mundo Dios empleó seis días; para destruirlo, bastará un abrir y cerrar de ojos”.
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“Para crear el mundo no llamó a nadie a que fuese testigo de tantas maravillas; para destruirlo, todos los pueblos se hallarán presentes, todas las naciones confesarán que hay un Dios y reconocerán su poder”.
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“La mayor de todas las desdichas es que sean insensibles a ellas y continúen viviendo en pecado y sin reconocer esa locura”.
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“La reprobaciones del mundo son bendiciones de Dios”.
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“No hables de ti, ni para bien, ni para mal. La humildad desarma la justicia de Dios”.
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“Ustedes dicen que Dios es duro. Yo les aseguro que no, él es dulce, consolador… Eso sí, es necesario amar sufriendo y sufrir amando. Lo digo con verdad: únicamente aquí hay perfecta alegría”.
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“El Ave María es una oración que no cansa nunca”.
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Fuente: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.

martes, 8 de septiembre de 2009

Natividad de la Santísima Virgen María.


“Que se alegre tu Iglesia, Señor, y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación".
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“¿Cuántos años cumple hoy Nuestra Madre?... Para Ella el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que nace de la participación en la juventud de Dios que, según nos dice San Agustín, “es más joven que todos”, precisamente por ser eterno e inmutable. Quizá hemos podido ver de cerca la alegría y la juventud interior de alguna persona santa, y contemplar cómo de un cuerpo que llevaba el peso de los años surgía una juventud del corazón con una energía y una vida incontenible. Esta juventud interior es más honda cuanto mayor es la unión con Dios, María, por ser la criatura que más íntimamente ha estado unida a Él, es ciertamente la más joven de todas las criaturas. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando vamos derechamente ad Deum, qui laetificat iuventutem meam, hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia nos inunda de alegría.
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“Desde su adolescencia, la Virgen gozó de una madurez interior plena y proporcionada a su edad. Ahora, en el Cielo, con la plenitud de la gracia –la inicial y la que alcanzó con sus méritos uniéndose a la Obra de su Hijo- nos contempla y presta oídos a nuestras alabanzas y a nuestras peticiones. Hoy escucha nuestro canto de acción de gracias a Dios por haberla creado, y nos mira y nos comprende porque Ella –después de Dios- es quien más sabe de nuestra vida, de nuestras fatigas, de nuestros empeños.
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“Todos los padres piensan cuando nace un hijo que es incomparable. También debieron de pensarlo San Joaquín y Santa Ana cuando nació María, y ciertamente no se equivocaban. Todas las generaciones la llaman bienaventurada. “No podían sospechar aquel día, Joaquín y Ana, lo que había de ser aquel fruto de su limpio amor. Nunca se sabe. ¿Quién puede decir lo que será una criatura recién nacida? Nunca se sabe…”. Cada una es un misterio de Dios que viene al mundo con un específico quehacer del Creador.
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“Dios Padre, al contemplar a María recién nacida, se alegró con una alegría infinita al ver una criatura humana sin el pecado de origen, llena de gracia, purísima, destinada a ser la Madre de su Hijo para siempre. Aunque Dios concedió a Joaquín y Ana una alegría muy particular, como participación de la gracia derramada sobre su Hija, ¿qué habrían sentido si, al menos de lejos, hubieran vislumbrado el destino de aquella criatura, que vino al mundo como las demás?
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De: Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios, Tomo 7, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

lunes, 7 de septiembre de 2009

La Sancta Missa.


Valor de la Sancta Missa:
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Para agradar a Dios, obtener cualquier gracia, expiar las culpas cometidas, alcanzar misericordia y consuelo en las aflicciones de la vida, agradecer los beneficios recibidos, aliviar a las benditas Animas del Purgatorio, etc., el medio mejor es la Santa Misa.
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La Misa es un medio divino, supremo, infinito, puesto a nuestra disposición por la inefable bondad de Dios, para suplir nuestra miseria humana.
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Oír Misa es como si estuviéramos en el Calvario en aquellos preciosos momentos en que Jesús derramaba toda su sangre y moría por nuestro amor.
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¡Qué momentos tan preciosos para pedir gracias! El Padre Celestial no puede menos que concederlas, si son para mayor bien de nuestra alma.
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El que oye devotamente la Santa Misa y está exento de pecado mortal, merece más que si fuese en peregrinación por todo el mundo, y diese todos sus bienes a los pobres. (San Bernardo).
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Una sola Misa, oída en vida con devoción, nos aprovechará más que mil Misas que se nos apliquen después de nuestra muerte. La Misa es infinitamente superior a todo otro acto que tenga por objeto la remisión de nuestras culpas y de la pena que por ellas merecemos. (San Jerónimo).
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Significado de los ornamentos que se usan en la Sancta Missa:
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El Altar significa el monte Calvario, en donde expiró el divino Redentor.
El Sacerdote con los ornamentos sagrados representa a Jesucristo en su dolorosa Pasión.
El Amito significa aquel sucio velo con que los soldados vendaron los ojos del Salvador, dándole de bofetadas y diciéndole: Adivina, Cristo, quién te dio.
El Alba significa la vestidura blanca que por escarnio le mandó poner Herodes, tratándole como a loco, siendo la majestad y sabiduría infinitas.
El Cíngulo es figura de la soga con que le ataron cuando le prendieron en el huerto de Getsemaní.
El Manípulo representa la cuerda con que le amarraron a la columna para azotarle.
La Estola significa la soga que le echaron al cuello, cuando con la cruz a cuestas, como facineroso, fue conducido al Calvario.
La Casulla recuerda la púrpura que por escarnio le pusieron los soldados al coronarle de espinas.
En el Cáliz considera el sepulcro, y en los Corporales el sudario con que amortajaron su Cuerpo Santísimo.
El mejor modo práctico, para oír la Sancta Missa, es seguir al sacerdote.

Tomado de Devocionario (1931). GALO MORET Pbro. S.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Décimo cuarto domingo después de Pentecostés.

DOMINGO XIV DESPUES DE PENTECOSTÉS. 1º de septiembre (II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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"Mirad las aves del cielo, mirad los lirios del campo": y confiad en vuestro Padre celestial.
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Las lecturas del Breviario están sacadas, o bien del libro santo del Eclesiástico, si el domingo cae dentro del mes de agosto, o del libro de Job, si por el contrario cae en septiembre.
Comentando S. Gregorio el libro de Job, dice: "Hay hombres que se tiran alocados a los bienes deleznables, ignorando que existen los eternos o no haciendo aprecio alguno de ellos... Crea dos para contemplar la luz de la verdad, no elevan jamás hasta ella los ojos del alma, jamás tienen un deseo, jamás intentan un vuelo hacia la contemplación de la patria perdurable. Abandónanse a los placeres en que se hallan engolfados, y aman, cual si fuera su patria, el triste lugar del destierro. En el abismo de las tinieblas están tan alegres como si una radiante luz los alumbrara. Los elegidos, por el contrario, no teniendo para ellos los bienes transitorios valor alguno, buscan aquellos para los cuales sus almas fueron criadas. Aprisionados en este mundo por las ataduras de la carne, procuran remontarse por encima de este mundo y toman la saludable resolución de despreciar lo que pasa con el tiempo y de suspirar por las cosas que perduran.
A Job nos le presenta la Sagrada Escritura como tipo despegado de los bienes de la tierra. "Job sufrió con paciencia y dijo: Si hemos recibido los dones de Dios ¿por qué no recibiremos también los males? El Señor me dio estos bienes, Él me los ha quitado; sea el nombre del Señor bendito". La misa de este día hállase embebida en los mismos pensamientos. El Espíritu Santo, cuyas abundantes efusiones recayeron sobre la Iglesia en las fiestas de Pentecostés, formó en nosotros un hombre nuevo, que se opone a las manifestaciones del hombre viejo, o sea, a la concupiscencia de la carne y la busca de riquezas.
El Espíritu de Dios es espíritu de libertad, pues nos hace hijos de Dios nuestro Padre y hermanos de Cristo nuestro Señor. Mas para llegar a redimirnos y alcanzar esa envidiable libertad de los hijos de Dios, para llegar a ser hermanos de Cristo, preciso es crucificar la carne juntamente con sus vicios y concupiscencias, y esclavizar a esa carne que guerrea contra el espíritu (Ep.).
Esos son los dos señores principales que se disputan la posesión y el servicio del hombre; y sin embargo, ya nos dice Jesús en el Evangelio de hoy, que no podemos servir a la vez a dos señores, porque, de intentarlo, no tendríamos contento a ninguno de ellos. Además, no hay lugar a vacilación cuando se trata de escoger un señor a quien servir. Porque a la carne nada le debemos, sino sucias manchas que nos afean y avergüenzan. Nada debemos al mundo, sino ocasiones de traspiés e incitaciones al mal; nada finalmente al demonio. Por eso, nadie ama al demonio, aunque se le soporta con gusto. Nadie tampoco odia a Dios, pero sí se le desprecia, o sea, que no se le teme como quien está seguro de su bondad, olvidando que la paciencia de Dios nos convida a penitencia (Eccli. 6, 6) lejos de animarnos a permanecer encharcados en el mal (Noct. 3º).
Dios y sólo Dios es nuestro Amo. Él tiene exclusivo derecho a nuestro dominio, a nuestros servicios, derecho de creación y derecho de conquista, pues tuvo a bien rescatarnos del poder de Satanás con muy subido precio". Así, busquemos ante todo servir a Dios con todas veras, porque se lo debemos en estricta justicia y además nos irá bien en su santo servicio. Es buen pagador, al revés del mundo, del demonio y de la carne, los cuales, tras de prometer mucho, dan poco, y aun eso, aguado con mil hieles de pesares y zozobras.
Busquemos en todo y siempre el reino de Dios y su justicia (Ev., Com.), o sea, su mayor gloria; que lo demás ya vendrá con esto, porque nada falta a los que le temen, y "a ningún justo se le ha visto abandonado". Cifremos en Él nuestra esperanza (Gr.), pues Él es nuestro protector (Int.) y hasta envía a su Ángel para librar a los que le sirven (0f.). El es quien conserva nuestra flaca naturaleza, que sin su ayuda, forzosamente había de sucumbir (Or.).
Preocupémonos ante todo de servir a Dios. Cualquiera otra inquietud sería injuriosa para nuestro Padre celestial, el cual nos ama: "Ipse Parer amat vos", nos ama como a hijos carísimos; por lo cual no puede consentir que nos falte lo necesario aun para la vida del cuerpo, en comida ni en vestido, pues no falta a los mismos animalitos, sin embargo de valer harto menor que nosotros. El párroco celebra hoy la misa por sus feligreses.
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INTROITUS
Ps. 83, 10 - 11. Ps. ibid., 2 - 3.
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Protéctor noster, áspice,
Deus, et réspice in fáciem
Christi tui: quia mélior est
dies una in átriis tuis super míllia.
Ps. Quam dilécta tabernácula tua,
Dómine, virtútum! concupíscit,
et déficit ánima mea in átria Dómini.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Hasta pronto amigos de Una Voce Málaga.


Tomado de la web Una Voce Málaga.
"Estimados amigos. Esta web por el momento va a dejar de ser actualizada por decisión personal de quienes la hacemos. Ha supuesto un notable desgaste para nosotros, en muchos sentidos. Queremos agradecer a todas las personas que han colaborado y a los miles de amigos que han compartido con nosotros estas páginas que hemos pretendido plenas de afecto a la Iglesia, a la Liturgia y al Santo Padre. De manera especial le damos las gracias a los muy numerosos sacerdotes que nos han escrito en todo el mundo, a los que animamos a seguir con su labor en medio de las dificultades.
Libremente la iniciamos, y libremente la cerramos, ya que nadie nos ha pedido que lo hagamos. Si a alguien hemos ofendido, de todo corazón le pedimos disculpas. Dejamos nuestros archivos anteriores que son un hermoso ejemplo de los frutos del motu proprio Summorum Pontificum en todo el mundo.
Hasta pronto y que Dios les bendiga".

Pensamientos del Santo Cura de Ars, II.


“Si soy un buen sacerdote, podré ganar muchas almas para dios, ¿saben que todos podemos hacerlo?”.
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“En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol”.
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“El demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme es la reducción de comida, bebida y sueño”.
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“Cuando predico le hablo a algunas personas que están aparentemente sordas o dormidas, pero en la oración le hablo a Dios que no es sordo”.
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“La taberna es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar, donde comienzan las peleas y se cometen o planean asesinatos. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no les molesta tanto, sino que los desprecia y los escupe”.
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“Te amo, mi Dios, mi único deseo es amarte”.
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“¿Qué podemos imaginarnos más consolador para un cristiano que tuvo la desgracia de pecar, que el hallar un medio tan fácil como es la limosna, para satisfacer la justicia de Dios por sus pecados?”.
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“Por la limosna podemos fácilmente rescatarnos de la esclavitud de los pecados y atraer sobre nosotros y sobre todas nuestras cosas las más abundantes bendiciones del cielo”.
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“Jesucristo, nuestro Divino Salvador, sólo piensa en nuestra felicidad, y no ha despreciado ningún medio para proporcionárnosla”.
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“Bajo cualquier aspecto que consideremos la limosna, ella es de un valor tan grande que resulta imposible que comprendamos todo su mérito; solamente el día del Juicio Final llegaremos a conocer todo su valor”.
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“Por la limosna podemos librarnos de caer en las penas eternas. ¡Qué bueno es un Dios que con tan poca cosa se contenta!”.
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“La razón que debe inducirnos a dar limosnas de todo corazón y con alegría, es el pensar que se la damos al mismo Jesucristo”.
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“La limosna es de gran mérito a los ojos de Dios, y tan poderosa para atraer sobre nosotros sus misericordias. Asegura nuestra salvación”.
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“¡Cuántos pecadores están cegados respecto al estado de su alma, y esperan hacer aquello que no les será dado realizar cuando ellos quieran!”.
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“El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar”.
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“Si oran y aman, habrán hallado la felicidad en este mundo”.
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De: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.